Ansiedad extrema, raptos de ira, agresiones a médicos; la cara violenta de la crisis de la salud

Un nuevo episodio de violencia en un hospital sacudió en la semana a la comunidad del Hospital Rossi platense, cuando una paciente atacó con un matafuego la puerta de los consultorios de guardia, generando momentos de extrema tensión en el área de emergencias.

Según los testigos, la mujer, de 37 años, esperaba para realizarse una ecografía y habría reaccionado ante lo que consideró una demora excesiva en la atención. Su descontento se convirtió en un torbellino de furia, tomó lo más contundente que encontró y lo tiró contra los vidrios, provocando la rotura de una puerta y alarmando a los demás pacientes y personal médico.

El estruendo, los añicos y el riesgo que generó la situación provocaron pánico en la guardia del centro de salud de barrio Hipódromo. Intervino la Policía, que detuvo a la agresora en el lugar, aunque recuperó la libertad pocas horas después.

Lo del Rossi no fue un hecho aislado. La violencia es un fenómeno en aumento desde hace décadas, que baila al compás de las fragilidades del sistema: en algunos hospitales, conseguir turno con un especialista -para dentro de un mes, con suerte, o mucho más- es una odisea que implica enormes sacrificios y tiempo. Además, la actualidad económica y social impone su sello. En tiempos de “malaria”, la gente siente que el horno no está para bollos, y la mecha de todas las bombas se acorta.

FRECUENCIA QUE PREOCUPA

Un informe nacional reciente arrojó cifras alarmantes: en una encuesta realizada entre mil personas, el 31% afirmó haber presenciado episodios de agresión en centros de salud. Los datos coinciden con un estudio de la Federación Médica bonaerense (FEMEBA), difundido en diciembre pasado, que reveló que el 40% de los médicos sufrió violencia en el trabajo durante 2024. Entre las causas, la demora en la atención fue el principal detonante en el 40% de los casos, mientras que la mala comunicación con el paciente representó el 20%. La violencia verbal y manifestada a través de redes sociales es la más frecuente, pero la física alcanzó el 5%, un número que, puede parecer bajo pero tiene un fuerte impacto en el personal de salud.

El problema no solo afecta a los hospitales públicos. En el sector privado también se han registrado casos que obligaron a reforzar la seguridad. Según Néstor Porras, presidente de la Federación de Clínicas de la Provincia de Buenos Aires (FECLIBA), aunque en su red de prestadores no han recibido reportes recientes de agresiones de gravedad, el clima de irritabilidad social se percibe muy alto.

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“Tomamos conocimiento de esto del Hospital Rossi, donde una paciente tomó un matafuego y rompió algunos cristales y demás”, explicó: “Nosotros no tenemos, hoy por hoy, reportes de agresiones de es tipo, o que pasen de determinado límite, pero debo aclarar que estamos viviendo un clima de irritabilidad social muy, muy grande, y un hecho de estas características se puede dar en cualquier ámbito y lugar. De hecho, lo vemos a diario”.

Porras también remarcó que, en muchos casos, la agresión no proviene del paciente sino de su entorno: “El paciente, generalmente, es quien tiene más tolerancia. Pero la familia, los amigos, los allegados, a veces generan situaciones de discusión, sobre todo con la parte administrativa y, en algunos casos, con los profesionales médicos”.

ENTORNOS QUE COMPLICAN

Asimismo, el dirigente explicó que en los hospitales muchas veces los familiares exigen información inmediata sin respetar los tiempos de los médicos. “Todos quieren tener un informe de lo que tiene el paciente, y te imaginás que el profesional no puede estar todo el día en un sanatorio dando explicaciones a cinco, seis, siete, ocho personas a cualquier horario. Entonces, hay gente que interpreta que el médico no está, o que no quiere informar, y eso genera malestar”, señaló.

Titular del Distrito I del Colegio de Médicos de la Provincia de Buenos Aires, Jorge Mazzone advierte sobre la creciente violencia hospitalaria y la falta de medidas efectivas para prevenir estos episodios.

“Tenemos registros de hechos de violencia todos los días en distintos lugares. Sabemos que hay una comisión de violencia que trabaja a nivel ministerial, pero los episodios no dejan de repetirse. Claro que tomamos conocimiento del episodio en el Hospital Rossi, donde una paciente enojada por no acceder rápidamente a la asistencia tomó un elemento contundente y lo arrojó contra el lugar de atención de los médicos”, explicó.

Para Mazzone, el problema está ligado a la crisis del sistema de salud: “Lo que está sucediendo, y creo que en los próximos meses podría agravarse, es la alta demanda que existe en el sistema. Hay muchos pacientes, muchas familias que esperan atención, y el sistema no tiene la capacidad de responder con la rapidez que requieren. Esto genera frustración y, en algunos casos, violencia”.

El profesional, de vasta trayectoria, también hace hincapié en las condiciones laborales de los médicos, que a su juicio han empeorado en los últimos años. “Cada vez hay menos profesionales dispuestos a trabajar en las guardias o en el sistema de salud pública porque los sueldos son bajos, la paga es miserable, y encima tienen que enfrentar agresiones. Esto desalienta a muchos médicos a ejercer en hospitales o sanatorios”, afirmó.

En este contexto, muchas instituciones han optado por reforzar la seguridad con personal privado o incluso con efectivos policiales. “En algunos hospitales, especialmente en el conurbano, han tenido que contratar seguridad privada y en otros hasta la Policía de la Provincia para garantizar la tranquilidad dentro de los establecimientos. No se puede trabajar así”, lamentó Mazzone.

El especialista también apuntó contra la falta de legislación para proteger a los trabajadores de la salud: “Así como existe la figura de resistencia a la autoridad en el Código Penal, debería haber una pena específica para quienes agreden a médicos, enfermeros y todo el equipo sanitario. Al igual que los docentes, son servidores públicos que deben ser protegidos”.

La violencia es un fenómeno que baila al compás de las fragilidades del sistema de salud

Más allá del peligro físico, la violencia en hospitales tiene un impacto profundo en la salud mental de los trabajadores sanitarios. El estrés, la ansiedad y el síndrome de “burnout” son cada vez más frecuentes entre médicos y enfermeros que deben lidiar no solo con la alta demanda de pacientes, sino también con situaciones de violencia adentro y afuera de los complejos sanitarios.

En este sentido, semanas atrás, a raíz de una oleada de hechos de violencia perpetrados contra médicos en el ejercicio de su actividad, el Consejo Superior del Colegio de Médicos dirigió una nota al ministro de Seguridad de la Provincia de Buenos Aires para informarle sobre la “angustia que afronta el colectivo de profesionales al momento de trasladarse a sus lugares de trabajo, a raíz de padecer agresiones demenciales en ocasión de robos, que culminan con lesiones gravísimas o incluso seguidas de la muerte de nuestros colegas”, detalla el documento.

BAJO RIESGO, ALTA DEMANDA

La desesperación de los pacientes por entrar en contacto con los médicos sin tener que esperar los prolongados tiempos de los turnos programados los empuja a recurrir una y otra vez a las guardias. Y de acuerdo con un reciente relevamiento realizado en 28 instituciones privadas de salud en el país, el 84,5% de las consultas en esos espacios corresponden a casos de bajo riesgo que podrían resolverse en otro nivel de atención, sin necesidad de acudir a emergencias.

El estudio, llevado a cabo por la Comisión de Directores Médicos de Adecra+Cedim, analizó más de un millón de consultas realizadas el año pasado; los guarismos muestran que apenas el 2,6% de los casos presentaban un riesgo alto y requerían atención inmediata, mientras que un 12,9% fueron clasificados como de “riesgo medio”.

Sin embargo, la mayoría de los pacientes recurren a las guardias por motivos no urgentes, lo que genera largas esperas y sobrecarga al sistema. Según el informe, la alta demanda se debe a múltiples factores: facilidad de acceso, rapidez en la obtención de estudios y la mencionada falta de respuestas de corto plazo en consultorios externos o en el primer nivel de atención.

La congestión de las guardias impacta tanto en los pacientes como en el personal de salud. Uno de cada cuatro pacientes debe esperar más de dos horas en los horarios de mayor demanda (entre las 14 y las 22), mientras que en la franja de menor concurrencia (de 6 a 11) la espera promedio se reduce a media hora. Entre las principales consecuencias del colapso, se destacan la demora en los tratamientos, el abandono de la consulta antes de ser atendidos y el incremento de la violencia en los centros de salud. Para los médicos, la sobrecarga también genera desgaste profesional y dificultades para sostener equipos especializados en emergencias.

El estudio advierte que el problema no es exclusivo del sector privado, sino que afecta a todo el sistema de salud. “La guardia se convirtió en la primera y única fuente de consulta, lo que desvirtúa el triage”, explicó Gerardo Bozovich, director médico del Instituto Argentino de Diagnóstico y Tratamiento (IADT).

“Cada vez hay menos profesionales dispuestos a trabajar en las guardias”

Roberto Martínez, director del Hospital Italiano de La Plata y uno de los autores del informe, describe el uso de las guardias hasta por licencias laborales, certificados médicos para la escuela o recetas, lo que se podría resolver con medidas legislativas y ejecutivas, según corresponda, para reorganizar los requisitos exigidos por la medicina laboral y escolar; también, que se pueda prescribir por la droga, la dosis y el tiempo de tratamiento, en lugar del tamaño de la caja.

“Los problemas son los mismos en el sector privado que en el público. Son estructurales del sistema, no por una contingencia como el Covid, el brote de dengue o las infecciones respiratorias del invierno” sostiene Martínez: “Lo que manifiestan las guardias es el efecto de la crisis del sistema en general y de los equipos de salud. Este estudio refleja, con cifras, lo que sabíamos y proponemos medidas para mitigarlo en el corto y mediano plazo”.