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Crianza sin gritos: claves para no sucumbir al cansancio

Muchas veces las familias necesitan recurrir a distintas estrategias para darles indicaciones a niños y niñas sin enojarse. ¿Y qué ocurre si los imperativos son ellos, porque son muy chiquitos y no conocen otra forma de expresarse?

Crianza sin gritos: claves para no sucumbir al cansancio
Cecilia Famá

Cecilia Famá
vivirbien@eldia.com

25 de Junio de 2023 | 05:56
Edición impresa

“Hasta los adultos más pacientes han gritado alguna vez cuando pierden la paciencia. El problema del grito, es que ¡lo que abunda se hace invisible! Imagínense ir a la casa de un amigo. Cuando ingresan sienten un olor a humedad terrible. Le preguntan al respecto y él les dice que no siente nada. Al día siguiente, regresan y sucede lo mismo. Al cabo de una semana, vuelven y ya casi no sienten el olor a humedad. Hasta que, finalmente, un día ya dejan de sentir ese mal olor. ¿Se arregló el problema de la humedad? No, ustedes se acostumbraron. Lo que abunda, se hace invisible, y lo mismo sucede con el grito: al cabo de un tiempo los niños se ponen una especie de traje de amianto que hace que el grito ya no les llegue a afectar. Además, hay evidencia que los gritos, como forma de disciplina, desarrollan en los niños agresividad, retraimiento social y falta de empatía.

“Es difícil imaginar que un niño aprenda a controlar sus emociones si ve que nosotros, como adultos, no podemos hacerlo”. La que habla es la autora y especialista en educación Laura Lewin, cuando se le pregunta si es posible dar órdenes sin levantar la voz.

“El grito sirve solo para frenar un comportamiento negativo en el momento. Salvo para esto, el grito solo trae consecuencias negativas. Al gritar, no solo estamos demostrando que no tenemos control sobre nosotros, sino que, además, solo logramos que los niños reaccionen por temor pero no que puedan modificar una conducta negativa. El niño, a su vez, en vez de acercarse a nosotros, se aleja”, sostiene la experta.

“Yo notaba a Lautaro muy retraído, poco sociable. Me llamaba la atención que no tuviera amigos con los que invitarse a jugar a casa o tener un vínculo más allá de la escuela. Fuimos a unas sesiones con una psicóloga infantil y, entre otras cosas, salió a la luz la forma en la que se comunicaba él con sus pares, que era a los gritos y dando órdenes constantes. Para mi fue un shock, porque el nene no estaba más que repitiendo el ejemplo nuestro en casa, que en general es ese: muy caótico, de elevar la voz, bastante imperativo. Fue una terapia que nos sirvió a todos para cambiar la dinámica familiar y poder construir un ecosistema más sano para nuestro hijo y para la familia”, dice Eva Contreras, profesora de matemáticas.

El ambiente tranquilo colabora un 100% para que los niños se sientan seguros de si mismos y puedan establecer vínculos desde ese lugar.

“El gritar, a su vez -dice Lewin-, enfatiza la relación de superioridad e inferioridad: “yo tengo control sobre vos”. Lo que, en vez de ayudar al niño a razonar con calma, hace que tenga miedo o bronca y que reaccione y baje su autoestima y autoconfianza.

Dejar de gritar es difícil, como lo es todo hábito que queremos cambiar. Por eso, para dejar de gritar, debemos comprometernos seriamente con nosotros mismos.

Vamos a necesitar perseverancia y auto-control. Y de paciencia. Y más paciencia.

 

“Es difícil imaginar que un niño aprenda a controlar sus emociones si ve que nosotros, como adultos, no podemos hacerlo”

Laura Lewin,
Autora y especialista en educación

 

Los adultos somos ‘influencers’ para los chicos y determinamos ciertos modelos de relación, positivos o negativos. Al enseñarles de una manera positiva, reforzamos nuestra influencia sobre ellos, nos conectamos mejor, los hacemos sentir más seguros y confiados, les damos herramientas para autorregular sus emociones, les enseñamos empatía y generamos un hogar con más armonía.

LLANTO Y GRITOS EN CASA

Los primeros años de vida de nuestros hijos, son también nuestros primeros años de padres. Aparecen en nuestras vidas nuevas experiencias y un puerperio latente. Mayormente estamos aprendiendo con ellos, de cada nuevo desafío de crecimiento que transitan. Y ellos al igual que nosotros somos regulados por nuestro cuerpo para atravesar cada etapa. Cada hito que se transita, son procesos evolutivos y fisiológicos naturales.

“Sin embargo entre las consultas más frecuentes de los padres están ‘los berrinches’, ‘los gritos’ y el descanso. Las familias suelen atravesar estos eventos con angustias y culpas. Sobre todo por la mirada social frente al accionar de los padres con sus hijos. En el consultorio es muy frecuente ver que no se sienten comprendidos y que reciben muchas opiniones de su entorno. Que seguramente sean ‘con buenas intenciones’, pero que no es compatible con sus expectativas como padres. Y es habitual escuchar la sugerencia de ‘dejarlos llorar’, ‘no le va a pasar nada’, ‘se acostumbran y se duermen’, “poné límites fuertes” o “lo hace de caprichoso”. Es por eso que hay que hacer foco en la importancia de no dejar llorar a los bebés, de no gritar y de validar sus emociones’, detalla Lali Zurzolo, doula y puericultora.

“Siempre les planteo a las familias, que todos lloramos, y que no hay nada más sano y empático, que cuando esto sucede, alguien se acerque y nos abrace. Entonces, ¿por qué en el bebé sería diferente? No olvidemos que el bebé no puede manifestarnos desde el lenguaje hablado lo que le sucede. Es por eso, que necesitan que se valore y se le dé lugar a su llanto. Los bebés lloran por muchos motivos: hambre, molestia, dolor, miedo, angustia, necesidad de apego, entre tantos otros. Y es real que a veces no sabemos con exactitud que les pasa, pero dejarlos llorar solos no es la mejor opción para su organismo, ya que parte del desarrollo de su potencial emocional es la validación de sus sentimientos”, sostiene la especialista.

“Con respecto al sueño, quiero contarles que es un proceso evolutivo, como lo es también el control de esfínteres. Y como tal, aunque generemos una ‘higiene del sueño’ ideal, esto no nos asegura que el bebé duerma toda la noche. Los adultos tampoco dormimos toda la noche, nosotros tenemos al menos nueve despertares nocturnos, que aunque no lo notemos suceden. Como adultos ya maduramos las fases del sueño y sabemos conciliar el sueño solos. El bebé, por otro lado, durante unos cuantos años está aprendiendo a hacerlo y debemos acompañarlo”.

 

El sueño tiene múltiples funciones: es reparador, colabora con el crecimiento del niño, con su desarrollo y aprendizaje, con la memoria y con el desarrollo inmunológico”

Lali Zurzolo,
Doula y puericultora

 

“El sueño tiene múltiples funciones, es reparador, colabora con el crecimiento, su desarrollo y aprendizaje, con la memoria, con el desarrollo inmunológico, el organismo lo utiliza como regulador de sustancias neurotóxicas y les ayuda a procesar las experiencias del día”, dice Zurzolo.

“Los despertares también tienen una función. Son parte de la supervivencia, ellos deben despertar por hambre, deben manifestar si algo duele o molesta, deben verificar que haya un cuidador cerca, y además se ha demostrado que mantienen activo a su cerebro y tienen como objetivo protegerlos de la muerte súbita. No deja de ser un mamífero que tiene que aprender a sobrevivir en un nuevo medio. Si el bebé despierta y nadie acude a su llanto se estresa. La ciencia nos dice hoy, que el estrés es un neurotóxico para un cerebro en desarrollo. Cuando el bebé está estresado libera catecolaminas, hormonas como el cortisol, que dañan su cerebro y deprimen sus sistema y trae grandes problemas para ellos”.

Con respecto a los gritos, la puericultora explica que “sabemos que en el proceso de crecimiento de los niños y como parte previa al lenguaje hablado aparecen los ‘berrinches’. Éstos son una expresión de enojo y frustración. Entre el año y los tres años hacen estas manifestaciones emocionales por no tener madurado aún otras herramientas de expresión. En este punto es, donde las familias dicen que su casa se ha convertido en ‘un griterío’ y nos preguntan cómo se maneja esto. Al ser un proceso natural, no tenemos nada que ‘manejar’. Se trata de acompañar y ‘abrazar’ el momento como se pueda.

Lamentablemente la crianza respetuosa es una ‘nueva experiencia’ en las maneras de criar, y no es muy conocida. Por desconocimiento, a veces se juzga a los padres que la utilizan diciendo que dejan que el niño ‘haga sin control’ o que lo están ‘malcriando.

Y lo que verdaderamente se busca es que el niño sea niño y nosotros, adultos, acompañemos procesos naturales de maduración”, dice la especialista.

Entonces, una buena idea es contener (a veces acercándonos solamente); expresar que comprendemos lo que está pasando (validar emociones del niño) evitar que se lastimen; no gritar o amenazar, sino poner límites claros; y esperar cerca de ellos a que termine.

¿Suena muy fácil no? Pero la realidad es que no es tarea sencilla. “La crianza o la manera de criar depende de muchos factores. Por ejemplo de nuestra propia infancia, del poco descanso, estrés diario, problemáticas familiares, las miradas ajenas, o también el compartir crianza con familiares o amigos con otra mirada suele ser un desafío. Pero los invito a pensar un segundo de qué persona les gustaría que esté al lado suyo cuando están colapsados, llorando, sin poder dormir, nerviosos o angustiados. Y que traten de ser esa persona para ellos”, aconseja Liz.

“Si sentimos que nos desbordamos, y que no tenemos herramientas para abordar estas etapas busquemos ayuda. Hoy en día hay muchos profesionales dedicados a temáticas de crianza que pueden ayudarnos, como ser pediatras, psicólogos, puericultoras entre tantos otros. No dejemos pasar por alto lo que sucede en casa y lo que nos pasa a nosotros cuando todo sucede. Todo esto es ‘salud mental’ y hay que darle lugar y ocuparnos”, finaliza la experta.

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