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En La Plata investigan especies invasoras que viajan en macetas: un fenómeno silencioso que puede alterar el ecosistema

En La Plata investigan especies invasoras que viajan en macetas: un fenómeno silencioso que puede alterar el ecosistema
15 de Julio de 2025 | 10:19

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Un equipo de científicos de la Facultad de Ciencias Naturales y Museo de la Universidad Nacional de La Plata UNLP) lleva adelante una investigación clave sobre un fenómeno ecológico silencioso, pero que pueden tener un gran impacto: la introducción accidental de invertebrados a través del traslado de plantas ornamentales. Esta práctica, cada vez más frecuente debido al crecimiento del comercio hortícola y de plantas con fines ornamentales, puede alterar gravemente el equilibrio de los ecosistemas y provocar pérdidas significativas de biodiversidad.

La introducción de especies desde un sitio a otro del planeta no es un fenómeno nuevo. El Dr. Lisandro Negrete, investigador del Museo de La Plata (UNLP- CONICET), explicó que “si bien pueden existir causas naturales (como migraciones estacionales o desplazamientos esporádicos), en las últimas décadas, las introducciones originadas por diversas actividades humanas, tanto intencionales como no intencionales, han cobrado una relevancia crítica. Las consecuencias de estas introducciones suelen ser profundas: sustitución de especies nativas, proliferación de plagas, alteración de redes tróficas y desequilibrios ambientales”.

Las introducciones accidentales suelen pasar inadvertidas y son particularmente peligrosas. Un ejemplo claro y alarmante es el transporte de invertebrados ocultos en macetas de plantas ornamentales. Estos pequeños animales —como micromoluscos, babosas, planarias y otros invertebrados— se refugian en el sustrato húmedo que les proporcionan las macetas, funcionando como verdaderos “microhábitats portátiles”. Este entorno les permite en ocasiones sobrevivir a pesticidas, soportar la desecación y otras amenazas, y facilita su desplazamiento a través de barreras ecológicas que, en condiciones naturales, serían infranqueables. 

“Estas 'barreras a priori insuperables' hacen referencia a limitaciones naturales que restringen el movimiento de las especies, como grandes distancias geográficas, climas extremos o suelos inadecuados. Sin embargo, la intervención humana —en este caso, mediante el comercio de plantas— permite que dichos invertebrados crucen esas fronteras, se establezcan en nuevos territorios y prosperen, sobre todo en áreas urbanas y periurbanas donde el constante riego y la humedad artificial amortiguan las condiciones climáticas adversas”, agregó el Dr. Diego Gutiérrez Gregoric integrante del equipo de investigación (UNLP, CONICET).

El caso de La Plata, Berisso y Ensenada

El Gran La Plata (que incluye a nuestra ciudad, Ensenada, Berisso, Berazategui y Florencio Varela), se caracteriza por la presencia de numerosos establecimientos comerciales de distinta envergadura, tanto viveros como quintas de producción fruto-hortícola. Los viveros más chicos se encargan principalmente de ventas minoristas a hogares; mientras que los más grandes actúan como centro de acopio y distribución de su mercadería (que en algunos casos incluyen plantas importadas) inclusive a varias regiones del país. De esta manera se establece un flujo constante de macetas y plantines en cuyo interior se trasladan “como polizones” diversos invertebrados: desde pequeños insectos y arácnidos, a babosas, caracoles y planarias, pudiendo tratarse tanto de adultos como sus huevos.

Actualmente, no existe un control sistemático ni reglamentado sobre la fauna que acompaña al comercio de plantas ornamentales, lo cual convierte a esta práctica en una vía altamente efectiva —aunque claramente no intencionada— para la diseminación de especies exóticas. En los últimos años, la apertura a nuevos mercados y acuerdos comerciales han reducido las barreras al comercio de plantas con diferentes países, pero no se ha prestado suficiente atención a cómo ese cambio en el comercio internacional puede afectar el riesgo de propagación de especies invasoras. En este contexto, el monitoreo realizado por especialistas de la División Zoología Invertebrados del Museo de La Plata resulta fundamental. Su trabajo ha permitido documentar, por ejemplo, la presencia de al menos siete especies de babosas en viveros del Gran La Plata, cuatro de las cuales son exóticas (especies que no son nativas de nuestra región). También se detectaron cuatro especies de caracoles, tres de ellas no nativas, y la presencia de planarias terrestres exóticas, además de una especie nativa que, transportada de manera accidental, ya ha sido introducida en al menos siete países europeos.

Las planarias terrestres, invasoras exitosas

La temperatura, la humedad y la disponibilidad de alimento son los tres factores más importantes que determinan la presencia de planarias terrestres en un determinado lugar. Se trata de organismos muy sensibles a cambios de la humedad del suelo, no soportando la desecación; por lo que durante el día viven ocultos debajo de sustratos como troncos en descomposición, hojarasca, macetas, etc. Durante la noche abandonan sus refugios en busca de sus presas (babosas, caracoles, lombrices, pequeños artrópodos). 

En lugares como viveros e invernaderos, las condiciones microclimáticas se mantienen de manera artificial (alta humedad y temperatura relativamente estable), lo que probablemente favorece la presencia de poblaciones estables de invertebrados terrestres. Como comenta el Dr. Negrete, “en los viveros que hemos visitado, es común observar, especialmente bajo macetas, la presencia de planarias, caracoles, babosas, lombrices de tierra, milpiés, isópodos (bichos bolita) y varias especies de pequeños artrópodos. Por tanto, en este microhábitat artificial tan adecuado, no sólo es altamente probable la dispersión de planarias sino también parte de su menú diario”.

Según indica el Dr. Negrete, entre las planarias exóticas, “hemos registrado especies que son nativas de regiones tan distantes que sólo se puede explicar su presencia debido a la introducción humana”. Algunos ejemplos lo constituyen las especies Bipalium kewense (llamada planaria cabeza de martillo) y Dolichoplana striata, nativas del sudeste asiático, y Caenoplana coerulea, nativa de la región australiana. Un caso interesante lo constituye Obama nungara, especie nativa de Argentina y muy común en la provincia de Buenos Aires. Hace unos 15 años comenzó a ser vista en viveros y patios del Reino Unido, y desde entonces ha sido accidentalmente dispersada por España, Portugal, Francia, Italia y países vecinos. En nuestro país su presencia es cada vez más notoria, principalmente en ambientes antrópicos, como viveros, patios y terrenos baldíos. Hace unos años creamos un grupo de Facebook llamado planarias del patio de tu casa y a partir de allí hemos recibido reportes de varias provincias e incluso registros en Chile”.

En el caso de las planarias, no es fácil poder dimensionar, en el corto plazo, si las especies introducidas están causando un daño sobre la fauna del suelo o si están desplazando a las especies nativas. No obstante, teniendo en cuenta que, una vez establecidas, es difícil ejercer un control efectivo sobre ellas, se debe hacer énfasis en no sólo mejorar la bioseguridad preventiva (especialmente en los probables puntos de entrada de especies exóticas) sino también en conocer mejor acerca de su biología (como por ejemplo, sus recursos alimenticios, el periodo reproductivo, etc.) con objeto de proponer alternativas de prevención y estrategias para su control.

¿Y las babosas y caracoles?

“Nadie quiere babosas y caracoles en sus jardines. La mayoría de estas especies son consideradas plagas que afectan plantas y cultivos”, comenta el Dr. Gutiérrez Gregoric. Durante épocas húmedas, especialmente después de las lluvias, es común ver babosas desplazándose por los jardines, y siempre surge la misma pregunta: ¿de dónde salen estos bichitos? A veces, llegan desde los jardines vecinos —aunque los vecinos nos caigan muy bien— y otras veces aparecen como polizones, escondidos en las plantas que compramos. Por eso, se recomienda revisar cuidadosamente las macetas antes de llevarlas a casa. 

Es importante observar si hay “caminitos de baba”, esas huellas brillantes que delatan la presencia de babosas o caracoles. También conviene preguntar al comerciante si utiliza molusquicidas para controlar estas especies. Estos productos se emplean en muchos viveros para reducir la propagación, aunque no siempre son 100% efectivos. Para mayor seguridad, se sugiere realizar una pequeña “cuarentena” antes de trasplantar la planta al jardín: colocar molusquicida granulado alrededor de la maceta ayuda a evitar que estos polizones se dispersen por el resto del jardín.

“En viveros del Gran La Plata se han registrado la presencia de cuatro especies de babosas no nativas: Deroceras laeve (babosa gris chica), Limacus flavus (babosa verde o amarilla), Ambigolimax valentianus (babosa de tres bandas) y Milax gagates (babosa carenada). Dependiendo de la especie, su distribución varía, pero en Argentina ya se han registrado diez especies de babosas no nativas, desde Tierra del Fuego hasta Jujuy, y desde Neuquén hasta Misiones. Es decir, están distribuidas por todo el país, siendo su origen variado (algunas de Asia, otras de Europa y Norte de África). Su principal vía de dispersión es el comercio de plantas ornamentales”, explicaron los investigadores de la UNLP.

Pero estas babosas y caracoles no solo son plagas de jardines y cultivos. También pueden ser hospedadores de parásitos que afectan a personas y animales. Aunque en Argentina estos casos son poco frecuentes, a nivel mundial se han reportado varios. Por eso es importante tener cuidado y evitar el contacto directo con la baba de estos moluscos. En el caso de las mascotas, la mejor solución es controlar la población de babosas y caracoles, ya que es muy difícil evitar que los animales intenten comérselos.

Este tipo de investigaciones no solo contribuye al conocimiento científico, sino que también cumple una función estratégica para la conservación ambiental, al alertar sobre dinámicas invisibles que pueden tener efectos irreversibles sobre los ecosistemas y nuestras especies nativas.

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