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Elecciones 2023.- Gane quien gane, la economía no puede esperar

Elecciones 2023.- Gane quien gane, la economía no puede esperar

Gustavo Marangoni
Gustavo Marangoni

19 de Noviembre de 2023 | 03:22
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Si bien la moneda está en el aire y las encuestas del balotaje 2023 marcan absoluta paridad, hoy tendremos nuevo Presidente y, sea quien sea, enfrentará una situación económica y social muy frágil, con márgenes estrechos para maniobrar y que requerirán un plan que marque un cambio de rumbo y recree expectativas para salir de un ciclo de política económica que está agotado.

Una rápida mirada a un conjunto de variables indican que esta es, por lejos, la peor transición respecto tanto a 2019 como 2015. Si se repasa la columna del año 2023 cuesta encontrar alguna variable que de mejor que los años citados. Solo el empleo (y bajo desempleo) resalta como favorable, aunque sabemos que en una mirada de más largo plazo, el mercado de trabajo privado formal hace años que flota en unos 6 millones de trabajadores, y además es la contracará de salarios reales muy bajos.

En el plano cambiario/financiero el próximo presidente recibirá un país con reservas netas negativas en récord histórico, pasivos remunerados por 12,5% del PBI y que representan 314% de la base monetaria (algo comparable a períodos pre hiperinflacionarios).

La deuda total es mayor que en 2015 y 2019 (inclusive considerando solo la deuda en moneda extranjera), y solo como atenuante se tiene que el sendero de vencimientos da algo de respiro hasta 2025, cuando se comienza a ver una fuerte carga de vencimientos de capital e intereses en moneda extranjera. La deuda comercial incrementada en US$ 21.000 millones entre 2022 y 2023 será uno de los grandes ejes de discusión durante el año 2024 y cómo deberá manejarse ese stock de pasivos con el resto del mundo. A ello se agregan tambien compromisos impagos por dividendos, utilidades y otros conceptos.

Respecto a los precios relativos, el tipo de cambio real recibido por el próximo presidente será el más bajo desde el año 2015 y uno de los principales precios a corregir, ante la necesidad de recibir un flujo positivo de divisas. Hoy parece anhelarse cada vez más el $520 a precios de hoy que recibió el Gobierno de Alberto Fernández en sus inicios.

La brecha cambiaria en 160% y la inflación viajando casi al 150% anual son dos caras de la misma moneda, y sus niveles son un serio obstáculo para lograr buenos resultados a corto plazo producto de alguna corrección que se ensaye (de la que aún nadie tienen certezas). Seguramente habrá que pasar por nuevas subas de la inflación hasta “eventualmente” llegar a un período de más calma porque funcionó algun intento de plan antinflacionario.

La cobertura tarifaría en torno al 30% refleja la necesidad de una corrección fiscal que permita ir lo más rápido posible hacia un equilibrio primario. Está claro que prácticamente nunca se llegará a una cobertura del 100%, pero tampoco es financiable subsidiar el 70% de las tarifas.

El plano fiscal será uno de los más desafiantes, ya que se parte de un déficit primario que tiende a 3% del PBI en el año 2023 y en donde se han adelantado muchos ingresos del año 2024 por anticipo de impuestos como ganancias e IVA a las importaciones (aquí es cierto que juega a favor la esperable reversión en la caída de recaudación asociada a la seguía, que son unos US$ 5.000 millones). Lo más destacable dentro del plano fiscal es la baja carga de intereses de la deuda, menor a 2019 e incluso a 2015, lo que dejaría espacio para una consolidación de mejor calidad en el futuro.

Misión estabilizar y plantear reformas

Gane quien gane el mandato es claro que requiere de un plan económico para estabilizar y combatir la inflación. Más allá de las posturas iniciales de los candidatos, el pragmatismo de Massa y la audacia dolarizadora de Milei, lo concreto es que el 10-D encontrarán urgencias imposibles de postergar. Por supuesto que existirán diferencias en los enfoques más ortodoxos o heterodoxos de cada uno, pero vemos que las distancias algo se han acortado.

Con múltiples tipos de cambios (todos intervenidos con diferentes grados de parches), brecha del 160%, reservas netas negativas de US$ 10.500 millones, inflación que en la punta de los últimos meses ya corre al 200% y tasa de interés del 135% anual, se entiende que hay que actuar para empezar a corregir distorsiones.

Todas estas manifestaciones no son más que síntomas de fuertes desequilibrios en los fundamentos macroeconomicos actuales: el desequilibrio fiscal permantente sin financiamiento genuino y financiado todo con maquinita, el desastre monetario que exhibe el balance del Banco Central, un mercado cambiario todo roto y desorganizado, la apreciación cambiaria casi récord que destroza las cuentas externas, y una convalidación permanente de la indexación de la economía producto de la ausencia de un programa de estabilización.

Hacia estos puntos se deberían dirigir las primeras manifestaciones del candidato que gane, y por supuesto la organización de los primeros lineamientos para atacarlos con un paquete de medidas, más allá del grado de shock inicial que aplique cada uno.

Análisis de uno y otro

Vemos como más probable un escenario donde Massa si gana se corre a la moderación y refuerza el planteo de un programa más pro mercado y aperturista y que abandone varios de los postulados de la etapa actual; y a su vez vemos más probable que si Milei gana ensaye de entrada un rumbo “sin dolarización” el menos en el primer año de gestión (en gran medida debido al acercamiento a Macri y Bullrich y sus cuadros técnicos).

Del lado de Milei damos menos chance a una dolarización inicial, que resulta no solo peligrosa sino cuasi impracticable, a no ser que se asuma que se quiere lograr bordeando una hiper, una crisis en los depositos y bonos y una desestabilización social.

Observamos una contradicción más importante en imaginar, a corto plazo, el arranque bajo la presidencia de Milei. Si bien gana probabilidad dejar de lado “momentaneamiente” la dolarización, quizas para ensayar una unificación más violenta y apertura del cepo mas audaz, el punto es que el lider del espacio no cree ni el el peso ni en la existencia del BCRA. Dicha contradicción aun no está ni por asomo saldada en las expectativas de los mercados e inversores. Adicionalmente, es sabido el menor apoyo parlamentario y soporte de gobernabilidad con que contará el candidato de LLA.

Si bien vemos con más probabilidad un Massa pragmático y con sesgo pro mercado, la realidad es que no existen elementos muy contundentes en sus formulaciones económicas previas a las elecciones. Sí bien ha reafirmado continuamente la necesidad de déficit cero (con muy pocos detalles sobre la manera de buscarlo) y una mayor vocación por el dinamismo exportador, ha sido muy escueto en dar definiciones sobre la manera de encauzar el desorden cambiario y monetario.

El ganador requiere un plan económico para estabilizar y combatir la inflación

Sin solucionar esto último y sin bajar la brecha, el dinamismo exportador es puro voluntarismo. A su vez las continuas referencias a la necesidad de reforzar las reservas se han basado mas en excusas sobre el pasado y la sequia (algo que ciertamente ocurrió) que en un planteo de la inconsistencia del esquema actual, que por definición impide acumular divisas. Esto puede deberse a una estrategia, ya que obviamente es el ministro actual y en alguna medida resonsable de algunos de los malos resultados, pero es quien puede, en caso de ganar, empezar a tomar definiciones ya desde mañana lunes 20 de noviembre.

En definitiva, en el caso de un triunfo de Massa, los mercados e inversores estarán muy enfocados en el grado de cumplimiento de algunas de las promesas básicas que viene formulando, mas que nada en la apertura del gobierno a la oposición (como señal de mayor credibilidad y resguardo a que ciertas reformas no son rapidamente reversibles), en al autonomía para tomar decisiones y formar equipos y en un giro claro y pragmatico en la política exterior.

 

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