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Información General |IMPRESIONES: OCURRENCIAS

Albergues y amantes en fase uno

ALEJANDRO CASTAÑEDA
Por ALEJANDRO CASTAÑEDA

6 de Septiembre de 2020 | 03:35
Edición impresa

Los hoteles por hora integran el rubro de los súper castigados. El placer furtivo también fue acuartelado a la sombra de un maldito invasor que ha puesto en espera todo lo querible. Pese a que en esos albergues las chances de contagios casi desaparecen, para los infectólogos son lugares súper riesgosos porque exigen magníficas cercanías.

Un golpe más para una actividad que tuvo su esplendor en el siglo pasado y que de a poco, por nuevas costumbres y hogares más liberados, ha sido derrotada por el sexo de entrecasa. Sus dueños necesitan reabrir sus puertas. No en nombre del amor sino de las finanzas. Suelen ser empresarios que han cultivado el disimulo y la discreción, pero que nadie compadece ni son considerados como parte del ejército creciente de los empobrecidos.

La gente cree que ellos también se divierten a la par de su sigilosa clientela. Ignoran que, a la hora de enfrentar los gastos, de nada valen los buenos ratos que facilitan. Las cámaras que nuclean a los propietarios y el gremio que reúne a los trabajadores del sector presentaron hace más de dos meses la propuesta de un protocolo de bioseguridad al gobierno nacional para que puedan volver a funcionar esos establecimientos.

Hisopados aparte, proponen un catálogo preventivo que conservaría los rasgos de una luna de miel con toques de hospital de campaña. Argumentan que no es época de andar recortando, un poco más, el escaso placer que aun sobrevive en este mundo apagado y expectante. Y prometen reequipar sus instalaciones para garantizarles cuartos seguros y románticos a esos amantes de intramuros que mimosean entre el espionaje y el desafío.

“No vamos aguantar mucho más sin abrir”, advirtió Liliana De Piero, dueña de dos hoteles de la Ciudad. Señaló su preocupación por los cinco meses que los locales llevan sin trabajar. “Estamos al borde de la quiebra. El 20 de marzo cerramos y no nos dejaron abrir más; recibimos la mitad de los salarios de la ATP pero igual tenemos que seguir pagando el resto de los sueldos, más las cuentas. Nosotros, por ejemplo, no pudimos pagar ningún impuesto. Somos pymes familiares”, indicó, una calificación que en esos lugares no suena del todo bien. Y el titular de la Federación Argentina de Alojamientos por Hora (Fadaph), José Manuel Capelo, agregó que “nuestros establecimientos no son lugares de reunión social, la gente ya se encontró de antemano y no hay espacios comunes, se ingresa de manera directa a la habitación con cero contacto con el personal”, puntualizó. Por supuesto, prometen adoptar medidas súper estrictas, para poder avanzar sin peligro mucho más allá de los insoportables coditos de cortesía.

La cuarentena domina el ánimo de esos amantes que desde su destierro sufren por no poder tener su dosis de fugas y escondites. Muchos de ellos ni siquiera pueden lamentar en casa el cierre de esos telos que los acogía tiempo atrás, cuando aislarse era algo deseado. Extrañan ese lugar donde la fidelidad hogareña empeora sus índices y donde las técnicas amatorias alcanzan su mejor pedagogía. Sienten que el amor por hora es una necesidad que va más allá de la hotelería. Porque la pasión en esos lugares se acaba ajustando a la tiranía de unos minutos que marcan turnos y ardores. Y evocan con nostalgia aquellos encuentros, entusiastas y apremiantes, cuando los relojes corrían también en casa y había alguien vigilando la hora del regreso.

Para los infectólogos, los telos son lugares súper riesgosos porque exigen magníficas cercanías

 

Pero en la búsqueda de algún consuelo, estos amantes diferidos apelan al recuerdo para poder revivir aquellas inolvidables jornadas presenciales que ya son parte del pasado. Los hoteleros esperan que la pasión sea declaraba labor esencial. Y que los cuartos, remozados y desinfectados, puedan volver a responder a la demanda de aquellos infieles que ya no tienen ganas de seguir encerrados con relaciones insatisfechas. Cuentan que han hecho una inversión que se fue amortizando a puro orgasmo. Y esperan hacerles lugar a los amantes, ocasionales o vitalicios, que desde allí podrán enfrentar con mejor ánimo a una pandemia que se va quedando hasta con los recuerdos.

“Estamos acabados” dicen los empresarios del sector”. Más explícito, imposible.

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