Bajó la pobreza, pero creció el analfabetismo en la Argentina: el drama de los chicos que no entienden lo que leen

Aunque Argentina mantiene altos niveles de escolarización, la calidad de los aprendizajes ha disminuido sensiblemente, según se desprende de los resultados de las últimas pruebas Aprender: el 58% de los estudiantes no alcanzó un nivel satisfactorio en lengua; en el nivel avanzado, el porcentaje cayó del 11% en 2022 al 6,3% en 2024. Y, en tercer grado, apenas el 45% logró el nivel esperado en comprensión lectora, mientras que un 30,4% mostró un desempeño bajo y un 8,3% fue clasificado como lector principiante.

Frente a este panorama, las organizaciones civiles Enseña por Argentina y Argentinos por la Educación impulsan una campaña nacional de alfabetización que tiene un claro propósito: lograr #QueEntiendanLoQueLean. ¿Alcanzará?

Daniela Leiva Seisdedos es profesora de historia y de Trabajo y Ciudadanía en dos colegios importantes de La Plata, directora de una revista literaria llamada El Arcón de Clío y autora de varios libros.

“Está muy bien lo que hacen estas organizaciones”, dice, pero en tanto “radiografía del problema, no como una solución”. Es que considera que la problemática “es estructural, porque atraviesa todos los niveles de la educación” y ya no quiere hablar de “crisis: estamos en terapia intensiva, por años de remendar el aprendizaje a falta de una política pública de educación y los desaguisados en política educativa”.

Leiva Seisdedos pone el foco en lo que llama la “falta de federalismo educativo por un sistema fragmentado”, que terminó con aquello que garantizaba la Ley 1.420 promulgada en 1884, de educación común en Argentina: “Sin importar dónde se viviera, todos teníamos el mismo programa. Y quienes aprendieron a leer y escribir con los últimos cambios, son los profesores de hoy en día”.

EL ROL DE LAS FAMILIAS

Tampoco pasa por alto que las familias, que deberían jugar un rol primordial en la alfabetización, “no tienen al estudio entre sus principios”.

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“La escuela tiene que resolver todo (inclusive hacer las veces de comedor en un país con más del 50% de los chicos pobres), pero no está para eso. Antes un alumno sabía lo básico, como saludar y no pelear. Ahora enseñamos y educamos al mismo tiempo -lamenta-sumado esto al tiempo que pierden los docentes por la burocracia educativa”.

“El sistema educativo tiene cuatro patas: los docentes de aula, los padres, los directivos y los gobiernos”, detalla Leiva Seisdedos, quien rescata fuertemente el rol de los primeros, porque entienden “como nadie la realidad de los chicos”. Lamenta que se les endilgue el reclamo salarial permanente, no se los escuche como es debido y se les “cuente las costillas” por “las cosas que están mal”, sin buscar soluciones ni avanzar en una planificación diseñada por un “gran consejo educativo que trabaje en serio”.

“Tiene que haber controles y evaluaciones a los docentes, pero en el marco de un proyecto educativo de país. La docencia no es una tarea que se haga en soledad”, reflexiona, ni un asunto que competa aisladamente a cada provincia, “aunque la Constitución diga que tienen que encargarse de eso. Hoy es ‘dime dónde naces y te diré qué educación tienes’”, cuestiona.

“QUIEREN TODO YA”

María Luján Muidin es profesora de Lengua y Literatura y de Estrategias del Aprendizaje en los colegios Nuestra Señora de la Enunciación y en la Escuela 14, Carlos Vergara.

Docente desde hace 15 años, advierte que la alfabetización de los chicos ha ido empeorando progresivamente, sobre todo después de la pandemia.

“Entran a la secundaria con tantas falencias en la comprensión lectora y la escritura, que me siento una maestra”, reconoce, situación que se ve agravada por una “actitud infantil” que convierte a los profesores en una suerte de “seños” que deben retrotraerse “a conceptos básicos de la Primaria”.

“El debate es siempre el mismo”, admite, “mantener el nivel académico y la exigencia aunque el grupo no responda” o enseñar contenido de quinto grado, como cuestiones de escritura básica tales como el uso de la mayúscula.

“Hay cosas que ya ni exigimos, como la letra manuscrita o cursiva”, explica Muidin, quien, al igual que sus compañeros, “escribimos en el pizarrón con imprenta, porque hay chicos que no la comprenden”.

Adjudica esta falencia “al uso extremo y sin límites de los dispositivos electrónicos” entre los llamados “nativos digitales”, quienes tampoco parecen tener internalizado el hábito de “sentarse frente a un texto, procesarlo, digerirlo y darle el tiempo de comprensión que necesita”. “Quieren todo rápido y ya. Y esto trae consecuencias, no solo en el área del lenguaje”, reconoce Muidin, al tanto, por otros profesores, de que muchos alumnos no comprenden consignas simples de matemáticas formuladas por escrito: “Necesitan que se las reelaboren oralmente”, dice.

Esta problemática complica la enseñanza de los planes educativos oficiales. En el caso de Lengua y Literatura, cuenta la profesora que los programas contemplan la lectura de tres textos obligatorios en cada año de la secundaria, considerados “irrenunciables” para garantizar una transversalidad de contenidos en todos los colegios de la Provincia. Sin embargo, aclara, “los chicos no son capaces de procesar ni siquiera cuentos breves”.

La relación que los adolescentes tienen con el objeto libro o papel también influye: “Piden leer desde el celular, con la excusa de que pueden agrandar o achicar la letra. No se sienten cómodos con el formato papel”, describe la profesora, marcando también una distinción respecto a la reglamentación del uso del teléfono que hacen las escuelas públicas y las privadas.

En estas últimas, dice, “no se permite el uso del celular a menos que que sea con fines pedagógicos muy puntuales avisados al equipo directivo, mientras que en las públicas eso no existe. Por cuestiones socioeconómicas no se les puede exigir que traigan los textos impresos, pero en la primera distracción los encontrás apostando”.

¿Qué actitud toman los docentes frente a ello? “Se habla, se hace recorte de contenido” y se los trata de convencer de que “guarden el teléfono durante una hora”, explica Muidin, pero “sienten una ansiedad que se les nota en la cara. Es como una adicción”.

“LA CRISIS ES MULTICAUSAL”

Marcela Abete, magister en gestión y gobierno de la educación, licenciada en educación y abocada a la enseñanza en el nivel superior y adultos, considera que la crisis en alfabetización es multicausal.

“Se han dejado de lado algunos métodos de enseñanza para caer en otros, en lugar de buscar el punto medio”, dice, aludiendo a “un exceso o malinterpretación del constructivismo, que llevó a desechar prácticas de alfabetización temprana”.

“La única manera de lograr que los chicos aprendan a leer y escribir es que lean y escriban, no va a suceder por arte de magia, de un día para el otro. Estas ideas predominaron en algún momento y ahora, en algunas jurisdicciones, se están retomando métodos como el fonológico (centrándose en la relación entre los sonidos del habla y las letras que los representan) o más estructurados”.

Cuestiona también que se haya perdido en las instituciones “el rol del capacitador de los equipos de conducción. Es una cuestión de metodología, estrategia y didáctica que a veces se centra en el contenido y no en la forma o manera de enseñar”.

“Celebro que haya mucha gente preocupada por la alfabetización -destaca- pero también se requiere una mirada integral, no sólo poner el énfasis en la forma de enseñar de los docentes, sino también en la formación de esos docentes antes de llegar al aula”. Al igual que Leiva Seisdedos, reivindica el rol del “docente de aula”, porque es quien “trabaja todos los días con ésta y otras problemáticas”.

En la era digital, cierra Abete, hay que capitalizar lo digital además alentar la “lectura por la lectura misma”, no sólo con fines didácticos. Y pone el foco en que los índices o brechas educativas “también están atravesados por los niveles socioeconómicos: según las pruebas, en los más bajos las diferencias se agigantan, cuando no debería ser así. El principio de justicia curricular debería achicar las desigualdades educativas”. Por último, propone abordar la problemática con políticas públicas a corto, mediano y a largo plazo, ya que “la cuestión educativa no es una cuestión de gobierno, es una cuestión de Estado”.

“Lo que no se construye en la infancia, se deteriora más adelante”

Marcela Abete