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La Ciudad |Transformaciones en la Ciudad, donde los vínculos no formalizados son mayoría

Caen los matrimonios y también las uniones convivenciales en La Plata

Entre 2022 y 2025, ambos registros descendieron de manera sostenida. Los casamientos bajaron un 31 por ciento en los últimos tres años, mientras que las uniones tuvieron una merma más moderada

Caen los matrimonios y también las uniones convivenciales en La Plata
14 de Diciembre de 2025 | 03:29
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Las formas de formalizar las relaciones afectivas están cambiando en La Plata. Tanto los matrimonios como las uniones convivenciales —dos figuras que marcaron el modo de comenzar una vida de pareja frente al Estado— descendieron de manera sostenida entre 2022 y 2025. Esto, además, viene generando una caída en la natalidad.

El comportamiento de ambas curvas muestra que, aunque la tendencia general es a la baja, la unión convivencial se mantuvo como una alternativa, cercana en volumen a los casamientos y más elegida por sectores jóvenes que buscan algún tipo de reconocimiento legal sin pasar por el tradicional rito matrimonial.

Los datos del Registro de las Personas bonaerense permiten trazar un panorama claro: la caída afecta a ambos registros, pero lo hace con distinta intensidad y con implicancias sociales diferentes. A la vez, revelan cómo cambió, en pocos años, la forma en que las parejas platenses conciben la convivencia, el compromiso y el lugar del Estado en la vida íntima.

UN DERRUMBE SOSTENIDO

En 2022, La Plata celebró 3.100 matrimonios, una cifra que poco después comenzaría un descenso pronunciado. En 2023 los casamientos fueron 2.751; en 2024, 2.702; y en 2025, 2.127.

La contracción acumulada es del 31% en tres años, una caída significativa para una figura que históricamente se mantuvo estable.

El análisis por composición de género muestra una imagen clara: 96,3% de los matrimonios fueron entre parejas femenino–masculino; 2,4% femenino–femenino; 1,3% masculino–masculino.

Respecto del estado civil previo, la mayoría de quienes contrajeron matrimonio eran solteros/as (85%), mientras que el 12,2% tenía antecedentes de divorcio y el 2,8% era viudo/a.

Estas proporciones hablan de un perfil nítido: personas que se casan por primera vez, mayormente jóvenes o adultas jóvenes, y en menor medida quienes vuelven a formalizar una relación después de rupturas previas.

VOCES A FAVOR DEL MATRIMONIO

La disminución de casamientos no significa que haya desaparecido la idea de proyecto matrimonial. Muchas parejas continúan eligiéndolo con convicción.

Mariela (34), docente de City Bell, se casó en septiembre luego de convivir tres años. “Para mí, casarme era una decisión simbólica y afectiva. La ceremonia nos importaba, pero sobre todo queríamos darle un marco legal al proyecto familiar que estamos empezando. Puede ser que bajen los números, pero el casamiento sigue siendo un hecho importante para mucha gente”.

En el mismo sentido, Rodrigo (38), empleado municipal, asegura que no dudó a la hora de formalizar mediante matrimonio: “La unión convivencial está bien, pero no es lo mismo. Queríamos algo más sólido, más definitivo, con más reconocimiento social. El casamiento te ordena un montón de cosas y te da tranquilidad”.

Otros testimonios destacan el factor emocional por encima del jurídico.

Andrea (41), comerciante de Los Hornos, afirma: “Yo me casé porque quería un ritual, celebrar con la familia. No es solo un papel: es un acto que marca un antes y un después, y marca un cambio para uno y para la familia y los amigos”.

LAS UNIONES CONVIVENCIALES

Aunque también retrocedieron desde 2022, las uniones convivenciales mostraron un ritmo de caída más moderado que los matrimonios.

Los números son los siguientes: 2.674 uniones convivenciales en 2022; 2.597 en 2023; 2.168 en 2024; 1.984 en 2025.

Si bien la baja es evidente, esta figura se mantiene en niveles similares al matrimonio. Esa cercanía numérica revela que se transformó en una opción consolidada para formalizar vínculos sin la estructura ceremonial del casamiento.

Las proporciones por género son parecidas a las de los matrimonios: 96,6% femenino–masculino; 2% femenino–femenino; 1,4% masculino–masculino. Y en cuanto al estado civil previo, este registro muestra aún mayor predominancia de personas solteras: 90,9% soltero/a; 7,6% divorciado/a; 1,5% viudo/a.

Este dato refuerza que la unión convivencial es especialmente elegida por parejas jóvenes que formalizan por primera vez un vínculo.

“REPRESENTA MEJOR CÓMO VIVIMOS HOY”

Quienes optan por la unión convivencial suelen señalar razones prácticas, económicas y simbólicas.

Lucía (29) es psicóloga y formalizó su convivencia en 2024. “No sentimos la necesidad del casamiento. Registrar la convivencia fue suficiente para organizar temas como la obra social, el alquiler y algunas responsabilidades legales. Para mí, es una forma más moderna y honesta de representar cómo vivimos”.

Federico y Julieta (32 y 31), pareja de Tolosa, coinciden: “Nos gusta la idea del compromiso, pero no queríamos la ceremonia ni los gastos que implica. La convivencia registrada fue una solución intermedia. Nos dio derechos y obligaciones sin necesidad de un casamiento”.

Incluso algunos la consideran un paso previo, una forma de diseñar el futuro sin atarse a una estructura rígida. Sabrina (27), empleada de comercio, cuenta: “Con mi pareja queremos casarnos algún día, pero mientras tanto preferimos registrar la convivencia. Nos ordena legalmente sin presiones”.

MUCHAS PAREJAS QUE NO QUIEREN FORMALIZAR

Más allá de los registros oficiales, crece un sector de parejas que decide no inscribirse bajo ninguna figura. No existen datos estadísticos que midan estas relaciones no formalizadas, pero los testimonios permiten dimensionar una tendencia social: la vida en pareja sin papeles ni trámites.

Ana (27) es moza y convive con su pareja desde hace cinco años. “Vivimos juntos, compartimos gastos y proyectos, pero no queremos casarnos ni registrar nada. Sentimos que el compromiso está en la convivencia diaria, no en el reconocimiento del Estado”.

El factor económico también pesa. Tomás (30), diseñador gráfico, explica: “Entre alquileres, inflación y trabajos inestables, casarse hoy es difícil. Y registrar una convivencia tampoco cambia demasiado. Preferimos dejar las cosas tal como están”.

Otros testimonios muestran un rechazo más ideológico a la institucionalización de la vida íntima. “No creo que el Estado tenga que intervenir en mi vida amorosa”, dice Carolina (33), fotógrafa independiente. “Si en algún momento necesito una cobertura legal puntual, lo resolveré. Pero hoy no me interesa formalizar un vínculo”, agrega.

UN CAMBIO CULTURAL

La simultánea caída de matrimonios y uniones convivenciales no es solamente un dato demográfico: funciona como termómetro de un cambio profundo en las formas de concebir el compromiso afectivo.

Por un lado, el matrimonio pierde centralidad frente a modelos más flexibles. Por otro, la unión convivencial se consolida como una alternativa que equilibra formalidad y pragmatismo. Y, al mismo tiempo, crece la proporción —difícil de medir, pero evidente en testimonios y comportamientos sociales— de quienes optan por no formalizar su relación en absoluto.

En la Ciudad conviven las tres tendencias: la persistencia del matrimonio como símbolo tradicional, la expansión sostenida de la unión convivencial como formato legal más accesible y los vínculos no institucionalizados que responden a dinámicas más libres y cambiantes.

Los datos del Registro de las Personas y las voces de los propios platenses coinciden en un punto: las formas de construir pareja se diversifican, y ese cambio cultural redefine silenciosamente el mapa afectivo de la Ciudad.

 

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Los casamientos y las uniones convivenciales siguen en caída en la ciudad / freepik

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