¿Hay que bañarse todos los días?: experimentos, estudios y activismo

“Hay que cuidar el agua y ser conscientes del cambio climático”, apuntó Martina, una platense de 30 años, al ser consultada sobre si se baña o no todos los días. Ella es activista ambiental y trabaja para una organización no gubernamental (ONG). En esa sintonía, cada vez más famosos apuntan que no todos los días se higienizan de la forma tradicional. Hace algunos meses, la panelista Edith Hermida contó con qué frecuencia se ducha y qué beneficios trae no hacerlo diariamente. “Una causa por la que no me lavo todos los días es para cuidar el agua. Es una locura que, en este país, nos duchemos con agua potable. De esta forma, también, cuidás el color de la tintura”, comentó e indicó que se baña por completo solo dos días por semana. De este modo, cada vez son más las personas que deciden no bañarse todos los días por diversas cuestiones.

En la cotidianidad moderna, la ducha diaria se ha convertido en una práctica casi obligatoria para muchos. Sin embargo, en un estudio conocido el año pasado y cuya autoría proviene de la Universidad de Harvard llegó a cuestionar esta arraigada costumbre. La investigación, liderada por el Dr. Robert H. Shmerling, exjefe clínico de la división de reumatología del Centro Médico Beth Israel Deaconess (BIDMC) y miembro de la facultad de Medicina de Harvard, sugiere que ducharse todos los días podría no ser tan beneficioso como se cree comúnmente.

La piel, la barrera más grande del cuerpo humano, está constantemente expuesta a factores externos que incluyen suciedad, sudor y bacterias. Mantener una rutina de higiene adecuada es fundamental para eliminar estos elementos y prevenir la proliferación de gérmenes que pueden causar infecciones y enfermedades. No obstante, el estudio de Harvard pone en entredicho la necesidad de una ducha diaria, argumentando que puede provocar efectos adversos como resecamiento, irritación y picazón de la piel.

La creencia popular sostiene que una ducha diaria es sinónimo de mayor higiene y salud. Sin embargo, el Dr. Shmerling aclara que esta idea es un mito. Bañarse todos los días puede dañar la piel, permitiendo que las bacterias y los alérgenos rompan su barrera protectora, lo que facilita la aparición de infecciones cutáneas y reacciones alérgicas. Además, el uso de jabones, especialmente los antibacteriales, puede matar las bacterias normales de la piel, creando un desequilibrio que favorece a los organismos nocivos.

Las preocupaciones sobre los efectos de ducharse diariamente no son nuevas. Diversos dermatólogos han advertido previamente que una exposición excesiva al agua y al jabón puede eliminar los aceites naturales de la piel, dejándola seca y vulnerable. Estos aceites juegan un papel crucial en mantener la piel hidratada y protegida. La piel seca no solo es incómoda, sino que también puede llevar a problemas más serios como el eczema.

La cantidad de duchas a la semana puede variar según varios factores, como la realización de actividad física o el clima ambiental, que influye en la cantidad de sudor producido. También es crucial considerar la condición dermatológica de cada individuo. El estudio de Harvard recomienda ducharse entre 2 y 3 veces por semana, destacando que la higiene personal puede mantenerse con el lavado adecuado de las zonas de mayor acumulación de sudor y suciedad, como las axilas, la ingle y los pies.

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Un aspecto interesante del estudio es cómo aborda la higiene en contextos específicos. Por ejemplo, para aquellos que practican deportes o tienen trabajos que implican esfuerzo físico, ducharse más a menudo puede ser necesario. En estos casos, se recomienda el uso de jabones suaves y evitar el agua muy caliente para minimizar el daño a la piel.

Buscan repensar la frecuencia de las duchas y dicen que, en casos, menos puede ser más

Cada persona tiene sus hábitos y costumbres. Algunas se duchan por la mañana para despejarse antes de comenzar el día, mientras que otras prefieren hacerlo por la noche para relajarse antes de dormir. También hay quienes, tras una intensa rutina de ejercicio, optan por ducharse más de una vez al día para eliminar los olores corporales.

Más allá de las preferencias personales, es vital prestar atención a las señales del cuerpo y adaptar la rutina de higiene a las necesidades individuales. La investigación de Harvard invita a repensar la frecuencia de las duchas, sugiriendo que, en muchos casos, menos puede ser más.

Otro punto crucial en la discusión es el tipo de productos que se utilizan para la higiene. Los jabones antibacterianos, que se promocionan como más efectivos para eliminar bacterias, pueden ser contraproducentes. Estos productos no solo eliminan las bacterias dañinas, sino también las bacterias buenas que forman parte del microbioma natural de la piel. Este microbioma es esencial para la salud de la piel y su capacidad para defenderse contra patógenos.

Además, los jabones y geles de ducha con fragancias y otros químicos pueden causar irritaciones y alergias. Optar por productos sin fragancia y con ingredientes naturales puede ser una buena estrategia para quienes tienen piel sensible o condiciones dermatológicas preexistentes.

El clima y la estación del año también juegan un papel importante en la determinación de la frecuencia de las duchas. Durante el verano, cuando la transpiración es más abundante, puede ser necesario ducharse con más frecuencia. En contraste, en invierno, cuando el aire es más seco, reducir la cantidad de duchas puede ayudar a evitar el resecamiento de la piel.

En regiones con climas cálidos y húmedos, el sudor y la acumulación de bacterias son más comunes, lo que puede justificar duchas más frecuentes. Sin embargo, incluso en estos casos, es posible que no sea necesario ducharse todos los días si se mantiene una higiene adecuada de las áreas críticas.

En conclusión, aunque la rutina de higiene es esencial para mantener la piel limpia y saludable, no siempre es necesario bañarse todos los días. La clave está en encontrar un equilibrio que respete la salud de la piel y se adapte a las circunstancias y necesidades personales. La recomendación de Harvard de ducharse de 2 a 3 veces por semana no es una regla rígida, sino una guía para considerar cómo la piel responde a las prácticas de higiene.

Así, la próxima vez que se enfrente a la decisión de darse una ducha, es importante recordar que, según Harvard, a veces es mejor darle un respiro a la piel. Escuchar al cuerpo, observar cómo reacciona la piel y ajustar la rutina en consecuencia es fundamental. Porque al final del día, la salud de la piel es tan única como cada persona.

UN EXPERIMENTO “REVOLUCIONARIO”

James Hamblin, médico especializado en medicina preventiva y profesor en la prestigiosa Universidad de Yale, ha tomado una decisión radical que ha dejado boquiabiertos a muchos: lleva desde 2015 sin ducharse. Su propósito no es excéntrico, sino una profunda investigación sobre la higiene mínima y sus efectos en la salud de la piel y el bienestar general.

En un mundo donde la ducha diaria es casi una regla, Hamblin decidió explorar qué pasaría si dejaba de lado esta práctica. “Me siento perfectamente bien. Te acostumbras. Me siento normal”, afirma Hamblin, quien ha reducido su limpieza corporal al uso de jabón solo para las manos. Su hipótesis es que, al permitir que el cuerpo alcance un equilibrio natural con los aceites y microbios de la piel, esta se mantiene en mejor estado sin necesidad de productos agresivos.

Cinco años después de comenzar su experimento, Hamblin publicó su libro “Clean: The new science of skin and the beauty of doing less” (Limpio: la nueva ciencia de la piel y la belleza de hacer menos). En este libro, Hamblin relata cómo su piel se ha adaptado, dejando de ser grasienta y alcanzando un estado de equilibrio. Según explica, al evitar jabones fuertes que eliminan los aceites naturales, la piel puede mantener un microbioma más estable y saludable.

Uno de los aspectos más controvertidos del experimento de Hamblin es su visión sobre el olor corporal. Para él, el olor no es necesariamente un signo de suciedad, sino de un desequilibrio microbiano. “El olor es producido por bacterias que se alimentan de las secreciones oleosas del sudor y las glándulas sebáceas”, explica. Al alterar el equilibrio microbiano con productos de higiene, favorecemos a las bacterias que generan malos olores.

Tomar un baño diario ya no sería una costumbre tan habitual entre algunas personalidades / Pexels

El cambio de Hamblin hacia una higiene mínima no fue abrupto. Comenzó por espaciar las duchas y reducir gradualmente el uso de jabón, champú y otros productos de cuidado personal. Este enfoque progresivo permitió que su cuerpo se adaptara lentamente, minimizando la sensación de incomodidad y los olores corporales. “Hubo momentos en los que quería ducharme porque lo extrañaba, olía mal y sentía que tenía grasa. Pero eso empezó a pasarme cada vez menos”, recuerda.

Hamblin plantea una cuestión interesante: hasta hace poco, la mayoría de la población no tenía acceso a agua corriente y ducharse era un lujo reservado para la realeza. Con la llegada de la producción masiva de productos de higiene y los avances tecnológicos, hemos aprendido más sobre el microbioma de la piel. Hamblin sugiere que no todos los microbios son dañinos y que la microbiota cutánea es tan crucial como la intestinal para nuestra salud.

A pesar de no ducharse, Hamblin no ha abandonado la higiene personal. Se enjuaga con agua cuando lo necesita, especialmente si su cabello está desordenado. “Puedes exfoliar o eliminar los aceites simplemente frotando con las manos y peinando el pelo ocasionalmente. Eso es todo”, dice. Mantiene una estricta rutina de lavado de manos con jabón, enjuaga su cabello con agua y sigue una rutina regular de higiene bucal.

La experiencia de Hamblin nos invita a reflexionar sobre nuestras propias prácticas de higiene. ¿Es posible que estemos haciendo más de lo necesario? Su enfoque minimalista sugiere que podríamos mejorar nuestra salud cutánea y bienestar general al permitir que el cuerpo mantenga su equilibrio natural. No se trata de imponer una nueva norma, sino de abrir un debate sobre la necesidad de ducharse con tanta frecuencia y la posibilidad de adoptar hábitos más sostenibles.

A lo largo de la historia, la percepción de estar limpio ha cambiado significativamente. Hamblin menciona que durante la mayor parte de nuestra existencia, los olores corporales eran parte integral de la comunicación humana. Sin embargo, la industria de productos de higiene ha promovido una idea de limpieza que implica el uso excesivo de productos. Esta concepción moderna, según Hamblin, no siempre es beneficiosa para nuestra salud.

La investigación de Hamblin pone en relieve la importancia del microbioma de la piel, un ecosistema complejo de microorganismos que juegan un papel crucial en nuestra salud. Al igual que la microbiota intestinal es vital para el sistema digestivo, los microbios de la piel son esenciales para su apariencia y funcionamiento. Los productos de higiene modernos, al eliminar estos microbios naturales, pueden causar desequilibrios que afecten negativamente nuestra salud cutánea.

El avance de la tecnología ha cambiado radicalmente nuestras prácticas de higiene. Hoy en día, la mayoría de las personas tienen acceso a agua corriente y una amplia gama de productos de limpieza. No obstante, Hamblin sugiere que la sobreutilización de estos productos puede ser contraproducente. Propone un enfoque más equilibrado y natural, permitiendo que el cuerpo regule su propio entorno microbiano.

Hamblin no aboga por abandonar la higiene por completo, sino por adoptarla de manera más consciente y sostenible. Algunas de sus recomendaciones incluyen diferentes prácticas habituales.

Hay que encontrar un equilibrio que respete la salud de la piel y se adapte a las circunstancias

Lavar las manos con regularidad: esta práctica es esencial para prevenir enfermedades y mantener una higiene básica. Enjuagar el cabello con agua: en lugar de usar champú y acondicionador, enjuagar el cabello con agua puede ser suficiente para mantenerlo limpio y manejable. Cuidado bucal regular: mantener una rutina de higiene bucal es crucial para prevenir caries y mantener la salud oral. Eliminar productos cosméticos innecesarios: Hamblin ha abandonado el uso de exfoliantes, cremas hidratantes y desodorantes, y su piel se ha adaptado bien sin ellos.

El experimento de James Hamblin plantea una cuestión fundamental: ¿es posible que nuestras prácticas de higiene modernas sean excesivas? Al cuestionar la necesidad de ducharse diariamente y reducir el uso de productos químicos, Hamblin nos invita a reconsiderar nuestras propias rutinas y a explorar alternativas más naturales y sostenibles. Su experiencia sugiere que, al permitir que el cuerpo mantenga su equilibrio natural, podríamos mejorar nuestra salud cutánea y bienestar general.

En conclusión, la decisión de James Hamblin de no ducharse durante ocho años no es solo una curiosidad científica, sino un llamado a la reflexión sobre nuestras prácticas de higiene. Su enfoque minimalista y basado en la ciencia nos desafía a reconsiderar lo que realmente significa estar limpio y cómo podemos adoptar hábitos más saludables y sostenibles en nuestra vida diaria.

Cada vez más hombres deciden lavarse día por medio el cabello / Pexels