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Mauricio Macri y Patricia Bullrich, referentes del pro / X
Mariano Pérez de Eulate
mpeulate@eldia.com
El PRO, ese partido que se fue haciendo de “menor a mayor”, cruje por la pelea entre Mauricio Macri y Patricia Bullrich. Que, objetivamente, son sus dos dirigentes más encumbrados. Se raja. ¿Se rompe? Parte de la explicación de esta coyuntura hay que buscarla en que esa fuerza, creada por Macri hace más de 20 años, parece recorrer ahora un camino inverso al inicial, esto es de “mayor a menor”, fruto de la derrota electoral del año pasado y la posterior entronización de Javier Milei.
El libertario consiguió arrebatarle al PRO aquella bandera que le posibilitó a Macri imponerse al kirchnerismo en 2015: la del cambio. En el imaginario social, hoy el cambio es Milei. Representa lo diferente a lo que había, sin que esto sea una valoración de lo que viene haciendo en la gestión. Ha mostrado ser disruptivo, incluso un actor inescrutable para la política tradicional.
La reciente asunción de Macri como titular nacional del PRO se explica, según sus voceros oficiosos, en la necesidad de recuperar y preservar la identidad inicial del espacio luego de años de mantener una alianza con la UCR y la Coalición Cívica, partidos de perfil socialdemócrata o progresistas.
Es decir, remarcar una idea de centro derecha moderada que, justamente, el propio Macri le había encargado trabajar a Bullrich cuando le pidió que se hiciera cargo del partido, hace de eso unos cuatro años, luego de la derrota de Juntos por el Cambio frente a la dupla Alberto Fernández-Cristina Kirchner. Tal vez el principio de la disociación.
La primera gran diferencia entre Macri y Bullrich es sobre cómo debe ser el proceso de esa re-definición identitaria. La ministra de Seguridad está convencida de que el PRO debe sumarse ya a la gran ola de demanda de cambio que supuso el triunfo de Milei y por eso repiquetea con una vieja máxima macrista, que en su momento le sirvió al partido para ganar elecciones: “Se está con el cambio o se está con lo viejo”. Así, presiona para avanzar en una suerte de fusión de espacios con La Libertad Avanza.
Bullrich ingresó al Gobierno a título personal, no como parte de un acuerdo orgánico. Pero, de hecho, puede esgrimir un antecedente reciente que incluso avaló Macri: ese enfoque respecto a “cambio frente a lo mismo” es el que usó el ex presidente para explicar su decisión de volcarse activamente a trabajar para un triunfo de Milei en el balotaje de noviembre pasado, aportando “know how”, hombres y fondos para fortalecer el módico aparato de fiscalización de los libertarios de cara al duelo con Sergio Massa.
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El problema es que en esta etapa, ya con Milei en el Gobierno, Macri cree que no es recomendable una fusión lisa y llana como propone Bullrich porque el PRO corre el riesgo de diluirse en el avasallador presente libertario. Vería factible, muy factible, una alianza electoral de cara al año próximo, pero preferiría mantener hasta ese momento el actual estatus de los amarillos como “aliados necesarios” del Gobierno.
En realidad subyace un fuerte elemento especulativo en el razonamiento del ex presidente: en términos conceptuales está de acuerdo con las reformas que impulsa Milei pero no tiene muy claro si éste podrá avanzar con su plan o si, dada sus notables minorías parlamentarias y su peculiar forma de gestionar, terminará todo en un desplome que pueda arrastrar al abismo al PRO, que hoy tiene buena presencia en el Congreso y, sobre todo, logró conservar el manejo del pago chico de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.
Lo que inquietaría a Macri, que reflejan varias encuestas, es que buena parte del electorado que mostró la foto de las elecciones generales del año pasado está migrando del PRO a LLA. Básicamente porque es un universo que tiene ideales muy parecidos y obsesiones comunes. Como la no vuelta del kirchnerismo. Esto desdibuja el perfil de Macri porque hoy la principal referencia de esa clientela, digamos la que votó contra Massa en el balotaje, es el actual Presidente.
El politólogo y analista Lucas Romero, titular de la consultora Synopsis, tiene una mirada interesante. Respecto al proceso de construcción de identidades políticas, más allá del cambio de denominaciones, asegura que siempre existe una suerte de “bipartidismo estable”. Que se traduciría así: “el partido de nosotros versus el partido de ellos”. Esta lógica se ha reproducido en las antinomias históricas (peronismo/antiperonismo; kirchnerismo/antikirchnerismo y varios etcéteras).
Desde que ganó la elección, Milei plantea que ahora gobierna el “partido de nosotros”, que siempre es el bando de los buenos. Lo otro sería la casta, “el partido de ellos”. Los malos. Es lo que dice Bullrich cuando habla de estar con el cambio o con lo viejo. Así, hábilmente, el Presidente reduce opciones identitarias de la imaginaria oferta. Y pone en un brete a Macri: ¿cómo explica el ex mandatario su tesis de diferenciarse de Milei si básicamente no tiene grandes discrepancias ideológicas con él e incluso ratifica un mismo “enemigo”, el kirchmerismo/peronismo?
Tal vez debería hacer más hincapié en las cosas que lo alejan de Milei que en aquello que lo emparenta a él, para fortalecer la idea de que no son exactamente lo mismo. Y revitalizar así ese perfil amarillo que ahora parece confundirse con el violáceo libertario. Romero cree que Macri podría tener una “ventana de oportunidad” para eso, sin la necesidad de romper, con el espinoso tema de la propuesta presidencial del polémico juez Ariel Lijo para la Corte Suprema de Justicia.
Estudios cualitativos de opinión pública sobre este tema arrojan que los votantes de PRO presentan reparos sobre esa designación, que sorprendió a toda la política. Sin embargo, Macri no ha objetado -al menos públicamente- la movida que hizo el Presidente y que, por donde se la mire, huele a acuerdo con el peronismo. Que también mantiene un silencio sepulcral.
Cerca de Macri dicen que el ex presidente no quiere meter ruido extra durante el trámite de aprobación de la Ley Bases y el paquete fiscal, las herramientas que pide Milei para avanzar con los cambios prometidos, acaso para no trasmitir a su núcleo duro de adherentes la idea de que pone palos en la ruedas. Pero que luego de la votación crucial sí llegará el tiempo de marcar ciertas diferenciaciones públicas. Aunque limitadas, siempre, a la lógica de colaborar con los trazos generales que delinea el Presidente.
Hasta entonces, la pelea de Macri es con Bullrich, su ex protegida en la primaria del año pasado contra Horacio Rodríguez Larreta, a quien ahora desafía a elecciones internas en el PRO bonaerense incluso pagando el costo de la ruptura de los bloques de su espacio en la Legislatura provincial.
Desde que ganó la elección, Milei plantea que ahora gobierna el “partido de nosotros”
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