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Deportes |UNA VERDADERA LEYENDA DE LA EQUITACIÓN

“La motivación y contar con un buen caballo son los secretos para seguir”

A los 69 años, Justo Albarracín continúa compitiendo a gran nivel y no descarta estar en los Juegos Olímpicos de Tokio que desarrollarán desde el 23 de julio hasta el 8 de agosto del año que se avecina

“La motivación y contar con un buen caballo son los secretos para seguir”

La elegancia de un jinete que sabe muy bien lo que hace / @genteonline

Adrián D’Amelio

Adrián D’Amelio
adamelio@eldia.com

29 de Diciembre de 2020 | 04:43
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El hecho de mencionar el apellido Albarracín se asocia inmediatamente con la equitación. Justo es algo así como el “patriarca” de una familia tradicional de la localidad de City Bell. Sus hijos Álvaro y Matías siguieron los pasos de su padre en el deporte ecuestre.

En lo que respecta a Justo Albarracín, flamante ganador del Gran Premio de la República Argentina en el Club Hípico de Buenos Aires, no se le pasa por la cabeza bajarse de competir en el alto rendimiento. A pesar de sus 69 años (nació el 18 de mayo de 1951) confesó en diálogo con este medio que “no se descarta” para los Juegos Olímpicos de Tokio, que se como consecuencia de la pandemia de Coronavirus se desarrollarán desde el 23 de julio y hasta el 8 de agosto de 2021.

- Justo, ¿cuál es el secreto para seguir saltando con casi setenta años y en gran nivel como demostraste al ganar el Gran Premio de la República?

- Todo pasa por la motivación, pero esto tiene como condimento el hecho de no saturarme con el entrenamiento diario, porque ahora el cuerpo duele más que hace treinta o cuarenta atrás. El paso del tiempo se siente, no te quepa ninguna duda. Antes corría, ahora camino por lo menos una hora por día; mientras que antes saltaba con cuatro o cinco caballos y ahora lo hago con uno. No voy al gimnasio; aunque siempre tuve problemas de flexibilidad corporal. Esto es algo arrastro desde hace años. Sabés una cosa, nunca pude tocarme la punta de los pies en el momento de flexionarme.

- ¿Pero haces algún tipo de dieta en particular?

- Mirá, ahora debo estar cuatro kilos arriba de mi peso normal, que es alrededor de los setenta y cinco. Pero me doy mis gustos en las comidas. Sin lugar a dudas se nota a la hora de saltar como así también en el momento de ponerte la chaquetilla, que está más ajustada. Eso sí, cuando tengo que bajar para una competencia importante, siempre hago lo mismo. Es muy sencillo y fácil. Voy a la biblioteca y tomo un libro del Dr. (Alberto) Cormillot, donde me fijo sobre todo las calorías de cada alimento. Dejo de comer en gran parte el pan, las pastas, pizza y empanadas. No tomo cerveza, salvo al finalizar un concurso, pero no me falta la copita de un buen vino en cada comida. Con ese pequeño detalle en dos, a lo sumo tres meses estoy en mi peso. No voy al nutricionista, sino que me controlo yo mismo.

- ¿Alguna vez se te cruzó por la cabeza dejar la equitación?

- Sí. Mirá fueron pocas veces. La última vez fue hace más o menos cuatro años. En ese momento me había quedado sin caballo y justo en un concurso menor encuentro a mi yegua que actualmente monto: Valery. En seis meses me di cuenta que iba a andar bien y la verdad que es un ejemplar maravilloso, que me ha dado muchas satisfacciones. Tiene diez años y está en su plenitud comparando con Cannavaro 9, que es un caballazo que monta Matías, que tiene diecisiete años con lo que llegará a los Juegos de Tokio al límite. Eso también ayuda a conservar la motivación del jinete, algo que me sucede a mi para seguir compitiendo.

- Y tu familia te dijo alguna vez: “Justo ya está dejá...”

- No, nunca, porque sigo ganando (sonrisas). Mi esposa y mis hijos me ven bien y al observarme que estoy contento me alientan constantemente. Es un tema que hemos charlado, pero todavía me siento bien con casi setenta años; aunque acá como te dije lo importante es la motivación. Una vez que la pierda me alejaré de la competición, pero de alguna u otra manera seguiré ligado a la equitación.

- A propósito de los Juegos Olímpicos de Tokio, ¿tenés ganas de ir?

- Lógico que me gustaría estar. Sería mi tercer Juego, ya que estuve en Los Ángeles 1984 y en Atlanta 1996, pero tengo que estar bien y no ir porque ir, porque no quiero ocupar un cupo en el equipo argentino, que ya lo tienen asegurado Matías y José Larocca. En tal sentido hay dos plazas y otra para un suplente. Me tengo que poner las pilas para ir al exterior y probar cómo estoy y en caso de que me encuentre en óptimas condiciones acudiré a Europa para tratar de ir conseguir la clasificación.

Justo Albarracín asimiló la equitación prácticamente desde que nació, ya que su padre Juan Carlos fue uno de los socios fundadores del Club Hípico de City Bell. A los diez años empezó a saltar y ocho años después participó en su primera competencia internacional.

En un primer momento estaba decidido convertirse en abogado, pero el hecho de que en 1972 tuvo que hacer el servicio militar (”me acuerdo que saque en el sorteo el número 151 por lo que intuía que me iba a salvar, pero debido a que la Marina no había incorporado efectivos el año anterior, el Ejército decidió llamar a más conscriptos por lo que tuve que hacerlo en el Regimiento de City Bell”) eso lo terminó alejando del estudio en la UNLP, cuando le faltan seis materias para recibirse. Después quiso retomar, pero no le dieron las “fuerzas”, ni tampoco el tiempo.

A mediados de los años setenta, Albarracín decidió mudarse a la ciudad de Curitiba, Brasil, donde un amigo lo invitó a hacerse cargo de un haras. Ahí nació su hijo Matías. A principios de los ochenta regresó con su familia a nuestro país para radicarse definitivamente en su querido City Bell natal.

Justo es un reconocido y fanático hincha de Estudiantes, el club de sus amores de toda la vida y en el Estadio de UNO cuenta con un palco personal. Es el número 133 y lleva el nombre de Claudio Gugnali, ex defensor del equipo albirrojo y ayudante de Alejandro Sabella.

- Justo, ¿tuviste lesiones importantes a lo largo de tu carrera?

- No, por suerte no he tenido muchas lesiones. Una de las más dolorosas fue en el dedo más pequeño del pie derecho. Me tuve que operar por lo que tuve un largo tiempo enyesado. Después otra que me acuerdo fue el año pasado. Estaba listo para viajar a Lima para participar de los Juegos Panamericanos. En la mañana previa al traslado a Perú decidí saltar con otra yegua que me tiró. Me fisuré un par de costillas y el dedo de la mano. Igualmente concurrí a Brasil. Me probé en un concurso todo fajado, pero el dolor era impresionante por lo que determiné abortar lo de Lima 2019.

- ¿Tenés algún tipo de molestias a la hora de saltar?

- Mirá, te cuento. Arriba del caballo es donde tengo menos dolores, pero durante mucho tiempo me ha perseguido una persistente molestia en los aductores de ambas piernas. Es algo que se me ha hecho crónico. Probé con infiltraciones de todo tipo, pero la vengo llevando bien con una venda bien ajustada, pero me la tengo que colocar poco antes de entrar a la pista, porque me corta la circulación de la sangre.

- Por último, ¿cómo te trató todo este tema de la pandemia?

- Bien, cuidándome y tomando todas las precauciones. Aunque nos dieron un permiso especial para poder cuidar a los caballos, porque sino los pobres se morían dentro de un boxes. Nos turnábamos para sacarlos a caminar en la pista. En lo que respecta a la competencia se vio notoriamente reducida, ya que se retomó casi a fin de año con todos los protocolos requeridos como así también sucede en cada uno de los entrenamientos. Tuve la fortuna de ganar el concurso que se hizo en el Club Alemán y después en el Hípico de Buenos Aires obtuve el Gran Premio de la República Argentina. Sinceramente me sentí muy bien, con confianza y muchas ganas de seguir dándole para adelante.

Justo Albarracín, nominado otra vez para los Premios Konex -ya lo ganó dos veces- que se lo entregan a los deportistas más destacados de la década, es un verdadero ejemplo para todos al estar en un “Top Five” de los jinetes más veteranos del mundo entero y continuar compitiendo en el mejor nivel. Sin lugar a dudas el jinete platense se ha convertido en una verdadera leyenda de la equitación argentina e internacional.

 

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