Una prueba de que la intimidad también puede ser compartida

Hay libros que se leen y hay libros que se habitan. La suma de los días, la reciente obra de Santiago Kovadloff, pertenece sin dudas al segundo grupo. A través de un centenar de anotaciones seleccionadas entre los años 1985 y 2023, el ensayista, poeta y filósofo argentino invita al lector a recorrer los pliegues de su vida interior, en un diario que no solo revela sus pensamientos más íntimos, sino también los modos en que la escritura se convierte en una forma de resistencia, de búsqueda y de permanencia.

La publicación, editada por Emecé y lanzada oficialmente en junio de 2025, es una suerte de arqueología del espíritu. Kovadloff construye desde la palabra un mapa de sí mismo, con observaciones que giran en torno a la lectura, la poesía, el sentido de la escritura, el devenir del pensamiento y las huellas del tiempo. Escribir, en este caso, no es solo narrar o reflexionar: es vivir. No hay en estas páginas una voluntad de relato lineal, ni la intención de ordenar lo vivido bajo una cronología artificial. Más bien lo contrario: se trata de una suma de instantes, de preguntas sin resolver, de epifanías privadas que el autor decide compartir con el mismo pudor con el que alguien deja abierta la puerta de su estudio cuando sabe que alguien pasa.

El título, que evoca con deliberada resonancia aquel volumen póstumo de Isabel Allende, tiene aquí otra textura: no es la suma de las cosas que pasaron, sino la suma de lo que permaneció. Los días se acumulan no por su número, sino por la densidad de los pensamientos que los atravesaron. Kovadloff, que a lo largo de su trayectoria publicó obras como Hombre reunido, Locos de Dios y La aventura de pensar, se reafirma aquí como un pensador del silencio, un poeta del matiz y un ensayista del instante. Su escritura no se apresura, no sentencia, no busca convencer: simplemente se ofrece. Y en esa modestia reside su potencia.

El libro se presenta en un formato sobrio pero elegante: tapa blanda con solapas, 176 páginas impresas en un tamaño clásico (15 x 23 cm), bajo el sello de Planeta de Libros. Su circulación, por ahora limitada a librerías argentinas, generó un interés notable en lectores de filosofía y literatura, así como en aquellos que reconocen en Kovadloff una figura ética e intelectual de peso en la escena cultural del país. No hay reseñas académicas todavía, pero ya se multiplican las voces que señalan esta obra como una de las más personales y reveladoras del autor.

En La suma de los días, Kovadloff no se narra a sí mismo como quien busca inmortalizar una vida, sino como quien se interroga desde la escritura sobre el sentido de esa vida. Hay anotaciones sobre su trabajo diario, sobre el arte de leer, sobre los dilemas al enfrentar una página en blanco, y también sobre los libros que fue escribiendo a lo largo de las décadas. Es, en cierto modo, un texto de textos: una memoria de la escritura, pero también una escritura de la memoria. Como si la existencia solo pudiera adquirir forma a través de las palabras que la piensan.