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Temas |UN LEGADO VISUAL DE LA MONARQUÍA

La fotografía como espejo: retratos a los reyes de España

Annie Leibovitz fotografió a Felipe VI y Letizia, combinando tradición, historia y modernidad en una sesión icónica realizada en el Palacio Real. Las imágenes, cargadas de simbolismo y majestuosidad

8 de Diciembre de 2024 | 08:45
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El adagio “Una imagen vale más que mil palabras” es el mantra que, desde siglos, repiten los miembros de las casas reales y sus asesores. Y los que no lo han hecho han pagado las consecuencias. Porque la monarquía es, entre otras cosas, el espejo en donde reflejarse. Antes de las nuevas tecnologías eran las artes visuales tradicionales como la escultura y la pintura las que servían de soporte para dar a conocer la grandiosidad, la belleza y los buenos atributos de los monarcas y sus familias.

Aunque tuvo detractores como, por ejemplo, la emperatriz de Austria, Sissí, que no quería que nadie viera el paso de los años en su rostro, la mayoría de las casas reales acogieron de buen grado la llegada de la fotografía.

La familia real rusa, los Romanov, y la reina Alejandra de Inglaterra, fueron grandes entusiastas. Ellos mismos tenían cámaras de fotos y se retrataban continuamente. Gracias a esas fotos conocemos muchos aspectos de las familias reales finiseculares.

A medida que la técnica se fue perfeccionando, reyes y princesas comenzaron a encargar retratos que los inmortalizaban. Y surgieron también los grandes nombres que hicieron del retrato fotográfico, un arte.

En el siglo XX fue Cecil Beaton quien supo captar la esencia de las damas de la realeza. “Siento que, como familia, debemos estarle profundamente agradecidos por hacernos personas agradables y reales”. Con estas palabras la reina madre se dirigía al fotógrafo.

Beaton no fue el único y todas las casas reales han posado para artistas de excepción. Pero vamos a dar un salto en el tiempo para centrarnos en Annie Leibovitz, una fotógrafa estadounidense contemporánea que trabajó en las principales revistas internacionales y cuya primera clienta “royal” fue Isabel II, en 2007.

Por su trabajo, en 2013, recibió el premio Príncipe de Asturias de Comunicación y Humanidades y tomó contacto con Felipe y Letizia quienes, al año siguiente, se convertirían en reyes. Surgió, en ese entonces, la posibilidad de ser fotografiados por Annie pero no había ni presupuesto ni tiempo en la agenda.

Diez años tuvieron que pasar (y un inversor como el Banco de España que pagó los honorarios de Annie de 135.000 euros) para que fotógrafa y reyes encontraran el momento y el lugar. Y, por fin, la magia sucedió el 7 de febrero pasado en el Palacio Real de Madrid.

El retrato de Felipe / Web

Annie llegó con su equipo y los reyes con el suyo. Todo se llevó a cabo dentro de la más estricta confidencialidad y no trascendió ni una selfie ni un solo detalle de la sesión. Ni siquiera una anécdota.

Solo conocemos lo que pudimos ver el 26 de noviembre pasado cuando los dos retratos pasaron a formar parte de la colección del Banco de España y comenzaron a ser exhibidos en sus salones.

Aunque hubo algunas críticas, casi todas las voces han coincidido en que son imágenes majestuosas. No hay en esa fotografía nada librado al azar. La elección del vestuario, el escenario, las joyas, las luces. Lo que la reina se puso y, sobre todo, lo que no se puso, emite un mensaje.

El Palacio Real es el más grande de Europa y la sala Gasparini en especial, con su estilo barroco, figura entre las mejores conservadas y más originales por su decoración. La sala se realizó entre los siglos XVIII y XIX por artistas italianos quienes también construyeron los muebles de madera y realizaron los bordados en las sedas que recubren las paredes.

La imagen de Letizia / Web

En la fotografía, la única luz parece entrar por la ventana como en los retratos que pintaba Velázquez, en quien la fotógrafa parece inspirarse.

Aunque fueron presentadas como dos fotografías, una del rey y otra de la reina, la toma parece ser una. Hay continuidad entre ambas.

La reina Letizia está más cerca de la ventana y recibe más luz que el rey. Él lleva puesto el uniforme de gala del Ejército de Tierra y, entre otras condecoraciones, las dos más importantes: el Toisón de Oro y la orden de Carlos III. No mira directo a la cámara sino al futuro y se muestra erguido mientras el fondo parece desmoronarse. Sus 2 metros de altura parecen aún más al estar el lente posicionado abajo.

La reina Letizia, en cambio, mira a la cámara desafiante pero serena. No lleva tiara. Para demostrar que es la reina de España, luce las “joyas de pasar”, aquellas que la bisabuela de Felipe, la reina Victoria Eugenia, reservó para que fueran herederas de reina en reina sin ninguna ser la dueña.

El collar “riviere”, más conocido como “de chatones” por la forma en que los brillantes están engarzados, fue un regalo que el rey Alfonso XIII le hizo a su prometida, Victoria Eugenia, en 1906. Ella lo usó en su boda y él le fue regalando cada Navidad dos brillantes más hasta completar un collar de dos vueltas con casi cien diamantes. No sabemos si tan valiosos regalos eran por amor o por culpa ya que Alfonso no era precisamente prolijo en su vida amatoria. Victoria Eugenia lo sufrió pero, como diría Shakira, “las mujeres ya no lloran, las mujeres facturan” así que, gran amante de las joyas, las siguió recibiendo y fueron un gran consuelo en el exilio. Si bien tuvo que deshacerse de algunas joyas, las más importantes las conservó y hoy podemos ver a Letizia, orgullosa, llevando parte de ese collar y los aros a juego.

A la hora de elegir vestuario, Letizia optó por un diseño único. De museo. No volveremos a ver ni a ella ni a nadie con ese atuendo. Se trata de un vestido negro que el diseñador Cristóbal Balenciaga realizó en 1948. Es color negro, con escote palabra de honor y de tul plisado. Está acompañado por una capa roja que Balenciaga confeccionó en 1962 para que una condesa luciera en la boda de los entonces príncipes de España, Juan Carlos y Sofía.

Annie Leibovitz logró resumir el pasado, el presente y el futuro en estas imágenes que ya pertenecen a la historia.

 

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