El sistema universitario made in Argentina

El ingreso irrestricto de alumnos y el desconocimiento por parte de ellos de que en esas condiciones es un verdadero privilegio del que gozan sin otra obligación que el de carácter moral de devolverle a la Universidad todo lo que les dio, hace casi único al sistema universitario argentino. Incluso los países que sostenían un régimen basado en ideas presuntamente comunistas y que evolucionaron hacia un capitalismo de Estado de rígida planificación económica, obligaron a las universidades a limitar la cantidad de alumnos a las presuntas necesidades futuras del país de acuerdo a proyecciones sobre el crecimiento de la industria y del agro. Todas las decisiones estaban concentrada en mandos políticos que dirigió los mayores esfuerzos al diseño de equipos para la defensa y seguridad de la nación. Al respecto, y merced a la concentración total del poder de decisión, durante un tiempo Rusia logró cierta ventaja en este último aspecto. A partir de esas pautas se fijaron las metas para los centros educativos que incluyen el número de graduados que debía producir cada uno y, por lo tanto, la cantidad de ingresantes quedó determinada por lo que se supone serán las necesidades a 10 o 15 años cuando esos egresados tengan cierta experiencia en el trabajo profesional. Mientras, la rigidez del sistema no da margen para que los científicos dediquen sus esfuerzos en temas que ellos eligen. La inversión en la investigación científica debe ser aprobada finalmente por los mandos políticos.

Occidente y el caso de Estados Unidos

El modelo occidental, generalmente similar al de Estados Unidos, descansa sobre la obligación de las universidades de que sus egresados tengan el mayor nivel. Los exámenes de ingreso son también una norma para seleccionar los aspirantes con los mejores antecedentes escolares, ya que de la calidad de los egresados dependerán los ingresos de cada centro educativo. Salvo alguna excepción, los estudiantes de todas las casas de estudio deben pagar, aunque los alumnos que logran aprobar esa primera prueba, si no tienen el dinero por cada año que cursan disponen de algunas becas y de créditos bancarios con garantía del Estado. Las universidades también obtienen contratos con empresas privadas y a veces con centros estatales.

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Las universidades deben dejar de ser una guardería para muchachos “ni-ni”

Todos intentan crear un círculo virtuoso, ya que la calidad de los graduados permite que las universidades puedan cobrar mayores o menores sumas de dinero, con lo cual tendrán los más prestigiosos profesores, amplias instalaciones y aparatos desarrollados con la última tecnología en cada especialidad. Algunos Estados como Nueva York o California son propietarios de universidades que también cobran la matrícula y en ciertos casos algunas de sus facultades son consideradas de excelencia.

Como se dijo, los estudiantes pueden obtener también préstamos bancarios con aval estatal, que deben devolver en años y que pueden destinarse a solventar todos los gastos de la carrera o simplemente el costo de la matrícula. Pero con motivo de la inactividad que generó la pandemia del Covid, este año se presentó un proyecto para eximir a los recién graduados de la obligación de devolver esos préstamos.

La meritocracia es la norma y los jóvenes eligen postularse para la mejor facultad

La meritocracia es la norma y los jóvenes, de acuerdo a sus antecedentes de la enseñanza primaria y secundaria, eligen postularse para el mejor centro educativo que puedan imaginar según sus calificaciones.

Deben rendir un examen de ingreso

En EE UU, las casas de altos estudios suelen ser propiedad de fundaciones que se esmeran por lograr el más alto nivel en la calidad de su enseñanza con el fin de obtener, como se dijo, los mayores ingresos y los mejores profesionales.

Pero además muchos graduados realizan donaciones más que importantes y al recorrer algún campus puede un extranjero sorprenderse porque le informan que el nombre con el que se denomina algún edificio es un gesto hacia quien financió la construcción.

Las donaciones tienen el más diverso origen. En el mes de febrero de este año una exprofesora de la facultad de Medicina Albert Einstein, ubicada en El Bronx, uno de los barrios más pobres de Nueva York, donó 1.000 millones de dólares para que todos los estudiantes que aprobaran el examen de ingreso estuvieran eximidos para siempre de efectuar pagos por estudiar en ese instituto. Es que a veces los egresados se encuentran con que deben cifras superiores a los 200 mil dólares, que, si bien tienen prolongados plazos para pagarlos, no dejan de significar una suma más que importante para cualquiera.

Libertad para invertir y el tema de la admisión

La flexibilidad para atender los requerimientos de alumnos con nuevas especialidades es enorme. Las casas de estudios tienen completa libertad para elegir las inversiones y los cupos de admisión en cada facultad. El Estado no puede intervenir. Esas circunstancias han generado que grandes inversores financien investigaciones a jóvenes que llevaban muy poco tiempo de graduados, como Bill Gates, o que ni siquiera podían pagar la universidad e iban a algunas clases como oyentes, como el caso de Steve Jobs.

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Los procesos económicos y sus impactos en todos los niveles de la enseñanza

La autonomía económica y pedagógica de los centros educativos permitió incursionar en campos que no parecían como altamente redituables o que el Estado considerara necesarios. Esa libertad concentró en EE UU científicos de todo el mundo en las más diversas ciencias. En la actualidad se comprueba que esa situación le permitió a este país aventajar a China en el desarrollo de la industria de la inteligencia y finalmente en especialidades como la llamada Inteligencia Artificial. La libertad académica lograda por las universidades que se autofinancian es el imán que atrae a los mejores intelectos del mundo.

Las investigaciones tecnologías en más de un 70 por ciento son costeadas por empresas privadas y EE UU dedica un 50 por ciento más de fondos que China con ese objetivo. Por otra parte, los docentes de carreras que pueden parecer sin sentido para el país (como el doctorado en Literatura Española del Siglo de Oro) suelen tener pocos alumnos, pero casi todos becados y los docentes obtienen salarios importantes. Es posible que como ocurre en Argentina con algunas carreras, a los egresados les cueste iniciarse laboralmente, pero siempre tendrán la posibilidad de lograr una pequeña posición en el fondo de la escala e incursionar en otras tareas. La demanda por ingresar a las universidades no ha crecido en la misma proporción que la población porque el desarrollo exige mano de obra con tecnicaturas cada vez en mayor número con honorarios apreciables y caen los ingresos del personal no especializado.

El desarrollo científico ha llegado a tal nivel que entre Harvard, Boston University y el Instituto Tecnológico de Massachussets tienen más profesores que han logrado el premio Nobel que países enteros de Europa. Y existen por lo menos otras 15 universidades de ese nivel.

La explosión científico-tecnológica generada por jóvenes de menos de 30 años ha producido que entre las 10 personas más ricas del planeta 7 sean norteamericanos egresados de carreras duras. Eso causa también que jóvenes de todo el mundo aspiren a ingresar a las universidades norteamericanas y con una idea generen empresas como Mercado Libre, propiedad del argentino Marcos Galperin, presidente de una compañía muy joven para la que logró el respaldo económico a través de un profesor de la universidad de Stanford. Hoy el valor de esa empresa es mayor que el de YPF.

Tecnología y burocracia

Esa actitud determinó que la imaginación de los jóvenes o de los investigadores sobre la evolución de la tecnología fuera altamente considerada y por lo tanto sin necesidad de recurrir a la burocracia del Estado, cuando generaron las grandes innovaciones, pudieron llevarlas a la práctica en base a la inversión privada de bancos o particulares que apostaban por el éxito de esas ideas.

En los últimos 40 años irrumpieron los genios de los garajes, los nombrados Bill Gates y Steve Jobs entre otros, que generaron un avance tecnológico imprevisible. Las universidades privadas para obtener fondos de inversores tienen que demostrar la calidad de su producción. Es decir, profesionales creativos y eficientes. Para verificar la calidad de la enseñanza se toma como un punto de referencia, entre otros, pero de importancia, el desempeño posterior de sus graduados o egresados, y los logros económicos y científicos de ellos. A partir de esa meta las familias de mayor poder adquisitivo intentan inscribir a sus hijos en las universidades consideradas de mayor excelencia, pero serán sometidos a un examen de ingreso riguroso y a la búsqueda de antecedentes sobre la educación formal primaria y secundaria que acredite su capacidad de estudio. Sin embargo, como no siempre los más estudiosos pertenecen a una clase social, los centros educativos buscan reclutar a través de becas a lo que estiman como jóvenes de mayor futuro. Y éstos que se destacaron en la primaria y el secundario se presentan como aspirantes en las facultades de mayor prestigio y si aprueban los exámenes de ingreso encontrarán financiación para pagar las costosas matrículas.

La revolución tecnológica que protagonizaron esos jóvenes generó recursos y una mayor productividad en los Estados Unidos. También fortunas descomunales que han despertado suspicacias por la influencia política que pueden llegar a tener. Y están en estudio iniciativas sobre el impuesto al patrimonio para lograr una mejor distribución de la riqueza. De todos modos, en la era del conocimiento hasta ahora los ricos siguen siendo ricos y los pobres, pobres. Las diferencias de crecimiento económico se notan entre los países más desarrollados que invierten cada vez más en educación, mientras que otras naciones carecen de posibilidad alguna de igualar esas sumas para fines educativos.

La importancia para la economía de los países del conocimiento ha alcanzado una dimensión que ni siquiera se pudo prever hace cuarenta año.