Entre escándalos y tabúes: la historia silenciada de un amor real

Si la historia de amor que vamos a contar se hubiera desarrollado en estos días, sería un escándalo de proporciones tan mayúsculas que las aventuras de Wanda, la China Suárez y Jey Mammón serían cuentos infantiles.

Al no existir la inmediatez de los medios, este amor pudo convertirse en el secreto a voces mejor guardado de las familias reales finiseculares. Cero escándalo para una historia de sexo, drogas, incesto y homosexualidad.

El asunto comienza cuando, en 1883, el rey de Grecia, de origen danés, decide que su segundo hijo, Jorge, se instale en Dinamarca para seguir la carrera militar. Goggy, como lo llamaban, tenía solo 14 años.

Al tiempo de llegar a Copenhague y luego de los tres primeros años como cadete de la Armada danesa, se instaló en la casa de su tío Valdemar. Valdi era once años mayor que su sobrino y estaba recién casado con la princesa María de Orleans.

Para fortuna de algunos y desgracia de otros, Cupido equivocó la puntería al lanzar las flechas y entre tío y sobrino nació un amor que se prolongaría por casi 50 años ante cierta indiferencia por el dolor que podía causarle a la pobre María.

De hecho hubo un tiempo en que los tres convivieron hasta que Valdi y Jorge siguieron con sus carreras militares. Jorge sirvió en las armadas rusa y griega y organizó los primeros Juegos Olímpicos de la era moderna, los de 1896 en Atenas.

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Viajaba por el mundo pero todos los veranos, invariablemente, los pasaba en el Palacio de Bernstorff, en Dinamarca, donde vivía el tío Valdi.

A principios del siglo XIX la carrera militar y política de Goggy estaba llegando a su fin así que decidió establecerse en París. Vivía allí también una princesa, María Bonaparte, cuyo padre era sobrino de Napoleón. María tenía ya 24 años, era soltera, más inteligente que bonita y extremadamente rica porque su abuelo, del cual era heredera, había sido el fundador del casino de Mónaco. Goggy tenía 37 años, muy buen mozo, soltero, presionado por su madre para que se casara de una vez y sin muchos fondos aunque con un impecable árbol genealógico.

No saltaron chispas cuando se conocieron pero a ambos les convenía la situación del otro y así fue como decidieron casarse. La gran boda fue en Atenas en 1907.

A la princesa no le pareció sospechoso que en una carta su prometido le hablara especialmente de su tío Valdemar. Decía: “Desde el día que lo conocí, me encantó. Y nunca tuve otro amigo más que él. Te encantará también a ti cuando se conozcan”.

Y se conocieron pronto porque Valdemar asistió a la boda, claro, y sin su familia.

Pronto la naturaleza de su esposo y la relación entre tío y sobrino se hizo obvia para María quien cuenta, en sus memorias, que parte de su noche de bodas la tuvo que pasar sola porque Jorge estaba en otros aposentos y que cuando llegó le dijo “Ni a tí ni a mí nos gusta esto pero tenemos que hacerlo si queremos tener hijos”.

La relación sexual fue mecánica e insatisfactoria pero no sería lo peor del momento: Valdi los acompañó en los primeros días de la luna de miel.

Marie Bonaparte se casó con el príncipe Jorge de Grecia y Dinamarca

María era una mujer inteligente y Jorge tuvo que confesarle la naturaleza de su relación con Valdemar. Y también le informó que dentro de su agenda anual lo único que no negociable era pasar el verano en el “palacio del amor” en Dinamarca.

María sopesó un divorcio pero a esa altura ya estaba embarazada y, además, una mujer divorciada era una paria para la sociedad. Estar casada, paradójicamente, le daba estatus respetable y más libertad.

Cuando María Bonaparte acompaña a su marido por primera vez a Bernstorff encuentra a la otra princesa María ya consumida por sus adicciones a la morfina y al alcohol. Y cada encuentro que las unía la situación era peor. Ninguna soportaba esa relación apasionada que sus maridos ya no ocultaban y ambas comenzaron a tener amantes. La princesa Orleans puso los ojos en uno de los sirvientes pero lo de la Bonaparte fue peor: tuvo un coqueteo desvergonzado con el hijo mayor de Valdi y María. Realmente, año a año se superaban en la locura hasta que finalmente el castigado cuerpo de la princesa de Dinamarca dijo basta y falleció en 1909 dejando a Valdemar viudo, aunque ni solo ni desamparado.

María Bonaparte y Jorge volvieron a París a criar a sus dos hijos. Ella tuvo algunos amantes y comenzó a preguntarse por su incapacidad para llegar al orgasmo. Siempre curiosa, pronto comenzó a leer sobre las teorías de Sigmund Freud sobre las razones de la frigidez. Como no le faltaba ni tiempo ni actitud ni dinero, en 1925 viajó a Viena para comenzar a psicoanalizarse con él. A su marido no le gustó nada pero mucho no podía hacer.

Tanto le entusiasmó a María el tema que se convirtió en discípula, mentora y mecenas de Freud y fundadora de la Sociedad Psicoanalítica de París. Fue María la que logró sacarlo de Viena y llevarlo a Londres cuando era casi un hecho que iba a ser apresado por los nazis.

María siguió publicando trabajos y atendiendo pacientes pero de nada sirvieron sus conocimientos para sacar a su esposo del pozo depresivo en que cayó cuando, en 1939, falleció el príncipe Valdemar. Y los males se precipitaron en esos tiempos: la muerte de Freud, el comienzo de la guerra y el exilio por el avance del nazismo.

Cupido se equivocó al lanzar las flechas: entre tío y sobrino nació un amor que duró casi 50 años

Cuando la guerra terminó la pareja había compartido vivencias tan profundas que todo rencor desapareció y se convirtieron en los tíos Goggy y la tía Marie, adorados por Sofía, la futura reina de España; por la reina Isabel II y su esposo Felipe; por Miguel, el rey de Rumania, y tantos otros sobrinos de Grecia y Dinamarca.

Cuando Goggy falleció, en 1957, María puso en su manos, en el ataúd, una foto de Valdi y le dio su último beso en la frente. Nunca se habían besado en los labios porque estos estaban reservados para su verdadero amor.

María Bonaparte falleció en 1962 y ejerció el psicoanálisis hasta sus últimos días.

Este amor irracional e inevitable entre Jorge y Valdemar ¿merece ser juzgado con los cánones de hoy? Seguramente no pero sí nos ayuda a reflexionar acerca de cuánto sufrimiento se hubiera ahorrado si hubieran podido vivir su amor en libertad.

Este fin de semana, en que se está celebrando en el hemisferio norte el Día del Orgullo, es bueno honrar a quienes dieron los primeros pasos y aún siguen luchando, por un mundo sin prejuicios.

María Bonaparte y Sigmund Freud