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Este emprendimiento familiar creado en 2015 por la chef Pamela Dolcet y su madre Claudia Battistelli ha dado pasos firmes hasta convertirse en lo que es hoy: una marca registrada con un producto único en la Ciudad. Cuentan con dos locales, en Gonnet y City Bell. Sus tentadores “gofres” con receta original belga son solo un botón de muestra de todo lo que ofrecen allí a diario
Cecilia Famá
vivirbien@eldia.com
Cocinera familiera, curiosa, creativa, detallista. Esa es la Pamela que todos conocemos, que está al frente de Belgian. La que estudió, viajó y probó las mil formas de hacer sus gofres hasta dar con la receta definitiva que conquista a todos los que se acercan a sus locales. Pero esta chef egresada del IAG es mucho más que eso. Es una psicóloga recibida en la UNLP. Es una hija que al ver a su madre que había perdido su empleo por el cierre de la empresa donde trabajaba, dijo: “vamos juntas; creo que es por acá”. Y vaya si era por ahí: hace nueve años que ambas emprendieron dentro del apasionante mundo de la gastronomía y pasito a paso fueron haciendo palpable cada deseo.
Belgian fue siempre una marca registrada y una atracción irresistible para todos los que querían comer algo rico, perfectamente preparado. Lo dice esta cronista, que fue testigo de las largas filas que formaban las personas para comprar un “wafle” en una feria gastronómica local. Ese fue solo el primer paso. La marca -y ellas- fueron creciendo de a poco, con un objetivo firme: hacer un producto único y darle el marco que se merece.
Fue así como a su fábrica de waffles sumaron otros productos: cafetería de especialidad, chocolate caliente belga, pastelería artesanal, opciones saladas. Hoy su local citibelense tiene desayunos, brunches, almuerzos y meriendas. Hay desde platitos calientes a ensaladas y wraps. Todo de productos con la filosofía Km0 y de excelente calidad.
¿Cuándo y cómo nació Belgian?
Todo comenzó el 21 de junio de 2015, en una pequeña feria gastronómica. En ese momento yo estaba trabajando en un programa de asesoramiento a emprendedores y quería hacer algo diferente; una propuesta gastronómica que no existiera en La Plata. Me acababa de recibir como profesional gastronómica y estaba por terminar la carrera de psicología, pero desde muy chica las ideas de emprender siempre estuvieron en mi cabeza, me divertía la idea de crear.
Soy una apasionada de la gastronomía y mi deseo de saber y de estudiar siempre me llevaron a leer, investigar. En ese entonces, no había ninguna propuesta similar en la ciudad, así que comencé a investigar el origen de los waffles y descubrí que tenían sus raíces en Bélgica, en el siglo XV, y no se llamaban waffles sino “gouffres”, en francés. Ese detalle me generó curiosidad, así que empecé a leer sobre los famosos gofres de Bruselas, los gofres de Liége…para mí fue como abrir una ventana a un mundo nuevo: comencé a investigar cafeterías en Bélgica, a traducir recetas en francés, a leer sobre su cultura. Descubrí también otro emblemático producto belga, como los famosos speculoos. Cada descubrimiento me fascinaba. Me sorprendió ver cómo este producto, tan diferente a lo que estábamos acostumbrados en Argentina, era totalmente singular.
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¿Cuál fue el puntapié inicial?
En ese momento, mi mamá había quedado desempleada, porque la empresa donde trabajaba había quebrado. Fue una época difícil para ella, verla desmotivada me preocupaba. Así que una tarde le propuse acompañarme a lanzarnos en este proyecto. Me miró sorprendida como diciendo: '¿Qué locura me estás diciendo?' Y así fue como a los pocos días ya estábamos metidas en esa locura de comprar la primera máquina y lanzarnos en nuestra primera feria gastronómica.
¿Cómo fueron dando cada paso hasta llegar hasta lo que es Belgian hoy?
En ese momento no contaba con la máquina belga, pero sí trataba de ser fiel a la receta original. Los primeros años fueron de constantes pruebas y ajustes. Encontrar la fórmula exacta fue un desafío, no fue nada fácil. Mi objetivo era poder viajar a Bélgica, traer la máquina original y reproducir los gofres exactamente iguales a los que vendían. Finalmente, un año después de empezar este proyecto, tuve la oportunidad de viajar sola a Bruselas, y esa experiencia me emocionó: visité las cafeterías que había investigado, hablé con los cocineros locales y me volví con muchos tips, secretos y técnicas. Además, me adentré en el universo de las maquinarias, en la calidad de los hierros, descubrí todos los detalles necesarios para capturar la esencia de los gofres belgas y traerla a La Plata.
Ese viaje no solo me permitió conocer en profundidad la receta, tanto la de Liége como la de Bruselas, sino que sentí que consolidó mi vínculo con la gastronomía belga.
Por otra parte, durante todo el 2015 fuimos armando con mi mamá y con ayuda también de mi hermano, nuestro stand en distintos eventos, y poco a poco, con mucho esfuerzo, fuimos creciendo.
Hasta llegar al local propio…
Sí; en 2016 inauguramos oficialmente los gofres de Bruselas con nuestra primera máquina belga en nuestro local de la República de los Niños. Recuerdo que nos dieron solo dos meses de tiempo para abrir el local, y aún no teníamos una propuesta de marca definida ni capital para invertir, así que me puse a investigar sobre el diseño belga, y allí descubrí la corriente artística del Art Nouveau, su inspiración en la naturaleza, en las formas orgánicas; su hermosa paleta de colores, siendo el verde su color principal, y ese diseño me fascinó, era diferente.
Es un proceso difícil ir materializando una visión en el tiempo; uno va recolectando ideas a lo largo de los años y encontrando de a poco un denominador común. Y ese denominador fue fusionar algo de esta corriente artística con el diseño contemporáneo. Pienso que una marca es como un hijo que va creciendo, y eso es lo lindo. Haber arrancado con tan poco y con tantas ideas hace valorar cada crecimiento, cada cosa que uno invierte. Cada compra para nosotras es un logro. Una taza, un utensilio, una máquina. Es un proceso continuo. Y ver cómo nuestra marca se ha ido transformando en el tiempo hasta lograr una personalidad propia es una de las cosas más gratificantes.
¿Cómo fue consolidándose la propuesta gastronómica hasta llegar a lo que es hoy?
Desde el local, poco a poco fuimos expandiendo nuestro menú con café de especialidad, pastelería artesanal, jugos naturales, almuerzos. Y finalmente, en el año 2024 decidimos dar ese salto en City Bell. Fue una gran apuesta; invertimos todo nuestro capital por este sueño. Con miedos, dudas. Creo que son sentimientos que nunca deja de sentir un emprendedor. El esfuerzo fue inmenso, pero nuestra pasión siempre fue crear una marca que reflejara nuestra dedicación a la experiencia gastronómica de calidad. Y en mi caso haber podido reunir en un solo espacio mis tres pasiones: la psicología desde lo humano, la gastronomía y el diseño.
¿Qué es lo que más piden en los locales?
Los productos más pedidos son los gofres de Bruselas; nuestro scon de queso elaborado con un tipo de queso Sardo estacionado, romero y sal rosada, y nuestro chocolate caliente Belgian, que está hecho con tres tipos de chocolates belgas.
Además, tenemos café de especialidad de Coffee Town, pastelería artesanal, y almuerzos elaborados con excelentes productos, algunos de ellos orgánicos. También trabajamos con chocolate belga importado de la marca Callebaut y ofrecemos opciones veganas, vegetarianas y saludables. Nuestro objetivo es crear un espacio donde cada detalle cuente y la calidad sea siempre la prioridad.
¿Cómo es trabajar en familia, madre e hija? ¿Cómo lo viven?
Trabajar en familia es todo un desafío, pero también es muy gratificante. Compartimos una pasión común, y eso nos une. Es hermoso ver cómo algo que comenzamos juntas ha crecido y evolucionado a lo largo de los años.
¿Cómo ves la gastronomía local en la actualidad?
Pienso que la gastronomía local ha evolucionado mucho en los últimos años. Si bien aún falta más diversidad y calidad en las propuestas, noto que el cliente hoy es mucho más exigente que años atrás. Hoy el cliente exige que la experiencia gastronómica sea completa: desde el ambiente, el mobiliario, el sonido, el diseño, el servicio, la propuesta de menú, la calidad. El cliente quiere ser estimulado desde todos los sentidos y creo que estamos en un momento muy interesante para poder ofrecer una propuesta con valor diferencial. Hoy sí existe un cliente dispuesto a valorar ese nivel de detalle y compromiso.
¿Qué no puede faltar nunca en tu heladera?
En mi heladera siempre tiene que haber un buen queso y un buen dulce. Y si es un queso Brie con miel mejor; soy fanática de los quesos.
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