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Emma Stone en “La Favorita”, de Yorgos Lanthimos / Outnow
Alejandro Castañeda
Por: Alejandro Castañeda
LA FAVORITA, de Yorgos Lanthimos.- Ya sabemos: las reinas son difíciles y manejadoras. No hace falta irse tan atrás. Pero este nuevo trabajo del griego Yorgos Lanthimos, pomposo pero con nervio, es más que un nuevo ejemplo a favor de una femineidad en plena expansión; también es un implacable retrato –otro más- del poder y la basura de codicia y traiciones que anida allí.
Estamos a comienzos del siglo XVIII. La reina Ana (Olivia Colman) –la última Estuardo- anda de mal en peor. Insegura, enferma, dolorida, sólo logra algunas migajas de consuelo cuando se mete en la cama con su jefa de gabinete, Sarah Churchill (Rachel Weisz) , esposa del duque de Marlborough, una maquiavélica lady que no sólo la contiene y la hace disfrutar, sino también la reemplaza, la alecciona y sobre todo la maneja.
El film muestra que los súbditos a veces doblegan al amo y que en la cima del poder no hay piedad ni inocentes. La historia cuenta el arribo al Palacio de Abigail (Emma Stone) una sobrina de Sarah. Al ver lo que pasa allí, Abigail se dará cuenta que la corrupción anda por todos los rincones y que al amparo de la suba de impuestos y el llamado a la guerra, los señoritos invocan a la patria mientras sólo desean el manejo del palacio y del tesoro.
Vieja historia intrigas palaciegas y ambiciones conocidas. La reina cada vez trastabilla más y la recién llegada va reemplazando a la jefa de gabinete en todos los trámites. Primero, la alivia de sus pesares físicos y al final directamente llega a esa cama donde la soberana aprende a quitarse los achaques a pura caricia.
Pero claro, la historia también enseña que tras los banquetes suelen acechar los atracones. Y que nunca hay dos favoritos bajo el cielo de las grandes señoras. Por eso la interna entre las elegidas se vuelve cada vez más sanguinaria. El film está bien vestido, como corresponde a estas producciones vistosas, con más cortinados y peluquines que emociones.
Tres impecables trabajos subrayan el poder de una película que deja a los hombres, pegajosos y ridículos, en el vestíbulo del gran escenario. La Favorita no quiere tener rigor histórico. Si no, primero, rendirse ante el poder cautivante de un poder que está mucho más allá del oro.
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Y después, mostrar que son ellas, las tres mujeres, las que se quedan con todo: goces, venenos, ambiciones. Hasta el flamante esposo de Abigail debe conformarse con ser apenas masturbado por una esposa a la que sólo la excita el trono. Como todo film de época, planos extravagantes, personajes de pacotilla y cortesías melosas abundan en medio de una puesta en escena que tiene vuelo y clima. El film enseña que de traidoras está hecha la vida palaciega. La reina al final comprenderá con dolor que todas las favoritas que la rodean sólo quieren usarla. Al final, al exigir ser tratada como tal y privilegiar lo simbólico por encima de lo real, Ana mostrará que a las soberanas insatisfechas y furiosas sólo la esperan la traición o la soledad.
(***BUENA)
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