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Su última reunión, el domingo con Vance, vicepresidente de EE UU / AFP
CIUDAD DEL VATICANO
AFP
El papa Francisco se destacó por poner la dignidad humana de los excluidos en el centro de su discurso y por su voluntad reformista, aunque no llegó a revisar los dogmas más tradicionales de la Iglesia católica.
El primer papa latinoamericano de la Historia, elegido el 13 de marzo de 2013, fue también el primer pontífice jesuita y el primero no europeo en más de diez siglos.
Popular entre los fieles del mundo entero pero enfrentado a una feroz oposición interna, el exarzobispo de Buenos Aires se posicionó como crítico del neoliberalismo.
El jesuita argentino, amante del fútbol y del tango, y mucho más desenvuelto en público que su tímido predecesor Benedicto XVI, destacó por su espontaneidad y temperamento enérgico, pero también por un estilo de gobernanza que se consideraba a veces demasiado personal. “Soy una persona impaciente (...) A veces tomo decisiones deprisa, con algo de autosuficiencia”, confesó en un libro de diálogos con personas en situación de precariedad de todo el mundo, publicado en 2022.
Jorge Mario Bergoglio fue el primer pontífice en elegir el nombre de Francisco, el santo de los pobres, cuyas enseñanzas inspiraron su pontificado.
Este “soñador”, que incluso admitía que se “dormía a veces durante la oración”, persiguió sin descanso su principal objetivo: reformar la Iglesia católica para que fuera más cercana a los desfavorecidos y marginados.
“Cómo me gustaría una iglesia pobre para los pobres”, clamó tres días después de su elección.
El pontífice, marcado por la crisis económica argentina de 2001, también fue muy crítico con el neoliberalismo y puso el foco en la justicia social, la ecología y la defensa de los migrantes que huyen de la guerra y la miseria económica.
“El Papa involucró a la Iglesia en temas que estaban en el foco de las democracias occidentales, como el medio ambiente, la educación, el derecho”, señala Roberto Regoli, profesor de la Pontificia Universidad Gregoriana.
Francisco llegó a ser conocido también como el “papa impredecible”, un líder humilde que pagaba sus propias cuentas de hotel, llevaba su propio maletín y hacía sus propias llamadas telefónicas, algunas de ellas a viudas solitarias, a víctimas de violación o a prisioneros.
Se vestía de manera sencilla, en contraste con sus predecesores.
El apartamento papal, en el palacio apostólico, y las suntuosas instalaciones de verano en las afueras de Roma, en Castel Gandolfo, quedaron sin uso durante todo su pontificado.
Siempre mostró una gran cercanía con los fieles. Incluso durante la pandemia de coronavirus, nunca renunció a estrechar la mano a sus seguidores.
Durante su primera Semana Santa en el Vaticano, visitó una prisión de Roma donde lavó y besó los pies de los detenidos. Fue el primero de una serie de poderosos gestos simbólicos que contribuyeron a darle un perfil positivo y distinto al tradicionalista Benedicto XVI.
En 2014, en su discurso anual a los principales cardenales de la Curia, el gobierno del Vaticano, el papa argentino provocó revuelo al enumerar quince “enfermedades” que sufrían los prelados, entre ellos “alzheimer espiritual” y “fosilización mental”.
Sus detractores conservadores llegaron a acusarle de “herejía” por su apertura a que los creyentes divorciados y vueltos a casar reciban la comunión. Sus palabras sobre la homosexualidad, tema tabú para la Iglesia, también fueron juzgadas como demasiado tolerantes.
“Si una persona es gay y busca a Dios y tiene buena voluntad, ¿quién soy yo para juzgarlo?”, dijo en su primera conferencia de prensa tras ser electo.
Pero, pese a ser percibido como un progresista en cuestiones sociales, no se apartó de los fundamentos de la doctrina tradicional.
Aunque en un gesto inédito, el Vaticano autorizó en diciembre de 2023 la bendición de parejas del mismo sexo, a la condición de que se realice fuera de los ritos litúrgicos, Francisco mantuvo que estas no puedan recibir el sacramento del matrimonio.
Y su Iglesia siguió condenando las relaciones homosexuales, que califica de “pecado”.
El papa argentino también expresó regularmente su horror ante el aborto, comparando esta práctica a recurrir a “un asesino a sueldo”, y repitió que la familia está compuesta por un padre y una madre.
Y, pese a haber nombrado a varias mujeres en cargos importantes dentro del Vaticano, decepcionó a quienes pedían una posición más radical.
Nacido el 17 de diciembre de 1936 en el seno de una modesta familia numerosa del barrio popular de Flores, en Buenos Aires, hijo de un trabajador ferroviario de origen piamontés y una ama de casa, Francisco se diplomó como técnico químico.
Tenía 17 años y estaba enamorado de una muchacha cuando encontró su vocación, un día mientras estaba en un confesionario. A los 22 años se unió a la Compañía de Jesús, donde obtuvo una licenciatura en Filosofía.
En 1969 fue ordenado sacerdote y a los 36 años, en 1973, fue designado responsable nacional de los jesuitas argentinos, cargo que desempeñó durante seis años.
En mayo de 1992, Juan Pablo II lo nombró obispo auxiliar de Buenos Aires y comenzó su carrera, que lo llevó hasta ser elegido a las riendas de la Iglesia católica cuando era prácticamente un desconocido fuera de Argentina.
Su nombramiento como papa revivió la polémica en torno a su actuación durante la dictadura en su país, de 1976 a 1983, criticado por no haber hecho lo suficiente para oponerse al régimen militar.
Estas acusaciones fueron desmentidas por el Vaticano a lo largo de su pontificado e inclusive por algunos familiares de “desaparecidos”.
Los últimos años del papado de Francisco, que a los 21 sufrió una grave afección pulmonar, estuvieron marcados por sus reiterados problemas de salud.
El 14 de febrero de 2025 tuvo que ser ingresado en el hospital Gemelli de Roma, aquejado de una bronquitis que le provocó graves dificultades respiratorias. Le diagnostican una neumonía en ambos pulmones que requirió un intenso tratamiento médico e hizo temer por su estado. Le dieron el alta el 23 de marzo.
Anteriormente, en 2021 había sido operado de colon y en junio de 2023 volvió a pasar por el quirófano por una hernia abdominal. Sus dolores crónicos en la rodilla y las caderas también le obligaron a desplazarse en silla de ruedas.
Los problemas de salud le impidieron en 2023 acudir en persona a la conferencia de la ONU sobre el clima COP28 en Dubái, pese a su compromiso con la defensa del medioambiente, uno de los pilares de su pontificado.
Francisco dedicó a la cuestión climática su encíclica Laudato Si en 2015, un manifiesto de 200 páginas por una “ecología integral” en la que recurría a la ciencia para abordar el cambio climático, algo inaudito para un líder religioso.
Escribió en 2020 una exhortación en defensa de la Amazonía tras consultar en el Vaticano a todos los líderes religiosos e indígenas de ese inmenso territorio de América del Sur, tras lo cual introdujo lo que llamó “el pecado ecológico”.
En octubre de 2023 publicó otra exhortación apostólica -Laudate Deum-, en la que subrayó que el mundo “se está derrumbando y puede estar cerca del punto de ruptura” y pedía a las grandes potencias abandonar las energías fósiles.
El pontífice también se posicionó como firme opositor a los conflictos bélicos, condenando con firmeza tanto a los fabricantes de armas como la indiferencia de la sociedad.
Reactivó la diplomacia del Vaticano al firmar un acuerdo histórico con China para el nombramiento de obispos, facilitó el deshielo entre Estados Unidos y Cuba bajo la presidencia de Barak Obama y apoyó el proceso de paz en Colombia.
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