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En numerosos barrios populares de la Argentina, las condiciones de vida y el acceso limitado a servicios esenciales como agua potable y saneamiento ambiental se combinan para generar un escenario de alta vulnerabilidad sanitaria. Pozos ciegos, acumulación de residuos cerca de cursos de agua, viviendas construidas con materiales precarios, hacinamiento en los hogares y frecuentes anegamientos forman parte del día a día.
En este marco, un equipo de investigación de la Universidad Nacional de La Plata trabaja en distintas localidades de provincias argentinas, abordando la salud desde una mirada integral. En los últimos años, las actividades se concentraron en barrios populares de Berisso y del conurbano bonaerense, combinando investigación y acción territorial. En este contexto, se estudian infecciones parasitarias intestinales en personas y animales, así como evaluaciones del estado nutricional de niños y niñas en edad escolar mediante mediciones antropométricas estandarizadas, siguiendo referencias internacionales de la OMS.
Paralelamente, el proyecto se enfoca en la identificación de parásitos intestinales de relevancia sanitaria y potencialmente zoonótica en el ambiente —suelo, agua y hortalizas—. Esta tarea se realiza junto con la identificación de factores de riesgo a través de encuestas y relevamientos socioambientales de la comunidad, permitiendo comprender cómo las condiciones del entorno y las prácticas locales influyen en la transmisión de infecciones.
Los estudios que viene desarrollando el grupo de investigación en la Facultad de Ciencias Naturales y Museo, desde el Centro de Estudios Parasitológicos y de Vectores (CEPAVE, UNLP-CONICET-asociado al CIC) abordan las parasitosis intestinales y otras patologías asociadas bajo este enfoque.
La parasitosis intestinal continúa siendo un problema relevante y persistente
A lo largo de casi dos décadas, los estudios realizados desde el CEPAVE en el área del Gran La Plata y más recientemente en el conurbano bonaerense, muestran que una proporción importante de niños y niñas sigue afectada por parásitos intestinales, con prevalencias que varían entre alrededor de la mitad y más de 80 %, según la localidad y las condiciones socioambientales. Aunque la población infanto-juvenil es la más afectada, las personas adultas también presentan parasitosis, aunque generalmente en menor proporción.
En las poblaciones estudiadas de barrios vulnerables se observa la presencia tanto de monoparasitismo (un solo tipo de parásito por persona) como de poliparasitismo (varios parásitos simultáneamente), lo que refleja la complejidad de la transmisión y la necesidad de estrategias integrales de prevención y control.
Si bien en algunas localidades se registraron mejoras parciales gracias a intervenciones gubernamentales, como es el caso de ayuda monetaria o mayor acceso a servicios básicos, la tendencia general se mantiene elevada a lo largo del tiempo, indicando que las parasitosis continúan siendo un problema relevante y persistente.
Estos resultados se relacionan estrechamente con factores socioambientales, como el tipo de vivienda, el hacinamiento, la falta de acceso a agua potable y saneamiento deficiente, la proximidad a cuerpos de agua contaminados y la convivencia con animales que pueden portar parásitos, explicó Belén Virgolini, becaria de CONICET y tesista de la FCNyM.
Además, los estudios muestran que las parasitosis intestinales pueden afectar el crecimiento y el estado nutricional de la población infanto-juvenil, generando bajo peso o retraso en el desarrollo. Esta relación no es unidireccional: la presencia de parásitos debilita la respuesta inmune y facilita la entrada a nuevas infecciones, mientras que la desnutrición reduce la capacidad del organismo para defenderse, creando un círculo vicioso que agrava aún más el estado de salud. Por ello, abordar las parasitosis intestinales requiere de la implementación de estrategias integrales, que incluyan la prevención de infecciones, mejoras en las condiciones socioambientales y seguimiento nutricional de la población infantil.
Entre los parásitos más frecuentes en niños, niñas y personas adultas de las poblaciones estudiadas se encuentran Blastocystis spp., Giardia lamblia (syn G. duodenalis/G. intestinalis) y Enterobius vermicularis.
Además, “en el laboratorio pudimos diferenciar a Necator americanus dentro de los Ancylostomideos, gracias a la aplicación de técnicas de PCR, que permiten identificar con mayor precisión las especies presentes. Este hallazgo resalta la importancia de utilizar herramientas moleculares para conocer mejor la diversidad de parásitos circulantes y evaluar los riesgos de transmisión en las comunidades”, agregó la investigadora.
También, se reportó por primera vez un caso de Entamoeba histolytica en Buenos Aires, confirmado mediante PCR y análisis de secuenciación. Mientras, que se registraron nuevos datos genéticos sobre Entamoeba coli y Entamoeba dispar, lo que amplía el conocimiento sobre la diversidad y distribución de estos protozoos en la región.
Por otra parte, la médica neterinaria Josefina Lacunza, otra de las integrantes de este equipo interdisciplinario, sostuvo que en los estudios realizados en animales domésticos se observaron que ciertas especies de parásitos intestinales son especialmente frecuentes. Entre los helmintos, Ancylostoma caninum es el más prevalente, seguido de Uncinaria stenocephala, Toxocara canis y Trichuris vulpis. Estos parásitos se transmiten principalmente a través del contacto con heces contaminadas o al andar descalzo sobre suelos infectados, y son potencialmente zoonóticos, es decir, pueden infectar también a las personas. Entre los protozoos, se destacan Giardia spp. y Blastocystis sp., que, aunque menos frecuentes, también representan un riesgo para la salud, especialmente en niños y niñas por el contacto estrecho con las mascotas. La presencia de estos parásitos en mascotas y en el ambiente demuestra que los animales domésticos pueden actuar como reservorios y contribuir a la circulación de parásitos intestinales, subrayando la necesidad de estrategias integrales de prevención, que incluyan control veterinario, higiene ambiental y educación sobre prácticas de cuidado de mascotas.
Este hallazgo es importante porque muestra cómo la salud de las personas, los animales y el ambiente están interconectados, lo que refuerza la necesidad de un abordaje integral desde el enfoque Una Salud.
Para finalizar Zonta reflexionó sobre lo que significa desarrollar ciencia hoy en Argentina “la falta de financiamiento y el debilitamiento de las instituciones de ciencia y técnica ponen en riesgo la continuidad de muchos proyectos. Sin embargo, este panorama también refuerza la importancia de sostener el trabajo colectivo, interdisciplinario y en diálogo con las comunidades, porque los problemas de salud que enfrentamos no esperan y requieren respuestas sostenidas”.
Principales factores de riesgo detectados
La presencia de parásitos intestinales está influenciada por factores biogeográficos y climáticos como la temperatura, la humedad ambiental y la composición de los suelos (nivel de cobertura vegetal). Sin embargo, también resultan determinantes los factores sociales, económicos y culturales propios de las poblaciones que estudiamos. Los principales factores de riesgo detectados están relacionados con viviendas precarias y hacinamiento, falta de acceso a agua segura y a sistemas adecuados de saneamiento, uso de pozos ciegos o letrinas, acumulación de residuos y anegamientos frecuentes. A ello se suma la presencia cercana de animales domésticos sin control sanitario y los hábitos de higiene insuficientes, sobre todo en la infancia.
Lejos de ser situaciones puntuales, estas problemáticas constituyen una condición estructural y persistente en los barrios analizados. La precariedad habitacional, el acceso limitado a servicios básicos y las deficiencias en saneamiento favorecen la persistencia de las parasitosis intestinales, su transmisión y reinfección, lo que además reduce la efectividad de los tratamientos farmacológicos y de las prácticas de prevención.
¿Cómo se contagia?
La vía más frecuente de transmisión es la fecal-oral. Esto significa que la infección ocurre al ingerir alimentos, agua o al llevarse las manos a la boca luego de estar en contacto con materia fecal humana y/o animal, donde se encuentran huevos, larvas, quistes y ooquistes de los parásitos. Ejemplos comunes son el consumo de hortalizas mal lavadas, agua contaminada o carne cruda o insuficientemente cocida.
Además, algunas larvas de nematodes penetran activamente la piel en contacto con el suelo. Esta vía de infección suele darse cuando las personas caminan descalzas, se sientan o juegan directamente sobre suelos contaminados con materia fecal. Una vez dentro del organismo, las larvas migran por distintos tejidos y órganos hasta alcanzar el intestino, donde completan su ciclo de vida.
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