"Amigas en un camino de campo": la amistad, la poesía y la pérdida

Santiago Loza parece un creador inquieto. Cineasta, dramaturgo, escritor, cada año parecen brotar diversos proyectos suyos, aunque él dice en cambio que “me lo dicen, pero yo siento que soy medio perezoso. Simplemente, de repente se juntan cosas en las que estuve trabajando, confluyen”. 

Lo que sí acepta es que lo moviliza seguir creando, y lo moviliza “cierta curiosidad” por el otro. En ese sentido, explica, “en las películas hay cierto intercambio de miradas, algo colectivo” que le atrae. Ese intercambio de ideas es un intercambio de mundos, de versiones del mundo, un concepto presente en su última película, “Amigas en un camino de campo”, que se verá hoy, a las 16.30, en el Cinema Paradiso, en el marco del FICPBA, con entrada gratuita.

La película, relata en diálogo con EL DIA, nació a partir de una propuesta de la productora para filmar en tiempos pandémicos. Esto implicaba, claro, un presupuesto acotado, una tarea a realizarse en pocas jornadas, y, en lo posible, al aire libre. Con esas premisas, Loza aprovechó para explorar algunos temas que venían rondando en su cabeza. 

“Por situación de encierro, estaba abocado a la lectura, a la poesía, y en ese comienzo conocí uno de los poemas de Roberta Iannamico, que finalmente estructura parte de la película”, dice, en relación a “Dantesco”, relato poético del regreso a casa de dos mujeres.

Además, cuenta, “tenía muchas ganas de contar algo que vengo trabajando en relación a la amistad. Hay algo de la edad, del paso del tiempo, de soltar algo de la juventud, donde ciertas amistades se distancian, se van, te despedís de gente… Va tomando otra dimensión la amistad, empieza a haber otra perspectiva, que quizás no tiene que ver con la algarabía de las primeras amistades, es otra cadencia. La película habla de esa despedida”.

El filme, protagonizado por Eva Bianco, Jazmín Carballo y Anabella Bacigalupo, tuvo su premiere mundial en el Festival Internacional de Cine de San Sebastián, y retrata a una mujer divorciada, que vive en las Sierras. Cuando cae un meteorito, sale con su amiga a buscarlo, y en la caminata, entre relatos del pasado, afrontarán la pérdida de la tercera amiga del grupo. 

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La película tiene, en ese sentido, cierto aroma a reflexión pospandémica. “Filmar era una posibilidad de empezar a salir, una experiencia grupal después de estar aislados: hay algo de eso en la película, de salir, pasear, después de un largo invierno”, dice Loza, aunque avisa que la película no nombra lo pandémico. Pero no puedo evitar que se hizo en ese contexto, y que algo de todo eso tiñó la película. Hay algo de lo pandémico que es piantapúblico: esta no es una película pandémica, pero sí está esa idea de empezar a salir, del descubrimiento de la naturaleza, de la necesidad de la otredad, de estar con otros, de la compañía”. 

Y también, lanza, “la idea de despedir cierta zona de inocencia”. Es el fin de algo, de esa etapa de inocencia sin pérdidas, puntuada por la llegada de ese objeto extraordinario a unas vidas por lo demás ordinarias. Allí, dice Loza, en ese meteorito que irrumpe, “hay cierto trabajo con la poesía: la poesía empuja lo extraordinario. Las cosas son como son, no tienen mucha gracia, y la poesía empuja esa zona más cruda de las cosas, las vuelve más tolerables. Y está constituida de materia cósmica: hay algo del meteorito que tiene que ver con la poesía”.

“A mi siempre me han conmovido personajes más opacos, que aparentemente no tienen mucho para contar, y a los que algo extraordinario los impulsa a salir. En este caso, el meteorito es el pretexto para el paseo”, explica.

El pretexto lleva a la caminata, musicalizada por Santiago Motorizado y fotografiada por Eduardo Crespo. Y la caminata lleva a que afloren recuerdos. Pero los recuerdos son tramposos, y cada cual recuerda de una manera ese pasado. “La memoria genera ficción, genera un relato, y los relatos son arbitrarios”, dice el cineasta de “Los labios”, “Malambo” y “Breve historia del planeta verde”. “La memoria arma relatos antojadizos, y a veces necesita un relato reparador, arma el relato que conviene para seguir viviendo. Y creo que en los vínculos a veces hay un desfasaje, y uno aprende a conciliar el relato propio con el relato del otro, aprende a convivir con esa otra versión de lo mismo”.

Es que, cierra, “las cosas nunca ocurren como las contamos, ni como nos las cuentan. Eso es algo que me da gracia. Es parte de la dinámica de los vínculos. Es que el otro, la otra, sigue siendo un gran misterio. Y un misterio mayor es cómo sucedieron las cosas verdaderamente”.