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Héctor Rubini *
Economista de la Universidad del Salvador
El fallecimiento de Diego Armando Maradona suscitó, entre diversos recuerdos, una conferencia de 2005 en la que Sir Mervyn King, por entonces gobernador del Banco de Inglaterra, introdujo al astro argentino en los debates de política monetaria.
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Desde 1998, la Cass Business School de la City University of London celebra una reunión anual que convoca a las principales figuras del sector financiero inglés, en la que una figura destacada ofrece una disertación conocida como la Mais Lecture, en honor a Lord Alan Raymond Mais, exalcalde de Londres entre 1972 y 1973, y creador del Centro de Excelencia en Banca y Finanzas de dicha universidad.
El 15 de mayo de 2005, Sir King fue convocado para pronunciar dicha conferencia, y la tituló “Monetary Policy: Practice Ahead of Theory” (Política Monetaria: la Práctica delante de la Teoría). Unas 27 páginas focalizadas en los desafíos para los bancos centrales para hacer política monetaria en una realidad con conocimiento incompleto del mecanismo de transmisión monetaria, y en plantearse si los regímenes de metas de inflación (“inflation targeting”) proveen la mejor respuesta en esos casos.
Su ponencia se focalizó en el uso de las tasas de interés como instrumento de política monetaria, teniendo presente su influencia sobre las expectativas del sector privado. Según King, si la política de un banco central opta por cambiarla en presencia de shocks exógenos, el público observará si lo hará o no ante la presencia de dichas perturbaciones. Si son aleatorios y la tasa de control del banco central también se mueve aleatoriamente, el sector privado va a esperar una conducta aleatoria del banco central. Pero en ese caso también cambiará el comportamiento del sector privado sin patrón definido. Resultado final: una inflación inestable. ¿Cómo evitarlo? Y aquí es cuando introdujo lo que se le ocurrió llamar “la teoría Maradona de las tasas de interés”.
King destacó el contraste entre los dos goles de Maradona a Inglaterra en la Copa del Mundo de México, en 1986. El primer gol, el de “la mano de Dios”, lo comparó al enfoque de “misterio y mística” en torno de las acciones de bancos centrales: inconsistentes, impredecibles, contra las reglas. Logran sus objetivos (si los logran) gracias a la suerte. El segundo gol, en el que Maradona corrió más de 50 metros superando a 5 jugadores ingleses y al arquero, fue una trayectoria casi en línea recta hasta convertir el gol. Los ingleses amagaban y se movían para un lado y otro, como reacción a lo que esperaban que hiciera Maradona, pero no hizo, y les convirtió ese golazo. King sostuvo que no es muy diferente la tarea de un banco central. Este puede influir en la economía sin grandes cambios en las tasas de control monetario. Pero las tasas de mercados sí se mueven y esto refleja que los inversores esperan fluctuaciones de las tasas de interés. En parte eso puede verse a través de los vaivenes de las tasas de interés de los mercados de forwards, que reflejan esos cambios en las expectativas, que a su vez influyen en la actividad y en la inflación. La mayor estabilidad de la tasa de política monetaria muestra entonces a los mercados que el banco central prefiere evitar introducir mayor inestabilidad.
Esto es lo que enfatizó King: no es quizás tan relevante el tipo de “regla” que siga un banco central, sino su capacidad para condicionar expectativas (y no ser tan condicionado por ellas). En sus propias palabras, “las tasas de interés de mercado reaccionan ante lo que se espera que haga el banco central”. Y así como Maradona no se autolimitaba a una “regla” tal como correr en línea recta en todos los partidos de fútbol para convertir goles, un banco central no puede esperar cumplir una meta de inflación si mantiene fija, inamovible, la tasa de política monetaria por largo tiempo. Pero tampoco puede esperar tal cosa si la modifica ante cualquier shock, o presión externa. La tasa de control monetario debe ser coherente con toda la estrategia de política para lograr la convergencia de la inflación observada hacia la meta de inflación. A veces esto justifica cambiarla y otras veces no. Y son decisiones ante la escasez de tiempo y de información muchas veces se adopta según reglas de decisión generales (“rules of thumb”) o “heurísticas” y no siguiendo criterios o modelos de optimización. Pero el banco central también debe tener saber si el sector privado toma decisiones en base a reglas generales y cuáles son las que efectivamente utiliza.
El caso del segundo gol es una referencia más que apropiada. Los defensores ingleses no querían sucumbir ante algún amague de Diego y Maradona con pelota dominada no condicionaba su avance a los amagues de los adversarios. En política monetaria es lo mismo. Si ante cada presión o inconveniente el banco central “sobrerreacciona” con exageradas subas o bajas de tasas de interés, el mercado percibirá al igual que en el fútbol, que el directorio de ese banco central se está “comiendo los amagues”.
Dicho de otra manera, la conducta “no desestabilizante”, exige marcar un rumbo tratando de encontrar cierto “punto medio”, sin inmovilismo, pero moviendo la tasa de control monetario de una manera más parsimoniosa que las tasas de mercado. Si las subas y/o bajas de la tasa de política monetaria son drásticas y frecuentes, el sector privado va a entender que la autoridad monetaria perdió control de la situación. En ese caso, las expectativas para los valores futuros de inflación y de otras variables se tornarán más inestables, y el banco central no logrará su meta. Un síntoma de ese escenario sería, uno en el que una tasa de control monetario sea tan o más volátil que las tasas de mercado. Indicador inequívoco de que justamente no es ya una tasa de “control” monetario. Menos aún de las expectativas de mercado.
El argumento de King amerita atención, ya que permite elaborar argumentos para entender fracasos de programas de estabilización por parte de banqueros centrales exageradamente confiados en su supuesta capacidad para alinear las expectativas de los mercados a sus metas o deseos. La ocurrente expresión “Maradona theory of interest rates” se fue difundiendo sin mucha estridencia, pero con amplia audiencia y hoy en Google aparece en miles de citas. Fruto del ocurrente homenaje en vida al gran astro del fútbol por parte de quien fuera, créase o no, el titular del Banco de Inglaterra.
(*) Esta columna fue publicada en eleconomista.com.ar
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