Estrés de fin de año: es hora de bajar el ritmo

En los últimos años, los niveles de estrés en la Región y el país han mostrado una tendencia preocupante. Tal es así que según un estudio global realizado por Voices y WIN International Argentina se coloca entre los países con peor evaluación de su nivel de estrés, junto con Perú. Este estudio, que abarcó a 39 naciones, reveló que el 54% de los argentinos califican su nivel de estrés como “bastante malo” o “muy malo”, una cifra que alarma tanto a expertos en salud mental como a la población en general.

El informe señalado también destacó que las mujeres y los jóvenes son los segmentos más afectados por el estrés en Argentina. El 59% de las mujeres y el 72% de los jóvenes de 18 a 24 años evaluaron negativamente su nivel de estrés. Además, los adultos de 25 a 34 años también presentan altos niveles de estrés, con un 60% de evaluaciones negativas. Esta distribución indica que el estrés no es solo una preocupación individual, sino una problemática que atraviesa distintas generaciones y géneros, afectando a un amplio espectro de la sociedad argentina.

Entre los principales factores que contribuyen al estrés en Argentina se encuentran el trabajo, la falta de dinero y los cambios en la vida, como mudanzas o cambios de trabajo. La situación económica, caracterizada por la inflación y la inseguridad laboral, ha sido identificada como una de las causas más significativas del aumento del estrés en la población. A esto se suman otros factores como la presión académica y las responsabilidades familiares, que agravan aún más la sensación de ansiedad y agotamiento.

En comparación con otros países de la región, Argentina y Perú tienen los niveles de estrés más altos. Mientras que países como Paraguay y Brasil registran evaluaciones más positivas de su estado anímico, Argentina y Perú se encuentran por debajo del promedio global. Este dato sugiere que hay factores específicos en estos países que exacerban el problema del estrés, y que las políticas públicas deben adaptarse para abordar estas particularidades.

El estrés crónico puede tener serias consecuencias para la salud mental y física. Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), el estrés excesivo puede llevar a problemas de salud mental como ansiedad y depresión, y puede aumentar el consumo de tabaco, alcohol y otras sustancias. Además, el estrés no tratado puede desencadenar problemas físicos como enfermedades cardiovasculares, trastornos gastrointestinales y debilitamiento del sistema inmunológico.

BURNOUT Y EL RIESGO CRÓNICO

El estrés crónico y el síndrome de burnout (también conocido como síndrome del quemado, es un estado de agotamiento físico, mental y emocional que se produce como consecuencia de un estrés laboral crónico) han dejado de ser términos reservados para charlas entre expertos en salud mental y han pasado a formar parte de la conversación cotidiana de millones de argentinos.

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Según un reciente informe del Observatorio de Tendencias de la Universidad Siglo 21 publicado por TN, el país atraviesa niveles alarmantes de agotamiento emocional, con un impacto directo en la calidad de vida, la productividad laboral y el bienestar general de la población.

El estudio revela un aumento sostenido en los índices de estrés y una disminución de la felicidad desde 2018, alcanzando en 2024 uno de los puntos más críticos. Uno de cada tres argentinos afirma sentirse tan exhausto al finalizar su jornada laboral que no puede realizar otras actividades. Además, el 24% asegura que le resulta cada vez más difícil relajarse después del trabajo y que comenzar un nuevo día se convierte en un desafío monumental.

El síndrome de burnout, definido como un estado de agotamiento físico, emocional y mental provocado por el estrés laboral crónico, es un fenómeno que no distingue entre sectores ni edades. Sin embargo, el informe destaca que las personas de entre 50 y 59 años son las más afectadas, no solo por sus altos niveles de agotamiento, sino también por los bajos índices de felicidad que reportan.

El impacto del burnout no es solo individual, sino que tiene un efecto dominó en el tejido social y económico del país. La depresión y la ansiedad, estrechamente vinculadas a este síndrome, son hoy dos de las principales causas de ausentismo laboral. Además, las personas que sufren burnout tienen el doble de probabilidades de desarrollar trastornos mentales graves en el futuro.

El síndrome de burnout es definido como un estado de agotamiento físico, emocional y mental

Pero no todas son malas noticias. El informe también señala un dato esperanzador: los jóvenes de entre 18 y 29 años son el único grupo etario que mostró un leve repunte en sus niveles de felicidad. Aunque las causas de esta tendencia aún no están del todo claras, podría estar relacionada con una mayor conciencia sobre la importancia de la salud mental y una búsqueda activa de espacios de bienestar.

Luis Morera, director del Observatorio de Tendencias Sociales de la Universidad Siglo 21, advierte que el abordaje de esta problemática debe ser multicausal y holístico. “El aumento del estrés y la disminución de los niveles de felicidad no responden a un único factor, sino a una combinación de variables sociales, económicas y personales. Solo una intervención integral podrá revertir esta tendencia”.

Por su parte, Leonardo Medrano, secretario general de academia y desarrollo de la misma universidad, subraya que el bienestar emocional no es un lujo, sino una necesidad urgente: “El burnout y la baja felicidad no solo afectan la vida personal, sino que tienen un impacto directo en la productividad económica y en la cohesión social. Se requiere un esfuerzo conjunto del sector público, privado, académico y de la sociedad civil para enfrentar este desafío”.

FIN DE AÑO A LA VUELTA DE LA ESQUINA

El final del año suele llegar con una carga emocional y física que pocos pueden evitar. Entre balances personales, compromisos laborales, celebraciones familiares y el peso de las expectativas sociales, esta época del calendario se convierte en una verdadera carrera contra el tiempo. La psicóloga Valeria Luz Panteón advierte, consultada por LaBrújula24, sobre los riesgos de no gestionar adecuadamente este período y ofrece herramientas valiosas para enfrentar el cierre de ciclo sin sucumbir al agotamiento

El fin de ciclo trae una carga simbólica que impacta en la psiquis de las personas

Según Panteón, el denominado “síndrome de fin de año” es una combinación de fatiga emocional, física y mental acumulada a lo largo de los meses previos. “La sociedad actual está expuesta a niveles de incertidumbre económica, social y laboral que predisponen a cuadros de ansiedad y depresión. A esto se suma la presión específica de diciembre: cumplir metas laborales, planificar las festividades, equilibrar el presupuesto y responder a expectativas ajenas”, explica la especialista.

El fin de un ciclo trae consigo una carga simbólica que impacta en la psiquis de las personas. Para muchos, representa una instancia de balance que no siempre arroja resultados satisfactorios. “Nos enfrentamos a preguntas difíciles: ¿Logré lo que esperaba este año? ¿Qué me falta por cumplir? Este diálogo interno puede derivar en frustración y sentimientos de insuficiencia”, señala Panteón.

Uno de los mayores desafíos es encontrar el equilibrio entre el disfrute y la autoexigencia. “Nos vemos atrapados en una vorágine de cenas, reuniones y listas interminables de tareas pendientes. Sin darnos cuenta, relegamos el descanso y el autocuidado. El resultado es un organismo saturado, una mente agotada y un espíritu irritable”, advierte.

La psicóloga propone una serie de estrategias para abordar esta etapa de manera más saludable. En primer lugar, sugiere la toma de conciencia: reconocer que el estrés de fin de año es real y que sus efectos pueden ser mitigados. Luego, enfatiza la importancia de gestionar el tiempo de manera eficiente, estableciendo límites claros y realistas. “No podemos decir que sí a todo ni cumplir con todas las expectativas externas. Aprender a priorizar es fundamental”, sostiene.

Asimismo, Panteón destaca el rol clave de la salud física y emocional. “Mantener una alimentación balanceada, hidratarse correctamente, descansar lo suficiente y realizar alguna actividad física son acciones básicas, pero muchas veces olvidadas. Además, debemos permitirnos sentir nuestras emociones sin juzgarlas ni reprimirlas”, afirma.

La especialista también advierte sobre la influencia de las redes sociales en esta época. “Nos comparamos constantemente con la versión editada y perfecta de la vida de los demás. Esto no hace más que aumentar nuestra sensación de insatisfacción. Es importante recordar que lo que vemos online no siempre refleja la realidad completa”, reflexiona.

Finalmente, Panteón deja un mensaje claro: “El fin de año no debe ser una carga, sino una oportunidad para cerrar etapas, aprender de lo vivido y proyectar el futuro desde un lugar más sereno. No estamos obligados a cumplir con cada expectativa externa ni a tener un cierre perfecto. A veces, simplemente basta con estar presentes, conectados con el momento y agradecidos por lo que hemos transitado”.