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VIDEO. Museo de La Plata: Los misterios de las momias

29 de Julio de 2024 | 15:13

El Museo de Ciencias Naturales de La Plata tiene cientos de misterios por develar ante los ojos de los turistas y visitantes. En la Sala Egipcia se encuentran ejemplares de momias históricas, que dan cuenta del contexto y la forma en las que se concebía la muerte siglos atrás.

El término “momia”, aplicado tanto a humanos como animales, designa a un cadáver del cual, además de huesos y dientes, se han conservado tejidos blandos tales como piel, cabellos y músculos.

Gustavo Barrientos, actual Jefe de la División Antropología de la institución museística platense, explicó que hay una diferencia sustancial entre los cuerpos momificados y aquellos que constituyen los casos más frecuentes de entierros humanos, es decir, los restos esqueletizados donde desaparecieron los tejidos blandos y solo permanecen los huesos y dientes, que son los tejidos más resistentes y perdurables del cuerpo. 

En el caso de las momias, otra distinción importante es aquella que existe entre las naturales y las artificiales, siendo las primeras las más comunes.  En ellas, la momificación ocurre por algún proceso (pérdida de humedad, congelamiento, depositación en un medio carente de oxígeno) que impide la acción de los hongos y bacterias responsables de la descomposición de los cuerpos. Las momias artificiales como las exhibidas en el Museo de La Plata son, por el contrario, producto de acciones intencionales efectuadas por miembros de sociedades como las del antiguo Egipto y de otras partes del mundo, incluida la América precolombina.

Momias en exposición

En la Sala Egipcia del Museo se exponen, dentro de sus respectivos ataúdes, las momias de un hombre y una mujer adultos de la época tardía, entre el siglo VII y el siglo IV a. de C, con un gran valor científico y cultural. .

En la Sala “Ser y Pertenecer” se encuentra una pequeña momia que, a simple vista, parece corresponder a un niño pero que, gracias a un análisis no invasivo basado en imágenes tridimensionales producidas por rayos X (tomografía computarizada), se descubrió que “en realidad, es un cráneo aislado, sin mandíbula y el resto está hecho con telas de lino y cartonaje, materiales típicos de la época para hacer los envoltorios de las momias”. 

Este caso es uno particular dentro de “los momentos tardíos en la historia de Egipto” y corresponde al período que se conoce como “ptolemaico”, que se extiende entre los siglos IV y I a.C. De hecho, la famosa Cleopatra “es la última reina dentro de esa dinastía iniciada por Ptolomeo”, un general de Alejandro Magno que tomó el poder en Egipto tras la muerte de éste. 

La razón por la que se momificó de esta forma puede ser variada: “Un motivo es que sea un cráneo que estuvo aislado del cuerpo por alguna batalla o combate y recuperaron solo la cabeza. Otro puede ser que haya sido una muerte accidental como mordida de cocodrilo en el Río Nilo o ahogamiento”. 

En la misma sala se expone una momia procedente de las Islas Canarias. Pertenecería a la etnia guanche, una  comunidad que “habitaba la Isla de Tenerife antes de la conquista y dominio de la Corona de Castilla, en el S. XV y S. XVI”. Al no haber un reclamo por parte de una persona o grupo que se considere descendiente, no ha sido aún restituida, permaneciendo en el Museo.

Cómo llegaron 

La historia de cómo llegaron las momias al Museo de Ciencias Naturales de La Plata está ligada directamente con las raíces de la Ciudad. Cuando Dardo Rocha terminó su mandato, viajó junto con su familia a Egipto y adquirió “en lo que fue el antecesor del Museo Egipcio, dos momias para donarlas acá”. 

“En esa época se pensaba que las grandes culturas estaban todas conectadas de alguna forma. Por ejemplo, la egipcia con los incas, aztecas o pueblos originarios, y que el desarrollo cultural de las mismas se desprendía de Egipto. Por eso, la importancia de la adquisición de Rocha al Museo, que había abierto hacía muy poco”, explicó Gustavo Barrientos.

Las momias egipcias que se encuentran en exposición, como se mencionó anteriormente, pertenecen al período tardío. No corresponden ni a faraones, ni a sus esposas o funcionarios del momento, sino que son “de gente común del pueblo pero con una familia acomodada, que permitió costear los gastos del proceso de momificación y ataúdes”. 

La momia de Tadimentet, la mujer cuyo ataúd se exhibe en la Sala Egipcia, tiene una característica especial, que la hace resaltar del resto: “Tiene inscripciones jeroglíficas, simbología de la religión egipcia y hay escrituras que relatan hechos”. 

Un cambio de época

Quienes vivieron toda su vida en La Plata, visitaron hace más de veinte años el Museo o conocen su contenido, podrán observar que ya no hay en exposición la misma cantidad de restos humanos que antes del 2006.  De hecho, los únicos que permanecen en exhibición son aquellos que se describen en esta nota. 

“En 2006, las autoridades de la Facultad y el Consejo Académico tomaron la decisión de retirar restos humanos sudamericanos porque había reclamos desde hacía varias décadas de restitución de cuerpos que formaban parte del Museo. No reclamaban momias sino restos de personas, pero que son particulares en el sentido de que  algunas de  ellas llegaron  vivas al Museo”, contó Barrientos. 

La institución ubicada en el corazón del Bosque se fundó a partir de la colección que Francisco Moreno, después conocido como Perito Moreno, tenía en un museo privado dentro de su casa en la ciudad de Buenos Aires. 

En los primeros años de la institución como tal “algunos caciques y sus familias, que fueron derrotados por el ejército argentino con el avance contra las poblaciones originarias del norte patagónico, fueron a parar a una cárcel en Tigre para luego ser llevados a la Isla Martín García”. “Perito Moreno conocía a algunos de ellos y solicitó que vivieran en el museo, realizando entre otras tareas, ordenanza y mantenimiento. Algunos fueron falleciendo y sus cuerpos pasaron a formar parte de la colección”, agregó. 

Puesto que los tiempos cambian, “hoy no nos referimos a sus restos de esa manera porque entendemos que son personas, no objetos y hay gente con identidad conocida. En relación con eso y con la decisión académica, se quitó de exposición todo resto humano que pudiera ofender a sus descendientes y se generó una política más activa de la restitución de los mismos”. 

El primer antecedente fue en 1994, donde se dio la restitución del cacique Inacayal, procedente de la zona de Tecka, Chubut: “Fue el primer individuo restituido a sus descendientes, pero se hizo a través de una ley nacional específica”. La historia se repitió con las mismas características y pasos con el cacique ranquel conocido como Mariano Rosas, apadrinado por Juan Manuel de Rosas -quien le concedió el “nombre cristiano”-, siendo su nombre real Panguitruz Güor-. Nuevamente, una ley del 2000 permitió a sus familiares recuperar sus restos. 

En general, las restituciones se inician a través un pedido formal por parte de particulares o comunidades que se consideren con derecho a efectuar el reclamo, se estudia el caso en la Facultad de Ciencias Naturales y Museo, que, entre otros trámites, solicita dictamen al INAI (Instituto Nacional de Asuntos Indígenas) -organismo de aplicación de la Ley 25.517/2001 referida a los restos mortales de aborígenes que forman parte de museos y/o colecciones públicas o privadas-, acerca de los antecedentes que dan legitimidad al reclamo. Finalmente, cumplidos todos los procedimientos, el Consejo Directivo de la Facultad y el Consejo Superior de la Universidad de La Plata, a través de las resoluciones correspondientes, autorizan la restitución.

Si bien actualmente están en exhibición las momias descritas en esta nota, no significa que a futuro lo sigan estando: “Esto es dinámico. Pueden ser retiradas”. Barrientos comentó que esta decisión que tomó el Museo de La Plata “no es habitual en los museos ni a nivel nacional o mundial pero, más tarde o más temprano, todas van a ir revisando esta práctica de exhibir cuerpos”. 

Esto es así porque, además de existir leyes como las arriba mencionadas, nos encontramos frente a un cambio de época que tiene sus raíces en un conjunto de procesos culturales y políticos que conducen, entre otras cosas, a que las comunidades académicas revisen críticamente sus prácticas e intenten establecer relaciones más respetuosas y simétricas con aquellas comunidades que, históricamente, han constituido sus objetos de estudio. En el caso americano y, más específicamente en el caso argentino, tales comunidades son las de los pueblos indígenas u originarios. 

Valor cultural

Las momias “nos dan un pantallazo de la aproximación a la muerte que tenían otras culturas distantes a nosotros en el tiempo y en el espacio. Hay sentimientos ambivalentes que se producen en la gente ante una momia: está la curiosidad y el interés por verla y, a su vez, también un cierto rechazo ante la idea”. 

Hay que tener en cuenta, explica Barrientos, “que los sentimientos de la gente hacia un esqueleto o un conjunto de huesos son diferentes que ante una momia: mientras que a los primeros los podemos ver como algo muy diferente a nosotros mismos, a una momia la vemos como algo más cercano, nos podemos identificar más”.

En ese sentido, “los museos crean un espacio en el cual la gente puede tener esta experiencia con el mundo de los muertos”, afirma el experto. De todas formas, considera “que no hay nada que no pueda ser reemplazado con otro tipo de información, para evitar la exposición de un cuerpo humano que, cuanto más alejado culturalmente de uno mismo, se puede ver más como un objeto”, pero que no hay que olvidar que pertenecieron “a una persona y hay gente que se siente conectada con ellos y, por respeto, que es un poco el causal de esta decisión, se retiran los cuerpos humanos, ya sea esqueletos o momias”.

Cómo llegar: 

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