Cristina vs. Mauricio, esa “final” con la que muchos especulan y que ellos se encargan de alimentar

Cristina Kirchner y Mauricio Macri, principales referentes del Frente de Todos y Juntos por el Cambio, profundizan una estrategia que comenzó hace tiempo y que tiene puntos en común. Claro que los estilos y las formas varían y se ajustan a lo que ellos entiende que es lo que pretende “su gente”. Pero en el fondo, el objetivo, es similar: dar la sensación de que son la verdadera carta fuerte de cada espacio, independientemente de las búsquedas individuales de otros potenciales candidatos, pero sin manifestarlo abiertamente.

Ambos coquetean con una candidatura presidencial en 2023, pero no se definen y “miran para otro lado” cuando sus votantes más fieles les piden que se pongan en carrera. Y mientras tanto, afrontan un doble juego: el de frenar las ambiciones de otros referentes del FdT y JxC, que se ven privados de avanzar con sus eventuales postulaciones, temerosos de quedar en offside si Cristina o Mauricio finalmente deciden ir por todo.

Además de guardarse una carta bajo la manga para, eventualmente llegado el momento, apoyar a un delfín que encabece la lista con ellos detrás moviendo los hilos.

Todo esto, por cierto, es un simplismo en medio de otra cantidad de factores que resultan clave para cualquier aspiración: la situación económica, las respuestas que el Gobierno pueda dar a los problemas centrales que aquejan al país, el humor social, las presiones cada vez más fuertes de los sindicatos y la “fuerza” que puedan hacer otros actores que están por fuera del oficialismo y la oposición, entre otras cosas. Es que mucho del devenir de los acontecimientos que se dé en los próximos meses servirá para ver hasta dónde podrían crecer las posibilidades de la Vicepresidenta y del ex jefe de Estado.

Foto // Mauricio Macri

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Operativo clamor

Cristina, como se sabe, maneja este juego a la perfección y busca sacarle el jugo al máximo, consciente de las importantes dificultades que atraviesa el Frente de Todos, entre internas, intereses contrapuestos, figuras que se fueron debilitando e indicadores que no colaboran en nada. Y a eso hay que sumarle el factor Alberto Fernández, que intenta evitar que lo releguen definitivamente a una mínima expresión.

El Presidente viene planteando varias cuestiones que “desafinan” a los ojos del kirchnerismo y La Cámpora, como la intención de sostener las PASO, soñar con poder pelear en las Primeras y demás.

Pero Cristina, con su gente, potencia el aislamiento del mandatario, agita el operativo clamor para fortalecer la idea de que ella es la única “opción posible” que tiene el Frente de Todos de cara a 2023. Y mientras tanto, en medio de la indefinición, busca alternativas para tener un delfín al alcance de la mano, por si decidiese bajarse de la carrera, reservándose así la capacidad de “manejarlo” y ejecutar el poder desde atrás.

Esto, como ya se expresó antes, busca tener contenidos a quienes tuviesen aspiraciones de ir por la presidencia en el Frente de Todos. Al menos lo más posible hasta que se aclare el panorama -si es que ello ocurre-, o eventualmente mejore la situación en el país, o haya alguna pista que permita calcular si es factible una candidatura presidencial de la Vice, o es preferible apuntar a otra función, que garantice los fueros aunque con mucha menor injerencia y, claro está, sin la posibilidad de ir por un tercer mandato, que sería su gran sueño.

Este método que impulsa Cristina arrancó en 2007, cuando Kirchner jugaba a que el postulante podía ser “pingüino o pingüina”; fue exitoso en los meses previos a 2011, cuando Cristina vestía de luto y dejaba trascender que no estaba convencida de ir en busca de la reelección, y resultó vital en 2019, cuando logró designar con un tuit a Alberto F.

Pero hay que tener en cuenta que esto se da en un contexto mucho menos favorable que los anteriores, ya que económicamente el país está bastante peor, la inflación va camino a duplicar la mayor que se dio durante la gestión de Macri y el doble comando con Alberto Fernández generó un enorme desgaste para ellos y para la sociedad, porque nunca brindó respuestas a los principales problemas del país. También tiene un peso importante el aspecto judicial, no sólo el feroz enfrentamiento del oficialismo con las Justicia, sino las causas por las que es juzgada la Vice.

Mientras que los piqueteros de izquierda redoblan la presión sobre Desarrollo Social y advierten que los alimentos no paran de subir y que el Gobierno debe otorgar un aumento a los beneficiarios de planes. Va de la mano con los pedidos de parte del oficialismo para que se pague un bono a los trabajadores que compense la inflación, el congelamiento de precios y una presión mayor sobre los empresarios.

Ante esto, el ministro de Economía Sergio Massa intenta ver con optimismo un panorama muy complejo. Como se sabe, el miércoles reunió a su equipo de colaboradores y a varios senadores oficialistas, y les prometió que la inflación de 2023 estará por debajo del 60 por ciento, que es la proyectada en el Presupuesto, y que eso provocará el despertar electoral del Frente de Todos. Esto choca con los pronósticos de numerosos analistas que prevén, al menos, 30 por ciento más. Massa buscó justificar su apuesta al congelamiento de precios. “Lo vamos a hacer consensuado. Olvídense de un decretazo o de que avancemos con la ley de desabastecimiento”, aseguró.

Con todos estos aditamentos, la jugada de Cristina se vuelve mucho más compleja que en otros momentos, especialmente porque parte de estos factores que influyen de manera decisiva no están bajo su control. Y porque ella no puede eximirse de responsabilidades en este momento tan crítico que atraviesa el Gobierno que ella integra con una función de enorme poder.

Foto // Cristina Kirchner

MACRI REDOBLA LA APUESTA

Mientras tanto, Macri acelera a fondo con su movida y busca hacer foco con vehemencia sobre que el Gobierno está terminado. O mejor dicho, que el modelo que propone Cristina no da para más. Pero, al igual que la Vice, busca sumar apoyos y plantearse como la figura central de su espacio, pero sin confirmar una candidatura y dejando la puerta abierta para dar cualquier volantazo en caso de ser necesario.

“Esta gente está afuera. Vamos al fracaso más grande que se recuerde”, alerta Macri, por lo bajo.

Él tampoco la tiene fácil. Primero porque su gobierno estuvo muy lejos de lo esperado y fracasó en el plano económico. Y Juntos por el Cambio dejó de ser un espacio donde su voz prima sobre el resto. Hoy también sufre el impacto de una fuerte interna, con varias figuras con intenciones serias de ir por la presidencia en 2023, tal el caso de Gerardo Morales, el presidente de la UCR, o Facundo Manes. Y se suman Horacio Rodríguez Larreta y Patricia Bullrich como figuras posibles candidatos que buscan apoyos para conformar una estructura que pueda impulsarlos al Sillón de Rivadavia. Pero ninguno, hasta ahora, con un importante consenso que le permita garantizar un triunfo en una elección. Entonces Macri, entre los tires y aflojes de las figuras del espacio y sus propias intenciones, intenta ir por la revancha, por ese segundo tiempo del que viene hablando y describió en su libro.

Y justamente en este momento en que Cristina entreabrió la puerta para una candidatura, el sector más puro del macrismo comenzó a fantasear con un duelo Cristina-Macri. “Si es ella, vas a tener que ser vos”, le dijeron a Mauricio. Y, seguramente para ellos, esta idea fue la que más los cautivó porque, en caso de prosperar apoyos para uno y otro, o al menos operativos clamor de un lado y del otro, les darían el combustible para justificar definitivamente sus intenciones.