

Retrato de Hipólito Bouchard (1780-1837)
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El 27 de junio de 1817 la fragata “La Argentina” zarpaba desde el Puerto de Buenos Aires rumbo a la Ensenada de Barragán para luego iniciar una fantástica aventura a fuerza de cañonazos por los océanos del mundo
Retrato de Hipólito Bouchard (1780-1837)
Ricardo Castellani
rcastellani@eldia.com
Hace poco más de 200 años, un día como hoy, el 27 de junio de 1817, comenzaba muy cerca de nuestra región, en la Ensenada de Barragán, una épica historia de aventuras, cañonazos y combates en los mares que a día de hoy pareciera escapada de una fantástica historia de la literatura o el cine de ficción, pero que forma parte de nuestra historia real.
Es la historia del viaje de “La Argentina”, una fragata de 464 toneladas de desplazamiento y 40 metros de eslora, equipada con 34 piezas de artillería, 18 cañones de a ocho y 16 carronadas de a doce, mientras que el incipiente Estado rioplatense le había aportado 4 cañones de bronce y 12 de hierro, 128 fusiles, 800 balas de cañón de a doce y 900 de a ocho.
La embarcación contaba, además, con 3.000 balas de a veinticuatro, que al no poder ser utilizadas en combate servirían de lastre, junto a 300 lingotes. Todo eso al mando de un marino francés con patente de corso, Hipólito Bouchard al nacionalizarse argentino, antes Hyppolite de Bouchard, aunque bautizado originalmente como André Paul.
Aquel 27 de junio “La Argentina” zarpó desde el Puerto de Buenos Aires, tras algunas escaramuzas a bordo, rumbo a la Ensenada, y el 9 de julio de 1817, en el primer aniversario de la Independencia, salió para guerrear durante dos años por todos los mares del mundo cumpliendo un crucero de corso navegando por las aguas del Atlántico Sur, luego al Océano Índico, recalando en la isla de Madagascar, donde dio su primer gran golpe, para continuar luego hasta California, a la que tomó para plantar la Bandera Argentina y mantenerla bajo dominio durante seis días.
Mientras se desarrollaba la Guerra de la Independencia, los nuevos gobiernos independientes trataban de dañar el comercio marítimo de la Corona española y difundir la guerra en los territorios dominados aún por los españoles. Para ello, se valieron del “corso marítimo”, que permitía armar bajo su bandera a buques privados y atacar barcos realistas sin comprometer demasiados recursos del Estado en la empresa.
La guerra de corso era entonces considerada una forma legítima de guerrear, y el contrato entre los corsarios y el Estado se llamaba “patente de corso”, recibiendo los primeros derechos de atacar, apresar, saquear o destruir buques de bandera enemiga, quedándose con una parte del botín obtenido.
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Fue el 4 de septiembre de 1817, mientras se libraban las guerras de la independencia en el entonces Virreinato del Río de la Plata y aledaños, cuando la fragata “La Argentina” llegaba a Tamatave (actual Toamasina), en la costa suroriental de Madagascar, en el extremo sur de África, y donde Bouchard dio su primer gran golpe, liberando a esclavos ante la presencia de cuatro buques negreros que se aprestaban a partir.
Fue esa la primera intervención internacional argentina fuera del territorio del ex virreinato y sus adyacencias, y formó parte de la notable expedición corsaria del formalmente recién independizado país, el 9 de julio de 1816, denominado entonces Provincias Unidas en Sud América, luego devenido Provincias Unidas del Río de la Plata y en República Argentina.
Durante aquel viaje, Bouchard fue quién hizo que Argentina, como estado independiente, tuviese su primer reconocimiento, en agosto de 1818, por parte del monarca del Reino de Sándwich (hoy Hawai, Estados Unidos), Kameha Meha I, quien además debió devolver un barco argentino en el que habían llegado unos desertores amotinados al tiempo que dejó como embajador en ese país al jerezano Francisco de Paula Marín, quien residía en Honolulu.
Entre los logros militares de Bouchard también estuvo la toma de la ciudad de Monterrey, entonces parte del Virreinato de México, el 24 de noviembre de 1818, donde los patriotas argentinos destruyeron todo el poder militar español y la residencia del gobernador, además de aprovisionarse de una importante cantidad de ganado, mientras que también fueron importantes las acciones al mando de Bouchard en la costa centroamericana en el océano Pacífico y en la de Perú.
“El paso de Bouchard por Centroamérica fue determinante -remarca el historiador Federico Andahazi- las ideas de Belgrano que llevó Bouchard prendieron de tal forma en los países de Centroamérica que, en su homenaje, recrearon la bandera que Belgrano creó para Argentina.
La Bandera Argentina que Bouchard hizo flamear en su periplo quedó plasmada en el azul y blanco de las banderas de las provincias unidas de Centroamérica: la de El Salvador, Honduras, Guatemala, Nicaragua, la primera bandera de Costa Rica, que era como la argentina, pero con una banda roja en el medio”.
Bouchard fue un hombre de confianza de San Martín durante el gobierno de éste en Perú
Particular importancia tuvo asimismo su accionar en Filipinas, donde el bloqueo a la ciudad de Manila durante unos dos meses provocó la interrupción del comercio español con esa colonia en la que se desató un fenómeno de desabastecimiento y alta inflación.
Hyppolite de Bouchard, bautizado originalmente como André Paul, nombre que él se cambió por el referido Hyppolite, castellanizado por Hipólito, probablemente en homenaje a la mitológica guerrera griega llamada Hipólita, sobre la que se especula que pudo haber luchado en la Guerra de Troya, había iniciado su campaña como marino argentino en 1811, a las órdenes de Juan Bautista Azopardo, para ser luego ambos integrantes del Regimiento de Granaderos a Caballo organizado por el general José Francisco de San Martín, e incluso habiendo combatido en la célebre batalla de San Lorenzo.
Bouchard fue más tarde un hombre clave para el irlandés Guillermo Brown, su posterior jefe, hasta que el 9 de julio de 1817, al cumplirse el primer año de la Independencia, emprendió su cruzada como corsario desde nuestra cercana Ensenada de Barragán, iniciando una campaña gloriosa que fue también una enorme contribución a las campañas de San Martín a Chile y Perú. De él se cuentan infinidad de acciones de valor, como cuando, desnudo y envuelto en la bandera argentina, peleaba sable en mano para defender su embarcación.
Bouchard vivió inclusive como hombre de confianza de San Martín durante el gobierno de éste en Perú, donde luego creó un ingenio azucarero en el que, paradójicamente, trabajaban esclavos, uno de los cuales le dio muerte en 1837, aunque sus restos fueron localizados recién en 1962, para ser trasladados al panteón de la Armada en el Cementerio porteño de La Chacarita.
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