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Lo que no se ataca son las raíces más profundas de la violencia en el fútbol

Lo que no se ataca son las raíces más profundas de la violencia en el fútbol

OPINIÓN EDITORIAL

14 de Octubre de 2022 | 05:43
Edición impresa

En un fútbol profesional como el argentino, convulsionado por frecuentes hechos de violencia, se está autorizando de hecho –contra lo que dicen las normas y reglamentaciones vigentes- el virtual retorno de las hinchadas visitantes, en situaciones que se plantean con mucha habitualidad en estadios del interior del país. Se invocan, desde luego, razones económicas que tampoco pueden dejar de contemplarse. Muchos clubes necesitan aumentar sus recaudaciones.

Claro que para ello se apela a un eufemismo, como es el de calificar de “neutrales” a personas que van a los estadios y, todos lo saben, son simpatizantes del equipo visitante. En todo caso, lo que se busca es usar una expresión más suave o, si se quiere, más decorosa que la de “visitantes”, a quienes hace años se les prohibió la entrada a los estadios en su condición de tales, a partir de los frecuentes incidentes que se registraban con las hinchadas del equipo local.

Tal como se informó ayer en este diario, en la previa del partido entre Sarmiento y Boca Juniors, jugado en el estadio de la ciudad de Junín, se registró una pequeña batahola entre hinchas del club local y los denominados “neutrales”, aunque estaba claro que estos últimos eran en su mayoría partidarios de Boca.

Cuando salieron al campo los jugadores del equipo visitante, desde uno de los sectores los “neutrales” presentes cantaron a favor de ellos, lo que generó que los hinchas locales traspasaron la débil reja que separaba ambos sectores y así menudearon los incidentes, con entrecruce de golpes, mientras los jugadores de ambos equipos se acercaron al alambrado para tratar de interceder y calmar los ánimos. Tal como dicen los medios juninenses, como no estaba prevista la presencia formal de “visitantes”, los efectivos policiales eran muy pocos.

La dirigencia del fútbol argentino y las autoridades de seguridad relacionadas a ese deporte han elegido desde hace años no enfocar la raíz del problema –que se nutre de la violencia con que actúan los grupos barrabravas- y, en cambio, buscar resolverlo mediante cualquier tipo de subterfugios, entre ellos la medida que prohíbe la presencia de las hinchadas visitantes en los estados.

Lo cierto es que, cuando en junio de 2013, luego de un cruento enfrentamiento entre barrabravas de Lanús con integrantes de la Policía provincial, se decidió prohibir la presencia de público visitante en los estadios, desde esta columna se advirtió que esa medida no erradicaría ni resolvería la cuestión y, lamentablemente, esa predicción resultó acertada.

Desde entonces las estadísticas marcaron que, en los torneos fútbol profesional en la Argentina, posteriores a la decisión adoptada en 2013, es decir jugados sin que las hinchadas visitantes concurrieran a la canchas, la violencia no cedió y el número de víctimas fatales por incidentes fue mayor que cuando los partidos se jugaban con las dos hinchadas presentes. Y además, los incidentes continuaron entre barrabravas de un mismo club.

La copiosa y lamentable experiencia acumulada aconseja que, en lugar de apelar a eufemismos, a medidas erráticas y poco efectivas, se analicen a fondo y en forma más detenida algunos factores, como por ejemplo la existencia de una fuerza policial especializada en prevenir y sofocar los incidentes en las tribunas, la seguridad que ofrecen las canchas, la trama de complicidades políticas, la vinculación de los violentos con la actividad delictiva, la mejor identificación y contención de los barrabravas y el cumplimiento cabal de las penas que se les imponen, que son, entre muchas otras, las causas que realmente inciden para haber convertido a los estadios en escenarios -y al deporte del fútbol en excusa- de una violencia tan peligrosa como incontenible.

 

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