Aromas: el arte de viajar con un sentido y revivir numerosas emociones

“Había reunido y tenía a su disposición diez mil, cien mil aromas específicos, todos con tanta claridad que no sólo se acordaba de ellos cuando volvía a olerlos, sino que los olía realmente cuando los recordaba. Y aún más, con su sola fantasía era capaz de combinarlos entre sí, creando nuevos olores que no existían en el mundo real. Era como si poseyera un inmenso vocabulario de aromas que le permitiera formar a voluntad enormes cantidades de nuevas combinaciones olfatorias, a una edad en que otros niños tartamudeaban con las primeras palabras aprendidas, las frases convencionales, a todas luces insuficientes, para la descripción del mundo”.

Así describe el escritor alemán Patrick Süskind a Jean Baptiste Grenouille -el personaje de su novela El Perfume-, a los seis años, cuando era un niño solitario con un sentido sobrehumano del olfato y nadie imaginaba que se convertiría en un renombrado perfumista robando las fragancias de las jóvenes que asesinaba en la Francia del siglo XVIII.

Más allá de la ficción, el mundo de los aromas tiene mucho de ciencia, de misterio y de memoria; el gatillo de una magia que nos puede transportar, sin movernos, a un capítulo feliz o dramático de nuestra propia historia.

“El sentido del olfato es tan primitivo que cuando el hombre estaba en cuatro patas le permitía sobrevivir diferenciando, entre otras cosas, las hierbas tóxicas de las que se podían comer, como hacen los animales. Cuando se irguió, desarrolló los otros sentidos y hoy estamos casi totalmente dominados por la vista y el oído”, dice Marcela Mondani, ingeniera química con más de 20 años de experiencia en tema sensorial en multinacionales y directora y fundadora de la Escuela Argentina de Fragancias. “La única institución con diplomaturas certificadas por la Universidad Tecnológica Nacional (UTN)”, resalta.

“Las fragancias tienen química y estructura”, explica, antes de aclarar que, si bien “el perfumista puede no ser químico, tiene una memoria sobre las materias primas y eso también requiere estudio”.

El olor juega un papel esencial en el comportamiento humano, en un proceso que se inicia cuando las moléculas odoríferas llegan al aparato olfativo y las traduce en sensaciones ante las que el individuo reacciona. Esto significa que los olores se van fijando en la memoria, asociados a su experiencia de vida.

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Detalla Mondani que “el olfato impacta directamente en el sistema límbico del cerebro, que es la parte que no está filtrada por la razón y engarza las emociones. Por eso conecta con los recuerdos, buenos o malos”, dice, convencida de que “regalar perfumes es regalar memoria liquida”.

Esto explica también por qué un perfume o aroma que puede resultarle encantador a una persona le repele por completo a otra. “Si te recuerda algo feo, lo vas a rechazar, aunque hedónicamente les guste a otras personas”, confirma Marcela.

“El olor a bizcochuelo o vainilla da idea de hogar, de familia; como el de las flores puede traer a la memoria el jardín de la infancia”. Pero no siempre ni para todos es igual. “No hay un absoluto”, resume esta experta en el área sensorial olfativa; “no es la Coca Cola, que hay una sola. Tiene con ver con la historia de cada uno”.

Para reforzar esta idea cuenta que en Estados Unidos realizaron varios estudios vinculados con la temática, uno de los cuales determinó que el olor a madera conectaba con “su infancia a un grupo etario que nació entre los años ‘40 y ‘60, mientras que para los nacidos en los ‘90 o 2000 el olor de la infancia era el de los crayones y las plastilinas”.

ENTRENANDO EL OLFATO

Marina Vivas es perfumista, especialista en cromatografía de materiales de perfumería, y creadora y Directora de la Escuela Modelo de Perfumería. Hasta los 18 años, lo único que la vinculaba con el tema era el uso de las fragancias que le regalaban para algún cumpleaños, pero entonces, con el título de técnica química bajo el brazo, consiguió trabajo como asistente de un perfumista en una empresa de capitales nacionales: “Así inicié mi aprendizaje olfativo y a formular los primeros acordes”, cuenta.

Los perfumes se hacen con ingredientes de origen natural o sintético.

Las materias primas naturales provienen de fuentes diversas, como pueden ser semillas, flores, frutos, raíces, maderas, y hasta algas o aserrín. Su procedencia determina el método de extracción: directa (expresión en frío de cáscaras para cítricos o exudaciones para resinas); destilaciones (aceites esenciales o rectificaciones para extracción de terpenos); con solventes (absolutos, resinoides y concretos); o con dióxido de carbono líquido (aceites esenciales con un perfil más natural).

Los materiales sintéticos se originan por complejas reacciones químicas derivadas de la síntesis orgánica y los métodos más modernos involucran a la biotecnología. Pueden ser líquidos o sólidos, pero su naturaleza química los hace completamente solubles en los líquidos.

“El perfumista debe conocer los ingredientes por su aroma, volatilidad, persistencia y su estabilidad”, enumera Vivas, aportando que ese saber es el que le permite “crear una fragancia con la dosis justa de cada ingrediente, para lograr el aroma deseado”.

El olfato es uno de los dos sentidos químicos -junto al gusto- que tenemos los humanos y nos permite identificar diferentes moléculas de sustancias volátiles, gracias a una serie de proteínas en las fosas nasales que actúan como receptores. Se cree que los mamíferos pueden expresar hasta 1.000 proteínas distintas, cada una de las cuales es capaz de identificar una molécula concreta, pero estos olores primarios se pueden combinar entre ellos, de modo que la cantidad concreta de olores distinguibles es muy difícil de estimar. Aunque la cifra comúnmente aceptada ronda los 10.000, Gary Beauchamp, investigador del gusto y el olfato del Monell Chemical Senses Center en Filadelfia, habla de “100 mil millones, o incluso más”.

“Narices absolutas”

Tan controversial como esto es el mito de que existen “narices absolutas” o personas con una capacidad olfativa de reconocimiento de aromas superior a la del resto, capaz de identificar todos los que existen.

“Algunas personas tienen una mayor capacidad para reconocer aromas”, reconoce Vivas, pero “lo cierto es que el olfato puede entrenarse y educarse”, tarea que, en el caso de un maestro perfumista “nunca termina, debido a la necesidad de incorporar nuevos registros olfativos que lo conduzcan a una nueva creación original y exitosa”.

Mondani coincide en que “hay personas con más capacidad olfativa que otras”, pero también con la idea de que “el olfato o capacidad olfativa se entrena”.

“Todos podemos aprender a oler”, resalta, sin pasar por alto que “los niños tienen una percepción olfativa maravillosa, que con el tiempo se va perdiendo si no se estimula, porque otros sentidos le van ganando”.

La memoria olfativa es la percepción y sensación elaborada en una imagen mental que se afirma en nuestro cerebro. “Los olores que se fijan en la memoria olfativa no se olvidan. Activan recuerdos de antiguos episodios y estos recuerdos, al estar vinculados con las emociones, perduran en el tiempo mucho más que las imágenes o sonidos”, remarca Vivas. Dicho de otro modo, la memoria olfativa es un archivo de las experiencias personales.

¿EXISTE EL PERFUME PERFECTO?

En la novela de Süskind, cuando Grenouille por fin crea el perfume deseado es condenado a muerte por sus múltiples crímenes, y el día que lo van a crucificar, se lo aplica. Todos los que acuden a verlo se convencen de que es un ángel y terminan envueltos en una orgía. De nuevo, esto es ficción, pero ¿existe un aroma perfecto?

“Cada perfumista impone su propia impronta o toque personal, que le agrega a ese nuevo aroma descubierto algo que lo destaca dentro de un nuevo concepto, y resulta para quien lo huela, algo distintivo y personalizado que lo identifique”, señala Vivas, conocedora de que los “consumidores de fragancias buscan innovación, originalidad y excelencia”.

“Todo, del campo al frasco, tiene que estar cuidado”, asegura Marcela Mondani

Derrumbado el mito del aroma perfecto, queda en pie la certeza del buen perfume. Para Marina, es fundamental que tenga “notas, acordes e ingredientes que puedan ser reconocidos y con los cuales el usuario se sienta identificado”.

Mondani también considera que el secreto de la excelencia de una fragancia está en que resalte la personalidad de quien la usa: “Antes, las mujeres tenían un solo perfume, de por vida, pero hoy es tanta la oferta que la identificación es más libre. Podés usar un perfume más gourmet o más exótico, o uno que huela a flores si extrañás la primavera”. Es que, insiste, el perfume “resalta a través de las distintas direcciones olfativas la emoción del momento y te acompaña. Si usás un solo perfume te sentís presa de esa decisión”.

Más allá de las particularidades, el consenso entre los expertos es que un buen perfume debe contener ingredientes de calidad -naturales o sintéticos- y ser muy persistente en piel. Después, todo se reduce a gustos.