Formación docente: lo mismo un burro que un gran profesor

“En una provincia donde los chicos no saben leer, todos los docentes tenemos 10 de calificación”, comenta un ex director de escuela con treinta años de experiencia en el sistema educativo bonaerense y lo dice sin exagerar. En contraste con los bajos resultados educativos que se observan en la aulas, la mayoría de los educadores tiene el máximo puntaje docente, una nota que en general se “regala” y que una vez obtenida no se pierde más.

Con un sistema educativo en crisis, el nivel de formación de los que forman -señalan diversos especialistas- constituye un problema central que urge atender. Y por cierto, no son los únicos que opinan así. Como puso en evidencia un sondeo hecho el año pasado por el Observatorio Hacer Educación de la UBA, el 44% de las personas pertenecientes a la población general y el 33% de los encuestados del sector educativo coinciden en que se trata del problema más serio que tiene hoy la educación.

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Al analizar la cuestión, especialistas en educación y funcionarios señalan como su causa principal la existencia de un sistema de formación docente muy heterogéneo y dispar en los niveles de exigencia, que en muchos casos ofrece contenidos alejados de la realidad de las aulas y que sobre el cual el Estado ejerce escaso control. Pero no menos determinante -afirman- es el hecho de que una vez obtenido el título, los docentes se sumergen en un medio que tampoco reconoce el esfuerzo de quienes aspiran a mejorar ni aprovecha el receso de verano para fortalecer su capacitación.

EL HUEVO O LA GALLINA

Como un circuito vicioso, “el bajo nivel con que se egresa hoy del secundario repercute a su vez sobre la formación de los futuros docentes”, afirma el profesor Luis Distéfano, docente en Ciencias Políticas, ex director de escuela y un agudo testigo del deterioro sufrido a lo largo de las últimas tres décadas por el sistema educativo provincial.

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“Di clases de primer año en un instituto de formación docente de la Provincia y muchos de los estudiantes no sabían redactar o tenían grandes dificultades para resolver problemas que requerían cierto grado de abstracción. Y estoy hablando de algo que vi hace ocho años: hoy imagino que debe ser bastante peor”, sospecha Distéfano.

“El bajo nivel con que llegan a formarse los futuros docentes se agrava con un diseño curricular poco enfocado en reforzar conocimientos en materias troncales: muchos egresan sin saber demasiado de lo que van a tener que enseñar en las aulas después”

Luis Distéfano Docente, ex director de secundario

“Una de las falencias más serias que tiene hoy la formación docente es la heterogeneidad. Son muchas las entidades pedagógicas que otorgan título habilitante y cada cual responde a sus propios criterios formativos y niveles de exigencia”

Nicolás Morzone Ex presidente del Consejo Escolar de La Plata

“Pero el bajo nivel con que llegan a formarse muchos de los futuros docentes -agrega- se agrava con un diseño curricular que hoy está más enfocado en trasmitirles cuestiones pedagógicas que en reforzar sus conocimientos en materias como matemática, historia o biología. Es así que muchos egresan sin saber mucho de lo que van a tener que enseñar en las aulas después”.

“Los institutos provinciales de formación docente están muy ideologizados: ponen mucho énfasis en cuestiones de género, derechos y educación sexual, pero muy poco en materias troncales y en el ejercicio de la práctica. Mientras que antes se exigían seis meses de práctica, hoy la práctica se reduce a dos clases, presentar un informe y hacer una observación institucional”, sostiene Distéfano para quien “la situación no es mucho mejor entre los docentes que vienen de la universidad”. Y es que “si bien llegan con una formación sólida -reconoce-, suelen tener grandes dificultades para afrontar lo que se vive en las aulas hoy”.

“HETEROGÉNEO Y DISPAR”

“Una de las falencias más serias que tiene hoy la formación docente es la heterogeneidad”, sostiene el ex presidente del Consejo Escolar de La Plata Nicolás Morzone. Los docentes egresan tanto de institutos de formación, que pueden depender del gobierno bonaerense, la Iglesia o asociaciones civiles, como de profesorados de la universidad. Son muchas las entidades pedagógicas que otorgan título habilitante, y cada cual responde a sus propios patrones, criterios formativos y niveles de exigencia”, afirma el actual concejal.

“En la Argentina, no hay control sobre la calidad de las instituciones formadoras, que se multiplican sin ninguna planificación racional, ni evaluaciones docentes”, coincide en señalar la doctora en Educación Claudia Romero, docente e investigadora en la Universidad Torcuato Di Tella, para quien la calidad de la enseñanza resulta determinante al analizar los resultados educativos.

“Los docentes se forman, pero el gran problema es que no hay estándares básicos de calidad. Nadie dice ´Bueno, estos son los contenidos y estos los estándares de calidad’. Nadie audita eso. Tampoco hay exámenes de evaluación ni reválida del título”, señala por su parte Aurelia Lupis, coordinadora del Observatorio Hacer Educación.

PUNTAJE DIEZ

A pesar de ello, “casi todos los docentes de la Provincia tenemos diez porque el puntaje, que sirve después para acceder a los cargos, no depende, como correspondería, a una tarea de seguimiento y supervisión. Los directores de escuelas, que se supone que deben ir durante todo el año a supervisar las aulas y evaluar el desempeño de sus docentes, rara vez pueden hacerlo. Es así que terminan en general poniéndole diez a todos para no complicarse”, cuenta el profesor Luis Distéfano.

Sucede que “si un director no pone diez es muy probable que ese docente recurra al sindicato alegando que sufrió una arbitrariedad o una persecución. Y es que la cuestión de mantener el puntaje se toma ya como un derecho laboral -explica-. Como resultado, para evitar un enfrentamiento con el gremio, los directores optan en general por poner todos diez, como si la educación que se brinda fuera tan buena que resulta imposible de superar”

El nivel de formación de los que forman es un problema central que urge atender

En este escenario -cuenta el ex director- la capacitación continua está a su vez impedida de lograrse porque un docente tiene un máximo de diez puntos para sumar a sus antecedentes y, una vez que obtiene ese puntaje (haciendo cursos en los Centros de Capacitación, Información e Investigación Educativa, universidades, sindicatos o instituciones de nivel superior) ya no lo pierde más durante el resto de su carrera. En suma, el sistema no premia a aquel que tiene interés en continuar formándose”.

Tampoco en lo económico hay un estímulo para ser un mejor profesor. Y es que en términos salariales se valora más la antigüedad que los conocimientos y capacidades en sí.

“Si querés tener un docente profesional y no reconocés el esfuerzo de formarse con un puntaje que diferencie a quienes lo hacen de quienes no, al menos reconocelo en lo salarial. Pero esto tampoco se hace porque (los gremios) dicen que afecta un derecho laboral”, menciona Distéfano al señalar que es en este caldo donde la mayoría de los educadores termina por decirse: “Para qué voy a perfeccionarme si total da igual”.