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La Ciudad |IMPRESIONES - Ocurrencias

Comisario falsificado

Comisario falsificado

Alejandro Castañeda
Alejandro Castañeda

18 de Mayo de 2025 | 05:29
Edición impresa

 

Volvió a escena el excomisario Luis Raúl Ponce, protagonista de una misteriosa y sinuosa trama con sorprendentes derivaciones. Se trata de un condenado a cadena perpetua que ahora presentó un pedido formal de domiciliaria ante el Tribunal Oral en lo Criminal II de La Plata. Su historia es fantástica: en 1990 la justicia probó que fue Ponce quien ordenó la detención del albañil Andrés Núñez (30) en la noche del 27 de septiembre de 1990, a quien encontraron muerto e incinerado en un campo de General Belgrano. Tras esa revelación, Ponce huyó. Pero, 22 años después, en 2012, se supo que estaba en Junín de los Andes como “un hombre tranquilo, de entrecasa, padre de familia y esposo dedicado”. En su huida había perdido el Ponce para empezar a ser Raúl Alberto Peralta. Por eso la sorpresa fue grande cuando los amigos y conocidos se enteraron de que había sido detenido por la PSA cerca de Bariloche, después de un tiroteo. Sus captores dijeron que su nombre verdadero era César Heriberto Peralta y que se trataba de un ex policía santafesino buscado por delitos de lesa humanidad. Pero tampoco era cierto. Entre peraltas se iba escabullendo la biografía criminal de Ponce. El asombro fue mayúsculo cuando supieron que su verdadera identidad era Luis Raúl Ponce, un ex comisario bonaerense prófugo por el crimen de Núñez. Un ex poli sin querer acabó desmoronando la artimaña falaz de un excomisario tan buscado.

En 2017, a Ponce lo trajeron esposado para La Plata, donde fue condenado a la pena de reclusión perpetua por el asesinato de Núñez. Estuvo preso hasta ahora, “porque el jueves pasado, dice la crónica, su compañera Mirna Gómez junto a familiares y amigos estuvieron en la sede en calle 8 entre 56 y 57, para participar de una audiencia y repudiar el pedido de domiciliaria. También estuvo Nelba Graciela Segovia, la pareja de Ponce, quien se constituyó en garante para alojarlo en su domicilio del barrio Altos de San Lorenzo”. El misterio sigue: ¿Mirna es su compañera y Nelba su pareja? O la crónica falla o Ponce, aun en calabozo, sigue honrando su doble vida. “El caso, por su relevancia –agregan- histórica y simbólica, es seguido de cerca por organizaciones de derechos humanos, referentes políticos y distintos actores del ámbito judicial”.

Querer ser otro es un desafío y un riesgo. Fatalmente uno deberá hacerse cargo del destino del usurpado, de sus ventajas y de sus fantasmas. En el fondo esta es la historia de un hombre que huyendo de su maligna existencia acabó eligiendo otra que era aún peor. En el sur, archivó su “Luis”, su “Ponce” y sus afectos. Y cayó por haber adoptado el nombre de un poli prófugo, colega de armas y fechorías.

Lo que no pudieron las pesquisas, lo facilitó involuntariamente él mismo. Había huido hacia los Andes para asumir otra identidad y otro porvenir. Veintidós años como Peralta lo habían acomodado a una nueva vida. Falsificó documentos y pasado y dejó que las montañas inmensas taparan su conciencia. Pero, al final, fue su treta la que lo terminó atrapando. Jamás imaginó el comisario Ponce que por culpa de un criminal santafesino volvería a la cárcel. Porque no cayó por arrepentimiento ni por delación. El azar lo descubrió y de carambola se hizo justicia. El karma de condenado parece no darle tregua a este criminal multiplicado que aun eligiendo nueva identidad seguía siendo culpable de canalladas ajenas. Al final el pasado ajustó cuentas y metió al falso Peralta de Junín de los Andes en un calabozo verdadero.

 

La justicia por fin pudo alcanzar una verdad que se fue armando con trozos de mentiras

 

Se había escapado por lo que había hecho y cayó por lo que nunca hizo. Su maniobra engañó a muchos: primero, a la policía y la justicia; después a los nuevos amigos que se anoticiaron que ése no era el que era; y en tercer lugar a la estirpe de los Peralta, mancillada por el asesino que se hizo pasar por uno de ellos. Suena a cuento borgeano esta insólita mezcla de identidad y azar desafiando una huidiza realidad. Como lo buscaban, eligió otro nombre, ignorando que esa nueva identidad era más buscada todavía. La justicia por fin pudo alcanzar una verdad que se fue armando con trozos de mentiras.

El francés Louis Pauwels tenía una impecable frase para bautizar estos casos: “casualidades exageradas”.

 

 

 

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