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Las redes sociales, las aplicaciones de mensajería y las plataformas de contenido han eliminado las barreras que antes limitaban el consumo de este tipo de material a un público adulto
La adolescencia en la era digital está atravesada por un fenómeno que no se puede ignorar: la exposición cada vez más temprana a contenidos sexualmente explícitos. Esta realidad, innegable y a menudo minimizada, desafía las concepciones tradicionales sobre el descubrimiento de la sexualidad y plantea interrogantes profundos sobre el impacto de la pornografía en la formación de identidades y relaciones. En un contexto donde todo está a un clic de distancia, el acceso a imágenes y videos de alto contenido erótico se ha vuelto tan inmediato que resulta imposible evitar el contacto, incluso para los más jóvenes. Las redes sociales, las aplicaciones de mensajería y las plataformas de contenido han eliminado las barreras que antes limitaban el consumo de este tipo de material a un público adulto. Hoy, la realidad es otra.
Resulta urgente replantear la forma en que se aborda la educación sexual en la era digital
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No se trata únicamente del acceso sin restricciones, sino también de la facilidad con la que los adolescentes pueden participar activamente en la creación de contenidos explícitos. Esta modalidad no existía hace apenas una generación y, sin embargo, hoy es tan común como preocupante. El atractivo de generar ingresos a partir de la exhibición del propio cuerpo ha llevado a muchxs jóvenes a sumergirse en el mundo del contenido erótico, sin considerar las consecuencias a largo plazo. Las plataformas que permiten a los usuarias/os subir videos y fotos, cobrar suscripciones y recibir propinas a cambio de contenido exclusivo, han generado un espacio que mezcla lo prohibido con lo rentable. Así, lo que antes parecía algo lejano y confinado a un circuito restringido, ahora está al alcance de cualquier adolescente con acceso a Internet. El peligro radica en la percepción distorsionada que estos jóvenes pueden tener sobre la sexualidad y las relaciones interpersonales.
El problema se agrava cuando se comprende que, una vez subido el contenido a la web, es casi imposible recuperarlo o eliminarlo por completo. Las imágenes y los videos circulan con una rapidez incontrolable, lo que perpetúa su existencia y, en muchos casos, lleva a situaciones de vulnerabilidad y ciberacoso. Los adolescentes pueden verse atrapados en una red de explotación de la que resulta difícil escapar. La capacidad de discernir entre lo que es seguro y lo que no lo es se ve nublada por la promesa de la fama y el dinero rápido. La exposición pública a través de estas plataformas, lejos de empoderar, en muchos casos somete a los jóvenes a dinámicas de poder donde pierden el control sobre su propia imagen y se enfrentan a un público anónimo que no siempre tiene buenas intenciones.
La accesibilidad a la pornografía no es un fenómeno nuevo, pero lo que ha cambiado en los últimos años es la intensidad y la calidad del contenido disponible. Los avances tecnológicos han permitido que los videos sean de altísima definición, lo que aumenta su atractivo y, por ende, su consumo. Según estadísticas recientes, los sitios de pornografía superan en visitas mensuales a plataformas tan populares como Twitter, Instagram o Netflix. Este consumo masivo tiene consecuencias directas en la forma en que los adolescentes perciben el sexo y las relaciones íntimas. Sin una educación sexual integral que ofrezca una visión más realista y saludable de la sexualidad, la pornografía se convierte en una fuente primaria de aprendizaje. Este aprendizaje está basado en representaciones que distorsionan la realidad y perpetúan estereotipos de género, violencia y desigualdad.
Es difícil hablar de sexualidad adolescente sin tener en cuenta lo que sucede en el entorno digital. Los estudios revelan que muchos jóvenes ven pornografía por primera vez a edades tan tempranas como los 12 o 13 años, y la mayoría admite que lo hace para aprender cómo tener sexo. La falta de educación sexual adecuada en los hogares y en las escuelas deja a los adolescentes en manos de contenidos que no están diseñados para educar, sino para generar excitación. La consecuencia es un conocimiento sexual construido sobre cimientos irreales, donde el placer y la conexión emocional quedan relegados a un segundo plano, y el énfasis se pone en el rendimiento y la dominación.
Además, el consumo habitual de pornografía puede generar una dependencia difícil de manejar. La necesidad de acceder a contenidos cada vez más extremos y gráficos para alcanzar el mismo nivel de excitación puede llevar a un comportamiento compulsivo que afecta no solo la vida sexual de los adolescentes, sino también sus relaciones afectivas. La exposición constante a imágenes sexualmente explícitas normaliza conductas que, en la vida real, pueden ser perjudiciales y peligrosas. La pornografía no solo afecta la manera en que los jóvenes conciben el sexo, sino también su capacidad para establecer vínculos sanos y respetuosos.
En el mundo digital, las imágenes y los videos circulan con una rapidez incontrolable
Ante esta realidad, resulta urgente replantear la manera en que se aborda la educación sexual en la era digital. No basta con intentar limitar el acceso a la pornografía, ya que eso resulta prácticamente imposible en un mundo donde Internet es omnipresente. En cambio, es fundamental que padres, madres y educadores establezcan un diálogo abierto y honesto con los adolescentes sobre los riesgos y las consecuencias del consumo de contenido sexual explícito. La clave está en proporcionarles las herramientas necesarias para que puedan discernir entre lo que es real y lo que no lo es, y fomentar una comprensión más saludable y respetuosa de la sexualidad.
El “pebbling” se ha convertido en una tendencia emergente en la forma de expresar afecto, especialmente entre los jóvenes. Este lenguaje de amor digital, que consiste en enviar memes, fotos o textos que nos recuerdan a alguien especial, ha ganado popularidad debido a su arraigo en las redes sociales. Marco, un psicólogo platense, explica que el pebbling es una manera de mantener el contacto y fortalecer la conexión emocional. Sin embargo, advierte que no debe sustituir la comunicación directa, ya que los seres humanos necesitan el contacto social para mantener relaciones saludables.
El término “pebbling” tiene sus raíces en el comportamiento de los pingüinos Adelia y Papúa, quienes, como parte de su ritual de cortejo, ofrecen una piedra a su pareja como símbolo de compromiso. Inspirados en este gesto, los humanos han adoptado el pebbling como una forma de mantener conexiones afectivas a través de pequeños gestos digitales.
Rosana, psicóloga de la Región, señala que el pebbling “da mucha seguridad y fortalece la relación”.
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