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La Ciudad |Un fenómeno que crece

Gastos y fiestas: la vorágine de los estudiantes secundarios y sus padres

La Ciudad ya palpita la previa de la temporada fuerte de egresos, celebraciones y viajes. Pero ahora, la demanda arranca desde mucho antes. Costos, exigencias económicas y el rol de los adultos ante el reclamo adolescente

Gastos y fiestas: la vorágine de los estudiantes secundarios y sus padres

Lorena Bermúdez y su familia, en el egreso de su hijo Valentín

Alejandra Castillo

Alejandra Castillo
acastillo@eldia.com

13 de Octubre de 2024 | 03:13
Edición impresa

“Me acuerdo de la época cuando yo estaba en la secundaria y me quiero morir. Mis viejos solo tuvieron que pagar el viaje a Bariloche, que no era en avión sino en micro y con muchísimas menos cosas que los de ahora. Y la cena de fin de año fue algo bastante sencillo”, recuerda Martín, que tiene 50 años y está reviviendo sus tiempos de adolescente con su hijo Teo, de 16. Eso sí, con algunas “diferencias”. Es que las fiestas de “ahora”, dice, demandan “vestidos y trajes especiales, alquiler de súper salones, catering con todo, Djs, influencers que cobran por la presencia, sesiones de fotos, videos, etc.”.

Justo en la previa de la toma de decisiones importantes, como elegir ni más ni menos que una carrera universitaria, un curso terciario o la búsqueda de un trabajo, chicos y grandes tienen la cabeza, el tiempo y el bolsillo ocupados en otras cosas. Para ser justos, la locura no arranca en el último año del secundario, sino en cuarto.

Lorena Bermúdez puede dar fe de ello. Madre de tres varones de 27, 19 y 16 años, este año se embarcó en la última “vorágine”, con el menor. “Los tres fueron al mismo colegio”, aclara, “aunque con todos fue muy distinto”.

Gaspar, el mayor, “fue la tercera promoción del secundario y tuvieron su UPD (Último Primer Día), pero eran los primeros, lo hicieron en casa y ellos se encargaron de ahorrar dinero. Los padres acompañábamos, pero desde otro lado y las exigencias no eran tantas como ahora. Con el más chico arrancamos con los gastos este año, en Cuarto”. Si bien reconoce que las empresas de turismo ofrecen los contratos con tanta anticipación por una cuestión de costos, también advierte Lorena que los adolescentes se suben a “la misma vorágine” con el ímpetu propio de su edad.

“Ya no sé cuántas ‘U’ tienen”, bromea, en relación a las siglas del último primer día, últimas vacaciones de invierno, último último día y siguen las firmas. Es por eso que los adultos organizan “pozos” para recaudar dinero que les permita afrontar gastos futuros y seguros. Por ejemplo, para los buzos de egresados que deben pedir un año antes, es decir, en quinto. Hablando de vorágines.

María Eugenia, por ejemplo, es mamá de una adolescente que egresa este año. La fiesta les demanda 1.969.500 pesos, entre sonido, alquiler de pantalla, dj, tarima, una alfombra roja y un largo etcétera. “Esos gastos se dividen en dos cursos”, explica; los pagamos con un fondo que venimos juntando” y salvaron de la inflación depositándolo en un plazo fijo. A eso hay que sumarle el valor de cada tarjeta que pueden adquirirse un año antes, para congelar el precio.

Martín sigue recordando su etapa de secundario: “Para arrancar, yo fui al Normal 1, con lo cual mis viejos no pagaban nada. Él (por su hijo) va a un colegio privado que sale 160 mil pesos por mes, y en esta época también hay que pagar la matrícula, que es equivalente a un poco más que una cuota”, explicó. Y agregó: “A eso hay que sumarle la cuota del viaje de fin de curso, que la arrancamos a pagar el año pasado pese a que viaja el año que viene. Es decir, dos años de cuota contra uno de cuando yo era pibe. Además, la reserva de su lugar, para la fiesta de egresados, que también es al año que viene y costó otros 40 mil pesos”. No está de más aclarar que cada integrante de la familia que desee acompañar al querubín deberá desembolsar otros 40 mil pesos.

“Pero la cosa no queda ahí. Sumale gimnasio, casi 20 mil pesos más. Y la cuota de socio de Estudiantes, para que pueda ir a la cancha. Esos son gastos fijos de todos los meses”, calcula Martín, y le agrega “ropa, comida, salidas con amigos, algún regalo para la novia… Una máquina de gastar plata. Ojo, se merece todo porque le va bárbaro en la escuela y demás. Nunca un problema. Pero el bolsillo, mamita...”.

Daniela Leiva Seisdedos, profesora de Historia y Trabajo y Ciudadanía en los colegios platenses San Cayetano y Nuestra Señora de Lourdes, reflexionó sobre el tema en la revista educativa que dirige, El Arcón de Clío: “De ninguna manera estoy en contra de que los chicos festejen o viajen cuando terminan su Secundario, pero cada vez nos anestesiamos en la cultura del festejo del porque sí y sucede en las escuelas”.

“Ya es un privilegio terminar el secundario en Argentina y la mayoría de nuestros alumnos en Sexto año tienen las expectativas en la diversión y no en su formación, se suben a la ola”, lamenta. Y suma: “La mayoría de mis alumnos de Sexto año de la Secundaria viven esta situación con excesos permanentes. Se quieren beber la vida demasiado rápido, no solo el primer día, sino cada ocasión que ellos inventan”.

A criterio de la docente, “los padres somos responsables de esto”, y, sin intentar deslindar responsabilidades, considera que las autoridades estatales configuran un “eslabón muy acotado en esta línea de festejos”.

INTOLERANCIA A LA FRUSTRACIÓN

“La conducta errónea de ceder permanentemente por parte de los padres a las demandas de los hijos, genera una espiral sin fin que a veces desorienta a los progenitores sobre como pararse frente a este fenómeno”, describe el doctor en psiquiatría Diego Sarasola. Según el profesional, “hace ya más de 70 años los psicólogos experimentales describieron los llamados patrones de refuerzo de la conducta (de modo simplificado, cada conducta reforzada positivamente tiende a repetirse). Aplicado a este problema, si cada demanda es respondida de modo afirmativo cada vez que se presenta, esto muy probablemente tienda a repetirse y muchas veces de modo espiralado, no pudiendo satisfacerse jamás plenamente”.

Destaca Sarasola que la posibilidad o no de enfrentar esto que, en definitiva, también son gastos económicos, “no debe ser la única limitante, y que muchas veces, aun siendo posible costearlos, es mucho más sano, decir ‘no’ y tratar de educar en el consumo responsable”.

Es que, explica, acceder a todos los reclamos facilita “la intolerancia a la frustración, ya que el no enfrentarlo a edad temprana a límites, ocasionará problemas en la vida futura, cuando sea el mundo exterior quien lo haga”.

“Estas cosas no son espontáneas, requieren de un aprendizaje, de una enseñanza y, sobre todo, de la comprensión por parte de los padres de que a veces la solución más rápida y cómoda no es la mejor”, cierra el psiquiatra, citando al viejo refrán: “El camino al infierno está plagado de buenas intenciones”.

300.000% EN UNA DÉCADA

Lorena puede dar cuenta del impacto de la inflación en el bolsillo de su familia teniendo en cuenta la evolución del precio del viaje a Bariloche. Para el de su hijo Gaspar, que ahora tiene 27 años, pagó 700 pesos hace una década. Para el de Valentín, que egresó en 2022, tuvo que desembolsar 150 mil pesos y, ahora, el mismo viaje vale dos millones de pesos. La suba, en definitiva, fue de 300 mil por ciento.

“En este colegio, relativamente, todos podemos acceder a que los chicos tengan estos delirios, aunque con mucho sacrificio y bajándolos un poco, pero así y todo son muy intensos”, reconoce. Por lo pronto, ya están recaudando para los buzos que usarán en dos años y deberán comprar el próximo, para, desde marzo del 2025, abocarse a recaudar para todo lo que vendrá en 2026.

El sexto año debería ser el de mayor preparación académica para la facultad o el trabajo, pero se llevan materias, porque están agotados por la vorágine de fiestas”, cuenta la profesora Daniela Leiva Seisdedos. También pone el foco en la exigencia económica que tantas familias no pueden afrontar y aísla a los adolescentes

En esta década Bermúdez también pudo observar de cerca la interacción entre padres e hijos, en relación con el lugar que los adultos les daban a las demandas de los adolescentes: “He visto de todo. En algún grupo noté que decidían los chicos. Si quieren ponerse un gorro verde, no me voy a involucrar, pero hay cuestiones en las que deben resolver los adultos”, aseguró.

Leiva Seisdedos no solo opina como docente, sino también como madre de una chica que está en la secundaria. “Las cuotas de los viajes son astronómicas”, dice en un mano a mano con EL DIA, sin pasar por alto que la elección de la empresa a contratar suele generar conflictos que terminan dentro del aula. Además, estas firmas organizan fiestas que prometen descuentos para las excursiones y suelen realizarse los días jueves. Se suman, claro, a las múltiples celebraciones de quinto y sexto año. En el caso del UPD, desde la Dirección General de Cultura y Educación sugieren que “hablemos o acompañemos a los chicos, pero hay colegios que les preparan el desayuno y los devuelven a sus casas”.

“Es una carrera de planificación de fiestas”, lamenta Leiva Seisdedos, y se pregunta: “¿Cuándo los adultos vamos a frenar esta locura? Tenemos que hacernos cargo y dejar de tener tantas culpas y poder decir que ‘no’, para que los chicos festejen lo que realmente importa, que es valorar a dónde llegaron”.

 

 

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