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La Ciudad |Costumbres argentinas

Los espacios que celebran el derecho a “jugar por jugar”

Se trata de las Juegotecas, sitios públicos que nacieron en CABA a fines de los ‘90, se replicaron por el país y en La Plata funcionan en 5 barrios desde hace más de una década. El desafío de mantener lo lúdico, lejos de la inseguridad, las pantallas y el aislamiento

Los espacios que celebran el derecho a “jugar por jugar”

LAS JUEGOTECAS SE REÚNEN PARA COMPARTIR ACTIVIDADES EN ESPACIOS ABIERTOS

Alejandra Castillo

Alejandra Castillo
acastillo@eldia.com

22 de Junio de 2025 | 04:12
Edición impresa

“Quiero tiempo, pero tiempo no apurado; tiempo de jugar que es el mejor. Por favor, me lo da suelto y no enjaulado, adentro de un despertador”, cantaba María Elena Walsh en su “Marcha de Osías”.

Quienes tuvimos un tiempo de infancia fijado décadas atrás, más aún si transcurrió en un pueblo de provincia, sabemos de las tardes largas en la vereda, del encuentro con vecinos o amigos sin miradas adultas de supervisión; de rondas redondas, escondidas y manchas venenosas. De bicis con rueditas más por costumbre que por prevención y de puertas abiertas para entrar y salir de una casa sin pedir permiso, ni tocar el timbre.

¿Cómo juegan los nenes y las nenas de estos tiempos? ¿Solos, frente a una pantalla, con las familias, amigos o compañeros de colegio?

“El juego es una acción social y socializadora por excelencia”, explican los impulsores de un programa que revaloriza la práctica lúdica como central en las infancias, reconociendo que “los espacios típicos de juego, como la plaza y la vereda, se han visto supeditados a los vaivenes sociales que los atravesaron como espacios confiables de interacción”. Se trata de las Juegotecas Barriales, que nacieron como idea en la Europa de los años ‘50 -aunque con otro propósito (ver aparte)-, se instalaron en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires a fines de los convulsionados ‘90 y, desde allí, se desplegaron por todo nuestro país en un abanico de territorios que replican la idea con sus particularidades propias.

En La Plata existen desde hace más de una década. Y ya son cinco: funcionan en Altos de San Lorenzo, Los Hornos, El Palihue, El Triunfo y El Retiro (ver aparte).

Las Juegotecas son un “espacio de encuentro comunitario” que pone el foco “en el juego, en las actividades artísticas y recreativas”, define Mercedes Aladro, técnica en recreación, docente de teatro y danzas y una de las referentes de este Programa que depende de la dirección de Niñez y Adolescencia municipal, aunque, aclara, la propuesta “no tiene límites de edad”.

“Empieza como un espacio de reunión de chicos y chicas, pero se van sumando también personas grandes” que acompañan a los más pequeños, “o ellos mismos proponen juegos que los chicos ni siquiera conocen. A veces no tiene que ver con la edad, también con el territorio. Hay juegos típicos de cada lugar”, explica Mercedes.

HISTORIA

El proyecto surgió en La Plata en 2006, en el Centro Cultural Estación Provincial de Meridiano V, que tomó como experiencia el programa de juegotecas Barriales que se estaba desarrollando en CABA desde fines de los años 1990, ya con un marco normativo propio (la Ley 415). Organizaron así el taller “Estación Recreo”, que fue creciendo hasta que en el año 2011 se desarrolló una experiencia piloto en el Centro de Integración Barrial (CIB) Altos de San Lorenzo, en 81 entre 20 y 21. En septiembre de ese año se promulgó la ordenanza 10.830, que creaba el programa de juegotecas barriales.

“En 2016 se logró un convenio con el organismo provincial, que habilitó nuevas juegotecas”, cuenta Aladro, pero “hay una Ley provincial, la 15.465, que impulsa al derecho al juego y los programas vinculados a ello, a la que La Plata aún no está adherida”. El desafío es conseguir esa adhesión.

Las juegotecas de la Ciudad funcionan los martes y jueves a partir de las 17.30, en los CIB o CIC (Centros de Integración Comunitaria), donde conviven con otras experiencias.

“No es algo itinerante”, aclara Mercedes. Funcionan durante una hora y media, aproximadamente, con la supervisión de un coordinador y dos docentes, que son profesores de educación física, arte y psicopedagogos. Si bien la convocatoria varía por distintas circunstancias, lo habitual es que acudan a cada espacio alrededor de 30 personas de edad escolar, aunque en algunos barrios han llegado a reunirse más de un centenar de vecinos.

“Cada dos meses hay jornadas programadas con todas las juegotecas, en encuentros más abiertos” que duran más tiempo y se desarrollan en fines de semana. Se realizan, explica Mercedes, “en la parte de afuera de las juegotecas”, ya que todas disponen de un espacio cerrado para guardar los materiales y uno abierto “para jugar al aire libre o ampliar las convocatorias”.

“Las niñas y los niños transitan en las juegotecas el placer de lo lúdico”, explican los organizadores, “es un espacio donde pueden desarrollar su autonomía, encontrar amigos, jugar a lo que quieren con quienes quieren, construir reglas, acuerdos, abordar conflictos, crear e imaginar, descubrir nuevos juegos… jugar por jugar”.

Pese a que cada espacio mantiene su propia dinámica, todos destinan un momento para el juego libre, donde los chicos eligen a qué, cómo y con quien jugar, y otro para propuestas grupales que pueden incluir talleres, deportes, actividades artísticas, entre otras. Además, cada juegoteca puede desarrollar actividades alternativas con otras instituciones del barrio o vinculadas a lo lúdico.

“Hay un formato que se mantiene y tiene que ver con la idea de que nadie elige lo que no conoce”, asegura Aladro. Alude a aquellos juegos que no circulan en las jugueterías, por tener “una lógica más enfocada en lo comunitario y no tanto en el formato hogareño, con pocos participantes, repetición y una estética estereotipada de géneros binarios”.

Es con este mismo propósito que la pelota –por ejemplo- no se use tanto con una lógica deportiva, sino para juegos participativos, con colores, roles, o desafíos.

¿Qué pasa con lo digital? “No es una limitación”, suelta Mercedes, “pero nunca tuvimos que decirle a alguien que deje o apague los dispositivos. Es raro que la gente esté con los celulares en este espacio”. Lo seguro es que las juegotecas funcionan como lugar de encuentro de familias y vecinos: “Hay gente que venía siendo un chico o una chica y ahora viene con sus hijos”.

“UN MOMENTO LINDO DE MI VIDA”

Luca tiene 15 años, vive en Los Hornos y, entre los 6 y los 12, asistió cada semana a la Juegoteca de su barrio.

“Mi mamá llevó primero a mi hermana, que es más grande, después a mí y también fue mi hermanito menor”, detalla, “es que nosotros vivimos cerca”. Luca iba a la escuela en el turno tarde. Cuando salía, volvía a su casa, “merendaba e iba a la juegoteca. Los profesores tenían cajas con maderas para construir estructuras, muñecos, pistas parar armar con autos de carrera, papeles para dibujar y hacer aviones. En algunas ocasiones también hicimos cometas”, cuenta.

En los seis años que duró esa experiencia, Luca sumó amigos y el deseo de aprender a trabajar “en talleres, con cables o máquinas”.

“No había pantallas, todo era manual y para usar la cabeza”, suma; “yo lo recomiendo. Fue un momento muy lindo de mi vida, que esperaba bastante. Mis profes fueron muy compañeros y es bueno que los chicos puedan compartan con otros, o hacer amistades”.

Reconoce también que el espacio resulta de mucha ayuda “para los padres que no pueden estar todo el día con los chicos y para facilitar la socialización. Mi abuela o mi mamá me acompañaban, pero también podían retirarse porque sabían que los profes nos cuidaban bien”

 

27/9
El derecho a jugar tiene su día: es el 27 de septiembre y en La Plata se celebra con el Festival de Juegos Callejeros en el playón de la Estación de 17 y 71

 

 

- Centro Vecinal El Triunfo: 135 entre 524 y 525

-CIC de Altos de San Lorenzo: 19 y 85

-Polideportivo de Los Hornos: 66 y 153

- Espacio Itatí, en El Palihue: 98 entre 124 y 125

-CIC El Retiro: 45 y 158

 

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