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La Ciudad |CANILLAS SALADAS, ESPERAS AMARGAS, TARIFAS agridulces

Pasó un cuarto del siglo XXI, pero en Gonnet y Villa Castells aún dependen del aguatero

La salinidad del suministro de ABSA, la entrega racionada de bidones y sachets, y la sospecha de polución, encuadran una crisis que viene desde 2013. El crecimiento urbano superó al de la red, y los vecinos exponen bronca, desgaste e incómodos gastos mensuales

Pasó un cuarto del siglo XXI, pero en Gonnet y Villa Castells aún dependen del aguatero

cisternas callejeras, una de las estrategias que implementó absa para abastecer el agua potable

21 de Diciembre de 2025 | 02:42
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Mientras el calor empieza a apretar, y arranca el verano con su consecuente aumento en la demanda de agua, los vecinos de Gonnet y Villa Castells vuelven a despedir el año cargando bidones, baldes y sachets. La prestataria del servicio domiciliario, Aguas Bonaerenses (ABSA), viene aumentando sus tarifas, pero el suministro continúa dando que hablar por razones equivocadas: obras en estado permanente de “casi...”, salinidad persistente en el suministro y advertencias científicas sobre otros peligrosos contaminantes exponen una deuda que se arrastra desde 2013 en la zona Norte platense.

Es que, aunque parezca mentira, los vecinos de vastas barriadas llevan más de una década sin poder beber agua de red. Y el verano 2026, por ahora, se aproxima con la misma postal repetida: mayor consumo, menor respuesta y una dependencia crónica de bidones, sachets y compras privados.

El área más comprometida se extiende aproximadamente entre las calles 485, 505, 2 y 13. Gustavo Morales, vecino histórico y referente de la Junta Comunal, lo sintetiza: “Hace trece años que no tomamos agua de la red. El agua está salinizada y no es apta para consumo. El barrio creció exponencialmente y nunca se hizo una inversión seria en infraestructura. Los caños quedaron viejos, faltó mantenimiento y el servicio colapsó”.

En 2019, la Justicia ordenó a ABSA garantizar agua potable a los vecinos. Desde entonces, el cumplimiento de ese mandato se traduce en la distribución de bidones, con un cupo diario de ocho litros por vivienda. Para todo lo demás -higiene, limpieza- el agua que llega por cañería sigue siendo salobre, producto del ingreso subterráneo de napas con alto contenido salino desde la zona costera, estimulado por la sobreexplotación de pozos tierra adentro.

La consecuencia es una rutina tan costosa como difícil de sostener. “Compramos bidones: hoy cuestan alrededor de 6 mil pesos los 20 litros. Usamos unos 40 litros por semana, lo que da un gasto mensual de casi 48.000 pesos”, detalla Morales.

Pero el problema no se agota en la salinidad ni en el costo. Daniel D’Onofrio, vecino de la zona, describe una situación que considera poco digna y que, lejos de mejorar, se ha vuelto más crítica con el paso del tiempo. “La situación sigue igual o peor. Peor, porque venimos desde hace más de una década con este problema y no hay ninguna solución real”.

un punto de entrega cuestionado

Uno de los puntos que más enojo genera es el sistema de entrega de bidones y sachets. Los vecinos deben trasladarse hasta el punto de distribución situado en 501 entre 15 y 16, en Gonnet, un lugar que D’Onofrio califica como inadecuado y peligroso.

“Es una sede absolutamente fuera de toda condición normal y segura. Cuando llueve se inunda y embarra, el acceso, las veredas están destruidas, la calle también. Es un desastre”. A esa precariedad se suma la escasez. “Salvo contados días, nos dan un bidón por familia. Un bidón. Si tu hogar está integrado por cuatro, cinco o seis personas, no te alcanza. No hay forma”.

Además, muchos vecinos de Villa Castells deben recorrer largas distancias para acceder a ese suministro mínimo, y aun así no siempre lo consiguen. “La gente viene desde Castells a buscar el bidón y en muchos casos no lo consiguen. Porque se rompió el camión, porque no vino... La semana pasada se rompió y nos quedamos sin agua”.

Según relata Daniel, la empresa que hoy se encarga de la logística al servicio de ABSA no ofreció ninguna alternativa ante la falla. “No alquilaron ni un flete para traer los bidones igual. Nada”.

La escena cotidiana, que describe con precisión, resulta humillante. “Viene gente con cochecitos, con bebés, vienen personas mayores, jubilados, a buscar agua. Esto parece 1810, falta la carreta con los bueyes. Es una vergüenza”.

“Este es un tema que viene de hace tiempo” admite Gustavo Morales: “es la cuestión de la que todos hablamos. Por eso, cuando en junio escuchamos al intendente decir que el acueducto iba a estar en funcionamiento para diciembre, muchos nos aferramos a esa palabra. Hoy lo que nos dicen es que están en plena etapa de pruebas, de apertura y cierre del sistema, y eso explicaría la falta de agua que estamos padeciendo”.

cautelosa esperanza

“Seguramente podríamos ir para atrás, repasar cada error y cada promesa incumplida, y no llegaríamos a nada concreto. Hoy tratamos de mirar un poco hacia adelante y si es como adelantan, que viene bien y la presión del agua se va a incrementar a más del doble, ojalá esta vez tengamos suerte, que todo funcione y de una vez por todas, quede solucionado el problema del agua”.

Respecto del acueducto, D’Onofrio sostiene que las últimas intervenciones logísticas no sólo no resolvieron el problema sino que provocaron nuevos daños. “El acueducto se la pasa rompiendo. Ahora están metiéndole al caño un encamisado con una empresa tercerizada, y están destruyendo el Parque Boveri. Cada vez que se meten, rompen todo y dejan un desastre”.

Su diagnóstico es lapidario. “Este tema ya roza lo dantesco. Las autoridades de ABSA no se hacen cargo de nada. Y la Municipalidad de La Plata, menos. Podrían al menos arreglar el ingreso a la sede de 501 para que la gente no se lastimara, para que no corriera riesgos. Pero no, todo mal”.

A todo esto se suma la preocupación por la calidad del agua que sale de las canillas. “Es intomable y hace mal” sentencia el vecino: “Vos la hervís y la pava te queda blanca. Imaginate tomarte eso: se te deposita en los riñones, te genera cálculos...”.

Si la salinidad encendió alarmas, la posible presencia de contaminantes eleva el conflicto a otro nivel. Un reciente informe del Instituto Tecnológico de Buenos Aires (ITBA) detectó rastros de arsénico en muestras de agua tomadas en zonas como City Bell y Gonnet. Se trata de un “metaloide” asociado a algunos minerales, cuya ingesta prolongada en determinadas cantidades implica riesgos severos para la salud.

El Mapa de Arsénico desarrollado por el ITBA -basado en muestras remitidas por los usuarios- utiliza un sistema de “semáforo” para clasificar el riesgo y advierte que más de cuatro millones de personas en Argentina podrían estar expuestas a niveles de arsénico superiores los recomendados por la Organización Mundial de la Salud.

En este contexto, la compañía de mayoría estatal Aguas Bonaerenses Sociedad Anónima, que presta servicio en La Plata y otras 93 localidades bonaerenses, aplicó un nuevo aumento del 10,85% en sus tarifas. La suba fue oficializada mediante la Resolución 1069, publicada a mediados del mes pasado en el Boletín Oficial, y elevó el valor del metro cúbico a $196,76, tras otro ajuste previo del 8,5% aplicado en agosto.

En los últimos días, según trascendió de fuentes oficiosas, comenzaron las primeras pruebas del renovado Acueducto Norte, con resultados calificados como “muy satisfactorios”. Cerca de la empresa señalan que antes de fin de año podría habilitarse un primer tramo de ese conducto, aunque aclararon que la entrega de agua envasada continuará.

La obra contempla más de nueve kilómetros de cañería para abastecer Gonnet y Villa Castells con agua potable proveniente de la planta Donato Gerardi, en Punta Lara, además de la readecuación de la estación de bombeo de 120 y 33. Sin embargo, en la propia página de ABSA figura que el proyecto se inició en julio de 2017 y debía finalizar en junio de 2018. Algo falló entonces: los caños no resistieron las pruebas de presión hidráulica, se produjeron roturas reiteradas y la obra quedó en el limbo. Ahora, el objetivo parece más cercano. Mientras tanto, los vecinos siguen esperando.

 

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Un letrero notificando a los vecinos acerca de inconvenientes

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