Ni tacos, ni cigarro y con jardinero, entre las cláusulas más curiosas para alquilar

Alquilar una propiedad puede ser más que un negocio nacido de una necesidad. Entre cuidados extremos en una casa e imposición de conductas en el edificio, a la hora de armar los contratos pueden aparecer planteos difíciles de pasar por la mesa de negociación, como prohibir el uso de calzado con tacos o exigir el riego de las plantas y el corte el pasto una vez a la semana.

Son esos algunos de los pedidos curiosos o insólitos que tienen en la memoria (porque nada de eso pudo escribirse en beneficio de la continuidad de la operación) algunos agentes inmobiliarios de la Ciudad.

Entre los planteos más llamativos, en general del lado de quienes deciden poner su propiedad en alquiler, está lo más usual, como evitar estudiantes universitarios, por entenderse que esa condición asociada a la juventud pueden traen problemas en el cuidado de departamentos de gama media o alta y la relación con el vecindario. Lo que llama la atención es que en un edificio céntrico alguien haya pedido que eso esté en el contrato. “Entonces, si se muda, por ejemplo, un jubilado y decide empezar la Universidad ¿Tendrá que irse?”, preguntó en tono irónico un martillero.
Eso no quedó escrito y tampoco otros pedidos que se escuchan, como que no se permita “bebés o hijos chicos”.

Ante una consulta de este diario, la martillera Gisela Agostinelli, de “Agostinelli Propiedades” indicó que “hay cláusulas que no se pueden poner porque en el día a día no se pueden llevar a cabo y van a generar más problemas”. Desde la experiencia en negociaciones en torno a los bienes raíces, explicó que “por lo general, se llega a un acuerdo. Uno trata de dar tranquilidad con respecto a cosas que no van a suceder, que uno, desde la inmobiliaria, va a cuidad la propiedad como si fuese de uno y ante cualquier inconveniente se va a charlar”, dijo y añadió que en su rol “se trata de avanzar buscando el equilibrio y dando la tranquilidad de que estamos para intervenir si se ve que, por ejemplo, alguien hace mucho ruido, para que eso no pase”. Insistió en que los contratos se pueden hacer sin incluir cláusulas para la polémica.  
La cuestión de los ruidos va más allá de la música o las voces estridentes. En algunos edificios, se aspira al silencio como norma. Tanto que en un edificio del Centro alguien pidió que se escriba como condición “que las personas que van a vivir en el departamento no usen tacos, ya que eso molestaría a los vecinos y son amigos de él.  Por lo tanto, no quiere ocasionarles ruidos molestos”, se recordó en otra inmobiliaria.
Algo en la misma línea, los pedidos de identificación hasta con número de DNI a las personas que habitarán el inmueble o la patente del auto que estará en la cochera. Así, ni cambios en la familia ni de auto quedaban autorizados. La idea, como las otras, no prosperó.

Reunión con cepo

Si de discreción se trata, también se ha planteado un cepo a las visitas con una cláusula que limite a no más de cinco la lista de invitados al departamento, “ya que eso podría afectar negativamente la convivencia entre las personas que habitan el edificio”.
Dentro de esa categoría aparecen también los pedidos de cláusulas contra la presencia de mascotas, sean perros, gatos o pájaros. Este es un ítem que sí suele estar regulado por el reglamento de convivencia que tienen como facultad de dictar los consorcios.

LE PUEDE INTERESAR

Para comprar por 100 mil dólares a 20 años, entre 2 y 3 millones de ingreso

LE PUEDE INTERESAR

El sábado 24, encuentro en el Centro de Jubilados de Villa Elvira

Cerca de eso aparece la pretensión de la cláusula que diga que “el departamento se entrega libre de pulgas y si al momento de la devolución se detectase que existen las mismas , el locatario seria responsable de los costos del tratamiento de dicha plaga”.
La misma puntillosidad, con el tabaco, cuando alguien ordenó que quien piense en vivir en el departamento ni se le ocurra prender un cigarrillo.

Los pedidos pueden sonar a extravagantes y eso se discute. El límite es la norma, por ejemplo, la que ordena el pago de expensas extraordinarias a los propietarios. Si se pide lo contrario y que quede escrito en el contrato, como se vio en una inmobiliaria céntrica, hay terreno para el litigio.

En la lista de pedidos es larga la columna de los cuidados sin descanso: entre esos, con una cláusula que ordena “limpiar las canaletas cada vez que llueva”, que el inquilino contrate a la empresa indicada en el contrato para que revise la caldera una vez por año y presente el comprobante en la inmobiliaria, que riegue las plantas día por medio o que no podrá cambiar el color de las paredes de la propiedad aún cuando al momento de irse las vuelva al tono original.

Algo parecido con el cuidado del pasto, cuando un propietario pidió ordenar un corte semanal o de otro modo él mandaría un jardinero y le cargaría el costo a la boleta del alquiler.

Del otro lado del mostrador también aparecen planteos llamativos. E innecesarios: “un locatario dijo de poner una cláusula que impida al propietario realizar visitas para ver el estado de la propiedad”, contó una martillera.