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Especias y aromáticas para condimentar las comidas

Para evitar el abuso de la sal en las comidas cotidianas, existen otros ingredientes que realzan los sabores de carnes y otros platos

Especias y aromáticas para condimentar las comidas

Algunas especias pueden combinarse para mejorar los sabores / Freepik

5 de Octubre de 2025 | 07:27
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La cocina cotidiana suele girar en torno a un gesto casi automático: tomar el salero y espolvorear sobre la olla o el plato. Sin embargo, la evidencia médica es clara en señalar que el exceso de sodio es perjudicial para la salud cardiovascular y renal, y que gran parte del sodio que consumimos no proviene solo de la sal visible, sino de los alimentos procesados y condimentos industriales que la esconden en cantidades abundantes. Frente a este panorama, la reducción del consumo de sal se volvió una necesidad, pero eso no implica resignarse a comidas insípidas. Muy por el contrario, la tradición gastronómica de distintas culturas muestra que existen decenas de recursos capaces de potenciar el sabor sin depender exclusivamente del cloruro de sodio.

En los últimos años, especialistas en nutrición y chefs coinciden en un punto clave: el paladar se adapta. Reducir la sal gradualmente permite que el gusto se vaya acostumbrando a percibir matices que antes quedaban tapados. Ese proceso abre la puerta a un universo de especias, hierbas y técnicas culinarias que no solo aportan aroma y color, sino que enriquecen los platos con propiedades antioxidantes, digestivas y antiinflamatorias. El limón, la lima y los distintos tipos de vinagre funcionan como aliados infalibles para realzar sabores. Basta con unas gotas de jugo cítrico o unas hebras de ralladura al final de la cocción para que un pescado o una ensalada desplieguen frescura sin necesidad de más sal.

En la alacena, las especias secas y las semillas ofrecen un repertorio inmenso: el comino y la cúrcuma aportan notas terrosas y cálidas, el pimentón ahumado o la paprika agregan profundidad y color, la canela y el clavo funcionan en verduras dulzonas como la calabaza o la zanahoria. Las hierbas frescas, en tanto, tienen la virtud de despertar aromas verdes y ligeros: un puñado de perejil, unas hojas de cilantro, una rama de albahaca o de menta al final de la cocción transforman una preparación sencilla en un plato con carácter. En carnes, cada proteína tiene sus combinaciones clásicas: el pollo se realza con romero, salvia o curry suave; la carne vacuna encuentra en el tomillo, el orégano y la pimienta negra a sus grandes socios; el cerdo admite la calidez del comino y la mostaza; mientras que los pescados agradecen el perfume del eneldo y el toque ácido del limón.

En los guisos y estofados, las hierbas de cocción lenta como el laurel, la mejorana y el romero aportan cuerpo y profundidad, sobre todo cuando se combinan con la clásica base de cebolla, apio y zanahoria. Y si la receta incluye tomate, el matrimonio con albahaca u orégano es insoslayable. En tanto, las cocinas étnicas ofrecen sus propios mapas de sabor: el ají seco y el orégano mexicano en los platos latinoamericanos, el cúrcuma, coriandro y cardamomo en los currys indios, o la sencillez mediterránea del ajo, el aceite de oliva y el limón.

Las técnicas de cocción también cumplen un papel central. Dorar, tostar o caramelizar permite concentrar y resaltar sabores naturales que compensan la ausencia de sal. Unas semillas de comino apenas tostadas liberan aceites aromáticos intensos; una carne bien sellada desarrolla notas umami; unas verduras asadas ganan dulzor y profundidad. Además, preparar caldos caseros y salsas sin sal agregada evita el consumo inadvertido de sodio oculto que abunda en los cubitos y sopas instantáneas.

El desafío, entonces, no está en desterrar la sal, sino en relegarla al lugar que debería ocupar: el de un condimento más dentro de una paleta mucho más amplia. La clave es animarse a experimentar, probar mezclas, ajustar intensidades y descubrir cómo cada especia o hierba encuentra su mejor contexto. Cocinar con menos sal no significa renunciar al sabor, sino rescatarlo en su forma más auténtica y saludable. Al final, el resultado no es solo un plato más rico, sino también un cuerpo agradecido.

 

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