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Policiales |Entrevista a la viuda del fotografo asesinado en barrio norte

“No le deseo a nadie lo que vivimos mis hijas y yo después del crimen”

Eleonora Ferrario habla de su vida con Alfredo Galeano, a horas del veredicto al acusado de matarlo

“No le deseo a nadie lo que vivimos mis hijas y yo después del crimen”

Eleonora Ferrario, junto a su abogada Silvia Petroff, espera para el acusado “la máxima pena” - gonzalo calvelo

Por Alejandra Castillo

24 de Septiembre de 2017 | 04:43
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“Ese día él debe haber sentido mucho miedo”, dice Eleonora Ferrario (40), en referencia a su esposo Alfredo Galeano (39) y al 10 de junio de 2014, cuando lo ejecutaron de dos tiros por la espalda frente a su casa de 37 entre 3 y 4.

Ya en la recta final del juicio oral que tiene como único imputado al biólogo Hugo Castillo, Ferrario sólo pretende una cosa para el acusado del crimen que le cambió la vida: “Deseo de corazón y con todas las fuerzas que reciba la pena máxima”.

Eso, la reclusión perpetua, pidieron en sus alegatos la abogada que representa a Eleonora y a sus dos hijas, Silvia Petroff, y los fiscales Marcelo Romero y Claudia Cendoya, mientras que el defensor de Castillo, Ulises Saccella, fue por la absolución.

Serán los jueces del Tribunal Oral en lo Criminal II de La Plata -Silvia Hoerr, Claudio Bernard y Liliana Torrisi-, quienes decidan el futuro de Castillo en su veredicto del próximo miércoles. Eleonora espera que llegue esa instancia para “cerrar una etapa y volver a empezar”.

A días de que eso pase, habló mano a mano con EL DIA de su vida con Alfredo, de aquella noche siniestra y de lo que sobrevino desde entonces, pero también de lo que le pasó durante el debate, debiendo estar sentada a unos pocos pasos del acusado del homicidio.

Cuenta que no sintió el miedo que la atravesó en la audiencia previa al juicio, en 2015, cuando se topó con ese hombre que la miraba con pose de “psicópata, que se reía y lloraba”, recordó. Estas semanas de audiencias, reflexiona Eleonora, ayudaron a que ella empezara a “aflojarse” para tener la sensación de “mirarlo de afuera”, aunque admite que los alegatos “fueron lo más fuerte”. El miércoles pasado Eleonora le gritó al biólogo: “Hijo de puta, cínico”.

“Fue cuando empezó a decir que comprendía el dolor de la víctima y que se ponía en el lugar de la viuda que se quedó con dos criaturas. No aguanté más y lo insulté. Lo tenía contenido hace tres años”, aclara, como si hiciera falta.

LA DESPEDIDA DE SU HIJA MAYOR

Eleonora y Alfredo se casaron en 2007, aunque estuvieron juntos durante 19 años - “toda la vida”, resalta ella- y tuvieron dos hijas que tienen hoy 7 y 12 años.

La más grande “está al tanto del juicio porque yo le voy contando todo” y hasta “quiere ir al veredicto”, dice Eleonora, aunque logró convencerla de que no era una buena idea.

A Alfredo, que era fotógrafo, lo mataron a última hora del 10 de junio de 2014, un día del que Eleonora recuerda cada detalle, porque fue cuando su vida y la de sus hijas se torcieron para siempre. Para la abogada Petroff, Castillo “utilizó sus conocimientos de caza para consumar una cacería humana” y eliminar “a quien consideraba la persona que le iba a quitar a su mujer, Marcela Kaufmann”.

“Como Alfredo nunca estuvo amenazado, yo no me di cuenta. Notaba un cambio en él, pero lo relacioné con una discusión que había tenido con su hermano y que lo tenía mal”, detalla Eleonora, quien recién después de la tragedia cayó en la cuenta de que ese día Galeano “debió sentir mucho miedo”.

“El no era verborrágico, pero tampoco de estar callado y tan nervioso. Lo desconocí totalmente, ese día no era la persona que yo había conocido hace 19 años. Le pregunté qué le pasaba y me dijo que estaba cansado, que no tenía ganas de ir al cine”.

Sin embargo, esa noche acompañó a Eleonora y a las nenas a ver una película y de ahí fueron a cenar a Burger King: “Estaba apurado porque tenía que llevarle un DVD con fotos a una clienta. En ese estado de nervios, apurado, histérico, nos llevó a mi casa rapidísimo. Volaba con el auto. Fuimos a cargar nafta, nos dejó en mi casa, yo bajé con la más chiquita a upa y cuando me di vuelta vi que estaba abrazando a la nena más grande. Parecía una despedida”.

Eleonora supuso que Alfredo le estaría explicando a su hija que “estaba nervioso”, pero una semana después la chiquita le reveló lo que su papá le había dicho al oído: “Que la quería mucho, que siempre iba a estar en su corazón y que cuidara a su mamá”.

Por eso Ferrario está convencida de que su marido “sabía que algo grave iba a pasar”.

A su lado, aporta Petroff que el biólogo “tenía un modus operandi: llamaba por teléfono a las personas que sospechaba” que podían estar con Kaufman, lo que lo llevó a elaborar una lista de cuatro hombres, entre los que estaban el de la actual pareja de su ex mujer, Vicente Ojeda, y el del propio Galeano.

Alfredo volvió a su casa cerca de las 11 de la noche. Se sabe que bajó del coche y que el asesino le disparó dos tiros con una pistola de calibre grande (probablemente 357 o 38), una vez a la cabeza y otra a la cintura. Nunca se sabrá si llegó a decirle algo.

“Increíblemente esa noche las nenas se durmieron enseguida. Yo escuché ruidos en la calle. Una sirena que se acercó y paró justo abajo. Pensé que Alfredo no subía porque estaba ayudando a alguien o que lo habían asaltado. Levanté el portero y ahí escuché que un policía le preguntaba a una vecina si conocía al dueño de un Astra azul. Yo no quería creer; me decía ‘seguro que se equivocaron de auto’; tardé muchísimo en bajar. Recuerdo que sentía que se movían los cerámicos del piso”, rememora Eleonora de aquel momento.

Después, lo de siempre. Los trámites en medio de la conmoción, el desconsuelo mezclado con la furia, el miedo, los rumores. Es que en el análisis de las distintas hipótesis aparecieron los nombres de las amantes de Galeano.

“Tuve que hacer un doble duelo –reconoce Eleonora-, enterarme de la traición de la peor manera, porque él lo pagó con el peor precio, y su muerte. Pero la ausencia física era tan fuerte que las infidelidades pasaron a un segundo plano”.

“quiero volver a empezar”

No obstante, lo más duro fue contener a las dos nenas en ese atravesar por la tormenta. “La más grande es más madura e hizo el duelo conmigo, pero la chiquita (que cumple 8 años en octubre), empezó a caer meses después; hizo un retroceso, se levantaba de noche y se hacía pis”, cuenta Eleonora, quien refuerza la idea asegurando que no desea eso para nadie.

De un crimen se habla de móviles, mecánica, sospechosos, detenciones o veredictos, pero poco se habla de cómo sigue la vida de las otras víctimas del drama.

“No sé cómo hice –reconoce Eleonora- me fui curtiendo a golpes”. Asegura que se le “borraron algunas cosas”, como la clave del cajero. Ella y sus hijas se quedaron en la misma casa, aunque cambiaron el lugar de las cosas y el color de las paredes. Cuando mataron a su marido Galeano trabajaba en el jardín de infantes del Servicio Penitenciario Bonaerense, pidió una licencia porque durante los dos primeros meses no salía a la vereda si no era de la mano de su padre, y luego le dieron el traslado al museo del SPB. “Necesitaba eso, un trabajo mecánico”, explica.

Recién al año y medio sintió que el dolor le daba un poco de respiro, que se le abría una grieta por donde entraba un poco de aire fresco. Le pidió al jefe del gabinete de homicidios que le mostrara todo el material que tenían sobre la vida que ella desconocía de su marido, y, dice, “fue como sacarme una mochila”. Admite que la idea de volver a apostar a una pareja no le resulta sencilla, aunque no pierde “las esperanzas” y tiene otros planes importantes para su vida, como estudiar Derecho (le gustaría convertirse en abogada penalista) y mudarse de barrio.

“Quiero cerrar la etapa y volver a empezar”, concluye.

 

 

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