Claves de la “tolerancia social” frente al sacrificio en pos de lograr el ajuste

Lo primero que se destaca del año que acaba de cumplir Javier Milei como presidente es la obtención de gobernabilidad: consiguió mucha más de lo que se auguraba en diciembre del año pasado. Al punto que personajes del kirchnerismo llegaron a jugar con la idea de “comprar pochoclo” para asistir como espectadores, no más allá de marzo pasado, a la salida anticipada de quien es, en efecto, un presidente institucionalmente débil. No tiene gobernadores, no tiene intendentes, tal vez algunos concejales perdidos por ahí, una minoría parlamentaria notable.

El dato es especialmente valioso para La Libertad Avanza porque Milei es un “outsider” total, sin oficio político previo, sin roscas históricas. Un hombre que era objeto de burlas hasta el día del balotaje, en el que se impuso al hiper-profesional de la política peronista Sergio Massa.

El tremendo ajuste del gasto, la fundacional Ley Bases y el paquete fiscal, el mantenimiento de los vetos a las iniciativas que la oposición más beligerante quiso imponerle pero que atentaban contra la premisa religiosa del déficit cero, dan cuenta de logros que deberían verse con dos prismas. Uno: algo de mérito personal, de saber hasta dónde tensar. Dos: por la fragmentación opositora, básicamente un peronismo duro que perdió el control histórico del Senado y no logra números mayoritarios en Diputados. Los habituales filtros contra los gobiernos no justicialistas.

La mayoría de los politólogos coinciden en que Milei es un populista de derecha. O si, se quiere, liberal. Tal vez esto último una rareza. Como en otros populismos, su método de construcción política en este año se basó en que enfrente haya un enemigo que quiere dañarlo y, por extensión, ese “cuco” quiere perjudicar a la mayoría que lo votó en la segunda vuelta: la “casta”.

Lo notable del Presidente, un experto en el manejo de la conversación digital en redes sociales, es que él logró quedarse con el “castódromo”. Esa vara juzgadora que señala quién es casta y quién no lo es. Frente a una oposición que, aún con algunos integrantes que muestran historias de honorabilidad y decencia, no logra arrebatarle esa agenda. O al menos ponerla en duda. Y eso a pesar de que Milei ha tenido deslices muy contradictorios. Como su matrimonio político-judicial con el juez Ariel Lijo, su nominado para “mejorar” la Corte Suprema de Justicia, o el pacto de paz con la burocracia sindical históricamente identificada con el peronismo ortodoxo.

El control de la calle es otro logro y parte de su mandato electoral. Rompió con la idea de que sólo los gobiernos peronistas administran el control de la vía pública. Una clase media urbana harta de los piquetes ve cierto ordenamiento y la decisión política de privilegiar la libre circulación. Se logró por una estrategia de pinzas que incluyó el aumento de las partidas para la asistencia social y la eliminación de intermediarios, esos jefes piqueteros que le dieron una enorme mano al gobierno haciendo desprolijidades con el manejo de los fondos en gestiones anteriores. “Milei aprovechó el cansancio social con un método perimido: el corte de calles”, opina el politólogo Ignacio Labaqui.

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El sociólogo de la UBA Sebastián Halperín acaba de terminar un estudio que busca respuestas a la gran pregunta que surca a la política nacional al cabo de un año de gobierno: luego de hacer el ajuste “más grande en la historia de la humanidad” (con especial impacto en la clase media); de emplear un estilo de mensaje agresivo, insultante en muchos casos; de ciertos rasgos de frivolidad, ¿porqué la gente sigue bancando a Milei, según muestran todos los sondeos conocidos?

Aspectos a considerar

Halperín hizo estudios cualitativos de opinión pública en focus groups y entrevistas durante el presente año y halló cierta explicación a la tolerancia social frente al “sacrifico” que supone un modelo económico que largó con una gran devaluación e incentivó una lógica recesiva para bajar la inflación. A saber:

1) Credibilidad. “Está haciendo lo que prometió en la campaña”, dice buena parte de los consultados. Crítica parcial a esto: “Había dicho que el ajuste lo iba a pagar la casta y lo estamos pagando nosotros”. Es notable porque el nivel de indulgencia hace que se sobrevalore la primera.

2) Milei tiene la capacidad de definir la agenda, algo que se ve mucho en el manejo de las redes. La oposición no atina a imponerle temario en la conversación virtual.

3) Liderazgo. Tiene alta ponderación en este punto en los focus, incluso entre los críticos. Su modo rústico discursivo, incluso, fortalece este ítem porque lo emparentan con la idea de firmeza.

4) La inflación. Su control es el activo central de Milei, su mayor logro. Las encuestas dicen que hoy ya no es la principal preocupación de la ciudadanía.

5) La inseguridad. El mencionado control de la calle y la pelea con el narco en Rosario contribuyen a enaltecer la imagen de la ministra Patricia Bullrich en las encuestas. Lo notable es que también impacta positivamente en un sector que no es votante natural de LLA.

6) Reducción del déficit. Sobre todo a partir de la eliminación de organismos que eran vistos como “curros”, cuya disolución no han generado mayores resistencias en la opinión pública.

El trabajo de Halperín es más extenso y cita otras cuestiones. Como la gran expectativa que hay entre la gente para que “los indicadores de estabilización macroeconómica se traduzcan en un beneficio tangible en el bolsillo del ciudadano común” y la percepción colectiva de la “ausencia de una alternativa superadora en la vereda opositora”. Estas son las cosas que deberían ir dilucidándose en el segundo año de la gestión Milei, que formalmente ya se ha iniciado.

“Los rasgos discursivos autoritarios de su gobierno y la descalificación permanente al que no piensa igual o no está de su lado, son manchas en este año de gestión”