Las fiestas, el alcohol y estadísticas que inquietan

“Uno que le meta onda puede tomarse cinco vasos de medio litro de fernet; en el boliche, salen mucho fernet cola, gin-tonic y birra, pero si es más previa o juntada se toma vermut o cynar, algo menos nocivo. No se mezcla mucho, se ha aprendido en la materia”. Claro como el agua -o el vodka-, el resumen de un adolescente de Gonnet acerca de la cotidianeidad etílica de su grupo de amigos -chicos y chicas de clase media que cursan el último tramo de una secundaria pública en el centro geográfico local- sintoniza con la creciente preocupación que genera en los ámbitos sanitarios el creciente fenómeno del “consumo intensivo” de alcohol.

Los datos que baraja el ministerio de Salud nacional ponen a nuestro país como el segundo en consumo de bebidas con alcohol en América del Sur: se estima un nivel de ingesta por persona -destilándola a “alcohol puro”- de 9,88 litros. En este contexto, se advierte que los mencionados “atracones” de bebidas alcohólicas, definidos como el consumo de cinco o más unidades en una misma oportunidad, “tienen una tendencia creciente”.

“Entre los jóvenes, la edad de inicio de consumo es a los 13 años, y la tendencia es que cada vez se de a menor edad” señalan en la cartera, desde donde se puntualizan algunas cuestiones como que, si bien entre los adultos el mayor consumo se da en varones, en el segmento iniciático, entre los 13 y los 15 años, el consumo en mujeres aumentó al punto de superarlos. “Además, entre los adolescentes, la cantidad de alcohol que ingieren aumenta con la edad” señalan los profesionales, que atribuyen a enfermedades y patologías derivadas de esta clase de consumo la muerte de unas 8 mil personas al año.

En los últimos años, investigadores de todo el mundo han puesto bajo escrutinio que algunas de las peores consecuencias asociadas con el consumo excesivo de alcohol, como desmayos, “comas” e intoxicaciones graves, tienden a suceder cuando se consumen más de cuatro o cinco tragos en el término aproximado de dos horas. Esto fue etiquetado como “consumo de alcohol de alta intensidad”, y no es patrimonio exclusivo de los más jóvenes.

En los Estados Unidos, la Encuesta Nacional sobre Alcohol más reciente, que recogió datos de la población en general, reflejó una disminución del “consumo intensivo” entre los adultos jóvenes, pero una suba entre los hombres de 30 años o más y las mujeres de 18 a 64 años. De todos modos, una de cada ocho personas entre sus 27 y 28 años ha consumido recientemente diez o más tragos en una sola noche.

Para el ministerio de Salud de la CABA, la Argentina es el primer país consumidor de alcohol en América Latina, con porcentajes de ingesta per cápita en ascenso y una tasa de bebedores que alcanza el 94% en hombres y el 90% en mujeres, lo que torna el fenómeno “particularmente preocupante”. Según la SEDRONAR, otro organismo nacional, casi el 80 por ciento de la población, al llegar a los 18 años, ya consumió alguna bebida con alcohol, y la mitad de esos jóvenes tuvo algún episodio “intensivo”. “En los últimos siete años”, concluye el diagnóstico, “aumentó el 50% el consumo de alcohol entre los 12 y los 17”.

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“Los más precoces arrancaron a los 15 o 16 en fiestas de colegio” agrega Lucio, el joven de 17 años con cuyo testimonio se inició esta nota. Su primo Juan, dos años menor, recuerda una anécdota, ocurrida meses atrás durante un cumpleaños de 15, en un emblemático palacio local vinculado con la música: “había unos ‘viejos’ que se hacían los cancheros y los copados y nos preguntaban cada vez que los cruzábamos si queríamos tomar algo, con alcohol; dijimos que no porque no nos gusta, pero si queríamos, hubiéramos tomado. En la escuela hay varios que ya probaron; pero bueno, hay un compañero que ya va a tener un hijo, así que eso sería de lo más normal”.

No todo está perdido, empero, para los más jóvenes. Según las últimas encuestas, los jóvenes beben menos alcohol en exceso, mientras que los adultos de mediana edad beben más alcohol en una sola sesión que antes. Estos atracones, que configuran consumo intensivo, están aumentando entre ciertos segmentos de la población. De acuerdo con los investigadores, que fijan parámetros de referencia, consisten en beber ocho o más tragos seguidos -en el caso de las mujeres-, y diez o más tragos seguidos en el caso de los hombres.

RIESGOS A CORTO, MEDIANO Y LARGO PLAZO

Hay muchas razones por las que alguien puede incurrir en el abuso del alcohol. Pero en el caso de los jóvenes, suele estar motivado por la expectativa de una mayor sociabilidad y un “boost” para la diversión con amigos. Algo que desde su óptica compensa las eventuales consecuencias negativas en un futuro impreciso.

Sin embargo, es ampliamente reconocido el grave impacto que tiene esta modalidad de consumo problemático entre los adolescentes, dada la alta vulnerabilidad en su desarrollo neurológico. Los jóvenes con este tipo de consumo tienen cuatro veces más probabilidades de desarrollar una dependencia a comparación de alguien que espera hasta la edad adulta para iniciar la ingesta de alcohol. En cualquiera de los casos, el consumo episódico excesivo aumenta el riesgo de daño a largo plazo estructural y funcional del cerebro.

En el plazo inmediato, se puede hacer hincapié en que el principal motivo de consultas en las guardias de los hospitales y clínicas por complicaciones médicas vinculadas a sustancias es el alcohol. Hay evidencias que el consumo episódico excesivo aumenta el riesgo de daño a largo plazo estructural y funcional del cerebro.

Además, de manera indirecta este tipo de consumo aumenta los siniestros viales, choques y atropellamientos, la violencia en la vía pública, y el sexo sin protección -con el resultado de embarazos no planificados y enfermedades de transmisión sexual (VIH, sífilis y hepatitis)-. Se sabe que el alcohol es el principal factor de riesgo de muerte y discapacidad para las personas de 15-49 años de edad, a la sazón la franja etaria más productiva económicamente.

El riesgo de desarrollar algún problema de salud relacionado con el alcohol es del 0,5% mayor entre quienes consumen una bebida por día. Aumenta a 7% en personas que ingieren dos bebidas al día, y a 37% en quienes suben esa frecuencia a cinco.

El alcohol y los jóvenes

“Cualquier cantidad de alcohol es dañina para el cerebro. No existe el ‘consumo saludable’. Tampoco hay una ‘mejor edad’; es peor para los adolescentes, ya que su cerebro se encuentra en desarrollo, pero el daño en las neuronas es acumulativo por lo que resulta de significación a cualquier edad” explica la especialista platense en nutrición Cecilia Bandiera: “ese daño comienza a notarse en el cerebro adolescente y puede continuar en el adulto, incluso si se detiene el consumo. Por esto es tan importante concientizar a los adolescentes acerca de este sendero de deterioro cognitivo que no corta”.

“El alcohol es la primera droga que prueban los jóvenes y es la más aceptada socialmente. Tres de cada diez comienzan a beber entre los 12 y 13 años; a los 15, ya beben semanalmente. Y entre los 14 y los 18 ya se han emborrachado en alguna oportunidad, en la modalidad que se conoce como “binge drinking” (cuatro copas o más en menos de dos horas)” describe la profesional de la Fundación Favaloro: “se considera que estos consumos intermitentes son los que más dañan a las neuronas, con secuelas que pueden ser a largo plazo o incluso irreversibles”.

“Cualquier dosis de alcohol es dañina. No existen el ‘consumo saludable’ ni una ‘mejor edad’”

“La tecnología actual nos permite conocer desde la biología humana con extrema precisión las consecuencias neuropatológicas que el consumo de alcohol acarrea, o puede acarrear, en el desarrollo evolutivo del cerebro de los adolescentes” precisa Bandiera: “es un serio problema social que debe ser abordado en un marco comprensivo y complejo, dada su gravedad, manteniendo un equilibrio que debe oscilar entre la prohibición y la educación de los niños y adolescentes”.

La nutricionista concluye que “en la actualidad, la disponibilidad de datos y cifras, así como evidencia científica de todo orden, hacen innegable la problemática de la conducta del consumo de alcohol a edades tempranas, así como su sólo consumo, a toda edad. En particular, en la adolescencia, es un grave problema de salud pública por los perjuicios que provoca, tanto sociales como individuales, por lo que no se puede obviar y debe ser abordado de manera multidisciplinaria”.