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La Ciudad vibró durante toda la semana previa al compás del Clásico, pero lo mostrado por los protagonistas no estuvo a la altura de semejante expectativa. Un bodrio en toda regla. Miseria futbolística
Fricción, lucha y poco juego. la síntesis de un Clásico que pasará rápidamente al olvido / Sebastián Casali
Por NICOlÁS NARDINI
nnardini@eldia.com
Ríos de tinta, horas y más horas de radio y de TV. Cientos de mensajes a través de la redes sociales. Incontables charlas de café o de sobremesa en la intimidad de los hogares platenses. Una expectativa que fue creciendo sostenidamente hasta el pitazo inicial de Diego Abal. Esas situaciones marcaron el pulso de la previa hasta producir una ansiedad que para algunos resultó ingobernable, al punto de merodear los alrededores del estadio cuatro o cinco horas del inicio de las acciones, con tal de morigerar esas ganas de Clásico que se producen en pocas ciudades del mundo con la potencia con que se genera en la nuestra. Toda esa esperanza de encontrarse con un gran espectáculo deportivo quedó pisoteada por la pobreza de lo mostrado por los actores principales en el rectángulo de juego.
El partido, para evitar eufemismos, fue un verdadero bodrio. No estuvo, ni por asomo, a la altura de todo lo imaginado en la previa. ¿Era desmedida la expectativa con relación a lo esperable? ¿O fue tan malo lo producido por los protagonistas que lo imaginado en la previa quedó llevaba cierto tinte utópico? El interrogante no tiene fácil resolución. Este partido no fue el primero, ni tampoco será el último, en que lo visto en el verde césped tenga cierto sabor a defraudación. Empero, la pasión futbolera que gobierna a esta Ciudad y que cruza al medio colocando de un lado a los albiazules y del otro a los albirrojos, generará que en pocos días la miseria futbolística quede en el olvido y, así, la espera del próximo enfrentamiento entre los dos equipos platenses volverá a generar expectativas desmedidas, ilusiones insondables y la esperanza de tener un gran espectáculo, un juego que esté a la altura de la pasión que desborda las gradas cada vez que pinchas y triperos se ven las caras.
Es que la pasión que moviliza a toda una ciudad puede más que la decepción que produce, luego, asistir a un partido que no deja prácticamente nada para recordar, salvo contadas excepciones, vinculadas más al oficio y el temperamento que a la creación o al talento, tanto individual como colectivo. El partido de ayer pasará a la historia como un opaco 0 a 0, pero ello no le quitará a los platenses la ilusión de pensar que el próximo Clásico será mejor o, en definitiva, que dejará más cosas para rememorar que el colorido de los hinchas o los penosos hecho de violencia que, aunque aislados, generan que unos pocos arruinen el buen comportamiento de una abrumadora mayoría pacífica que abraza el civismo muy por encima de la intolerancia, la sinrazón y la falta de educación.
Un reducido grupo de violentos atentó contra la fiesta de una mayoría pacífica y educada
Uno de los grandes temas que acaparó la atención en la previa fue el escenario del partido. Gimnasia, como club, jamás dudó en su posición irreductible de hacer las veces de local en su estadio. Luchó contra sugerencias (algunas solapadas y otras abiertas) de los organismos de seguridad deseosos, en la voz del titular de la Aprevide, Juan Manuel Lugones, de trasladar el encuentro al estadio Ciudad de La Plata. Así lo dijo en declaraciones periodísticas varias, ante lo cual encontró una postura intransigente del club de calle 4, de querer jugar sí o sí en su casa.
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En este contexto, el accionar de un puñado de violentos, escudados en la muchedumbre, no hizo más que conspirar contra ese deseo gimnasista de actuar siempre, en partidos pequeños y en los grandes, en 60 y 118. Fueron unos pocos violentos que empeñaron la fiesta de una mayoría abrumadora. Ese minúsculo colectivo violento, además, le dio más elementos a los que abonan la teoría de sacar el fútbol del Bosque para que puedan actuar en consecuencia.
Esta vez, como muchas otras, resultó difícil encontrar puntos a destacar en el plan estrictamente deportivo.
El local, Gimnasia, intentó sorprender con un esquema táctica distinto al que en la semana se presagiaba que utilizaría. Sin embargo, fueron modificaciones menores, de módulo táctico, de pizarra, nada que le haya cambiado sustancialmente algo al andar del equipo. En los de Sava no se vio la actitud de quien quiere llevarse por delante a su rival e imponer condiciones. Ni siquiera hizo pesar la localía. Nunca tuvo la determinación de ir por todo. Se quedó a la expectativa de pescar una ventaja en la pelota parada o en alguna acción puntual. Muy poco para quien desea sumar de a tres. Entonces, no es casual que no haya pasado de un empate que de poco le sirve.
En lo deportivo, todos quedaron en deuda. El partido fue un fiasco. Aburrieron
Enfrente, Estudiantes propuso algo más, aunque tampoco le sobró nada. Tuvo un poco más de carácter para manejar el trámite con cierta ambición, aunque sufrió por la irregularidad y el bajo rendimiento individual de algunos de sus hombres determinantes en el armado del juego. Insinuó más de lo que concretó. Por lo hecho por los hombres que contaron con minutos en el partido que paralizó a la Ciudad, resulta todavía un poco más extraña la ausencia de un jugador como Gastón Fernández. La Gata, diezmado físicamente o lejos del ritmo más fulgurante de su carrera, podría dar la talla en un equipo que no anduvo sobrado de talento. Salvo que se trate de algo personal, de la necesidad de Bernardi de imponer autoridad tomando decisiones fuertes aunque estas vayan en detrimento de futbolistas que cuenta con el status de intocables en el afán de mostrarse fuerte puertas hacia adentro, prescindir de Fernández no encuentra ninguna lógica en el plano deportivo.
Entre las pocas cosas positivas del Clásico queda la entrega interminable de un viejo gladiador como Rodrigo Braña y el talento de barrio de Brahian Alemán, uno de esos jugadores que siempre se animan a ir a más, aún alternando buenas con malas.
El Chapu, con 38 años, volvió a mostrar el camino en la zona medular del campo de juego. Inoxidable, se lo ve con la misma vitalidad de siempre y el oficio que da el paso de los años.
En Gimnasia, Alemán parece un soñador fuera de tiempo. Tira gambetas e intenta poner la pelota debajo de la suela, algo que pocos siguen intentando en un fútbol gobernado por el nervio y la fricción. Muchas veces se equivoca, pero él no lo duda, vuelve a pedir la redonda para intentarlo una vez más.
Se fue el 159. Pasaron las horas y horas dedicadas a un partido que terminó no estando a la altura de lo esperado. Para los platenses, queda intacta la ilusión de que el próxima sea, al menos, un poco mejor.
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