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La irrupción libertaria y el liderazgo del antiperonismo

La irrupción libertaria y el liderazgo del antiperonismo

Manuel García Arias

29 de Mayo de 2025 | 02:01
Edición impresa

eleconomista.com.ar

El PRO frente al espejo de su propia historia: la irrupción de Milei reconfigura el tablero opositor y obliga al partido fundado por Macri a elegir entre reinventarse o diluirse. Tiene estructura, dirigentes y capacidad técnica, pero ya no marca el rumbo. Frente al avance libertario, su futuro pende de un hilo. ¿Tiene posibilidad de ser un actor relevante o será fagocitado por el fenómeno libertario?

El sistema de partidos en Argentina está acostumbrado a los reacomodamientos, pero algunos movimientos marcan un antes y un después. La irrupción de La Libertad Avanza (LLA) como fuerza dominante del electorado antiperonista/antikirchnerista está dejando al PRO en una situación que recuerda demasiado al destino que el propio PRO le impuso a la UCR hace menos de dos décadas.

Cuando el PRO apareció en la escena política nacional, se llevó consigo buena parte del electorado urbano, de clase media, cansado del desgaste radical y ávido de una nueva forma de liderazgo: más gerencial, más moderna, menos ideológica. Hoy, ese electorado está migrando nuevamente, esta vez hacia una propuesta más disruptiva, más ideológica, menos institucionalista. Javier Milei, con su tono confrontativo y su agenda radicalizada, ha logrado capturar el deseo de ruptura total que el PRO pareciera ya no representar.

La pregunta clave ya no es si el PRO puede recuperar el terreno perdido, sino si tiene algo nuevo para decir que no haya sido ya absorbido por el discurso más agresivo, emocional y rupturista de los libertarios. Porque en política, como en el mercado, quien no se reinventa, desaparece, al menos de la esfera nacional.

Siguiendo esta línea de pensamiento, la política argentina parece funcionar como un péndulo que oscila entre distintas versiones del peronismo y una oposición que, más que fuerza con identidad propia, actúa como su contracara circunstancial. En ese marco, el ascenso de La Libertad Avanza (LLA) como nuevo actor dominante del espacio no peronista está reconfigurando el mapa político.

Asignatura pendiente

Este fenómeno revela una constante estructural: la oposición no peronista en Argentina ha tenido históricamente dificultades para construir una identidad propia, más allá de su rol como alternativa al peronismo. Ni la UCR post-2001 ni el PRO post-2019 han logrado articular un proyecto de largo plazo con contenido propio que exceda la crítica al peronismo. Esta debilidad programática hace que, cada cierto tiempo, una nueva fuerza ocupe ese espacio con un lenguaje renovado, pero sobre una base de insatisfacción acumulada.

Hoy el PRO atraviesa una pérdida sostenida de representación electoral y social. Su electorado tradicional -urbano, de clase media, anti-intervencionista- ha comenzado a migrar hacia LLA. Sin embargo, Milei aún genera inquietudes e incertidumbre, por lo que la fidelización de esos votantes no peronistas, que antes se nucleaban en otros partidos, dependerá de su desempeño en el gobierno. No obstante ello, el daño al PRO como estructura partidaria ya parece hecho.

En este nuevo escenario, el principal capital político del PRO radica en su estructura territorial, gobernadores, sus cuadros con experiencia de gestión y su acervo técnico en políticas públicas. Tal como lo hizo la UCR dentro de Juntos por el Cambio en 2015, cuando aportó federalismo, presencia institucional y proyección nacional, el PRO podría ahora ofrecer gobernabilidad desde un rol secundario pero estratégico. Para ello, debe construir un discurso claro de acompañamiento y encolumnamiento con la gestión de LLA, generando una sinergia que permita al oficialismo capitalizar su experiencia y al PRO recuperar centralidad sin confrontar directamente.

La alternativa, si no es aceptado como socio, consiste en ejecutar una estrategia discursiva de victimización inteligente: manifestar de forma explícita su voluntad de acuerdo con el gobierno, señalando su disposición a colaborar y su apertura al diálogo. En caso de ser rechazado, el costo político recaería sobre LLA, que quedaría como responsable de excluir a un actor con intención de contribuir. Así, el PRO podría preservar parte de su capital político sin caer en una oposición irrelevante

 

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