Boxy fit: comenzó el reinado de la remera cuadrada

La remera boxy fit no es un capricho geométrico: es una declaración. Llega con hombros caídos pero no derrumbados, tela que cae firme y una silueta cuadrada que reemplaza, por fin, al oversize amorfo. La moda viene ensayando desde hace años el gesto amplio, pero 2026 exige otra cosa: estructura sin asfixia, comodidad sin disfraz. Las musculosas boxy fit, protagonistas del próximo verano, le meten regla y escuadra a la ropa holgada para devolverle una lógica al torso. Ya no se trata de esconder la forma del cuerpo, sino de insinuarla con un trazo definido que enmarca sin pegarse, que define sin apretar. El corte cuadrado arma un torso visualmente más corto, un efecto casi óptico, que equilibra la figura y además deja entrever abdomen y cintura sin sacrificar la sensación de libertad. Esa caída firme sobre el torso sostiene el espíritu relajado del oversize, pero con una estética pulida, contemporánea, casi quirúrgica en su intención: mostrar el cuerpo sin invadirlo.

No se esconde la forma del cuerpo, sino que exhibe un trazo definido que define sin apretar

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Los tejidos livianos, sobre todo el algodón, son la clave de esta transición estival. Respiran, sostienen y no dramatizan. La paleta ofrece un arco amplio que va de los neutros estratégicos —blanco, beige, gris, negro— a los tonos que gritan verano desde lejos como coral, verde lima y azul eléctrico. Los neutros actúan como puerta de entrada para quien aún mira la tendencia con timidez; los vibrantes, como megáfono para quien quiere que la tendencia no solo se vea, sino que lo anuncie primero. Porque si el oversize fue ocupación del espacio, el boxy fit es ocupación del plano: una porción del aire convertida en cuadrado perfecto.

La remera boxy fit funciona como comodín de vestuario. Su carácter unisex la libra del género y la empuja al territorio de la forma: da lo mismo quien la lleve, importa cómo cae. Es urbana cuando cruza la calle con jeans rectos o bermudas de tiro alto; sofisticada cuando se asocia a sastrería —pantalones sastreros o polleras midi—; y siempre estratégica si se piensa la proporción como norte. El secreto del boxy fit es compensar. Al tener líneas rectas y estructura, se lleva mejor con prendas de tiro alto que estiren desde la base y acompañen esa matemática visual del torso más corto y la pierna más larga. La ilusión de piernas kilométricas no nace del pantalón, nace del recorte del torso. La remera es la tijera: corta arriba para sumar abajo.

En 2025, incluso, ya podemos advertir el relevo. Las vidrieras dejaron de celebrar la amplitud extensional de las remeras anchas para proponer dos modelos puntuales que dialogan con el boxy fit: el corte cuadrado clásico y su versión musculosa, más fresca y más franca. Ambas conservan la idea de una prenda donde el ancho es casi igual al largo, un cuadrado que alarga visualmente las piernas y produce equilibrio sin exageración. Las posibilidades de combinación son infinitas porque no compiten con el resto del look, lo ordenan. Con faldas midi producen un chic premeditado; con pantalones anchos arman un look relajado pero consciente; y en versiones monocromáticas, sobre todo si se suma una chaqueta o una campera boxy fit, el outfit escala en altura visual como si se lo mirara desde un dron amable.

La tendencia no es nueva, pero su imperio sí. Fue furor en 2023, pero ahora vuelve como lenguaje dominante: ni demasiado grande ni demasiado ajustado. Holgado, recto, angular. La remera boxy fit quiere que el cuerpo se vea, pero que la moda se note primero. Que la comodidad no sea excusa, sino método. Y que la forma cuadrada no sea moderación del exceso, sino el nuevo exceso medido.

Si vas a actualizar el placard para 2026, empezá por la geometría correcta: la remera por la que todo empieza y todo se eleva.