El clima les sonríe, y en San Bernardo los turistas le sacan el jugo a la playa

Con una temperatura máxima que rozó los 30º, San Bernardo tuvo ayer uno de los días más calurosos del año y miles de familias y jóvenes aprovecharon para copar la franja gratuita de la playa, mientras que en las carpas -que se alquilan a unos $1.300 por jornada- podían verse varios lugares vacíos.

Poco importó que de tanto en tanto las nubes cubrieran parte del cielo o que soplará el viento norte. Bastó con acercarse a la Av. Costanera, paralela al mar, para ver la arena salpicada de colores, y ya en la playa, miles de turistas aderezaban el lunes metidos en el agua, o jugando a deportes como el tejo -un clásico veraniego que nunca pasa de moda-, mateando o bailando alrededor de sus parlantes y bebiendo los más jóvenes. También estaban, claro, los vendedores ambulantes buscando atraer con sus productos a los veraneantes.

Para hoy, “Sanber” promete otro día de temperatura ideal para estar en la playa: 31º de máxima y 18º de mínima, con unas pocas nubes que dejarán ver el sol. Se prevé que el buen clima se extienda hasta el jueves, mientras que para el viernes y el sábado se esperan lluvias, con una temperatura máxima de 24º.

A caminar cuando cae la tarde

En tanto, cuando cae la tarde, la movida se concentra en la zona céntrica, donde muchas personas hacen largas recorridas que van mucho más allá de los límites de San Bernardo. Entre las calles Belgrano y Obligado, la peatonal Chiozza es el paseo comercial por excelencia. Pero desde Belgrano en adelante, esa peatonal pasa a llamarse Jorge Newbery y es la calle principal de Mar de Ajó, mientras que en Obligado su nombre cambia a Mendoza y se convierte en la arteria céntrica de Costa Azul y La Lucila.

Muchos de los que llegan a San Bernardo -por sus playas, la calidez de sus noches, la tranquilidad de salir a la calle sin la inseguridad como problema, el clima familiar y juvenil de su movida- lo hacen atraídos por ese largo paseo entre tiendas, restaurantes y arte callejero que, casi sin advertirlo, puede llevar al caminante de Chiozza a Jorge Newbery o Mendoza; de San Bernardo a Mar de Ajó o Costa Azul o La Lucila.

El recorrido por Chiozza empieza a las 20, cuando se hace peatonal, y puede extenderse hasta la madrugada. Las familias van en busca de un restaurante para cenar -la oferta gastronómica, para todos los gustos y bolsillos, incluye menús desde los $175 por persona-, algún souvenir -desde los $100- que atestigüe el paso por la Costa, la caja de alfajores locales -desde 100 pesos la docena-. También allí están los outlets de ropa -que ofrecen remeras por $200 y bermudas por menos de $300-. Y las casas de juegos electrónicos en las que adultos nostálgicos y niños pueden entretenerse desde los $26 por partida.

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Entre el ir y venir de turistas andan los animadores de fantasía, vestidos con trajes que poco se parecen a los personajes que pretenden representar: Batman, Spiderman, Mickey, Minnie y más caminan la peatonal y son el imán de niños que quieren una selfie con ellos. Luego, esos mismos personajes se subirán al “tren de la alegría” para recorrer la “bolichera” Av. San Bernardo -que atraviesa Chiozza- a paso de hombre, y delante de él, el atlético Spiderman correrá raudo y hará piruetas para deleite de los más chiquitos de la familia.

Los aerógrafos -que pintan paisajes con aerosol y los venden a unos $300- también flanquean la Chiozza, que refulge con letreros luminosos, huele a garrapiñadas y frituras de mar y aturde con la música que anuncia el paso del “tren de la alegría”, la guitarra y la voz de cantantes a la gorra o la cumbia saturada que sale de alguno de los parlantes que siempre lleva consigo algún joven.

Estadías cortas y poco consumo

A los jóvenes se los ve poco en Chiozza. Para encontrarlos hay que seguir caminando por la peatonal hasta que su nombre sea Jorge Newbery, en Mar de Ajó, donde empieza la proliferación de cervecerías, casi una parada obligada antes del ingreso al boliche. O ir por Chiozza hasta la Av. San Bernardo, que en una cuadra concentra los principales pubs y boliches como El Eterno y San Bernardo Chico entre los que se reparte la mayoría de jóvenes y adolescentes. Es aquí también donde se refleja el mayor movimiento de una temporada que los lugareños califican de regular a mala.

“Ya no hay estadías largas, ni siquiera de una semana. La gente viene el fin de semana y se va”, contaba ayer el encargado de un hotel de San Bernardo. Los testimonios, con otros rostros, se repiten en los demás rubros y a lo largo de la Costa: taxistas, comerciantes, martilleros coinciden en que la gente vacaciona poco y consume menos.

Por eso, en la peatonal Chiozza cuesta encontrar postales de restaurantes repletos y se camina fácil entre los que la recorren mirando tiendas, consultando precios, acaso sin llevar nada. Y lo mismo se refleja en los centros comerciales de otros destinos turísticos como Pinamar y Mar del Plata.

En San Bernardo, el panorama apenas cambia sobre la Av. San Bernardo, donde los más jóvenes, que llegan casi exclusivamente para salir se apiñan en la puerta de los boliches y pueden llegar a gastar más del 20% del dinero de su estadía en una noche, después de haber desembolsado otro tanto para llenar de bebidas y viandas las heladeritas que llevan a la playa.

Así, en sus dos calles principales San Bernardo es la síntesis de una temporada que muchos califican como “rara” -los jóvenes que marcan el ritmo durante el fin de semana y se van; las familias que llegan por pocos días y consumen poco- y que, desde la primera quincena de enero, esperan que repunte: si no ya este mes, al menos en febrero, cuando los precios de alquileres y hoteles son más bajos.