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La familia emocional: perros y gatos en vez de hijos

La disminución de la natalidad está relacionada con el aumento en la tenencia de mascotas, lo que refleja un cambio en las estructuras parentales y, también, en las prioridades personales

La familia emocional: perros y gatos en vez de hijos

Perros y gatos ya forman parte de las familias contemporáneas / Freepik

25 de Mayo de 2025 | 06:30
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En la última década, en el país se reconfiguró, de manera silenciosa pero contundente, la idea de familia. Si antes la postal doméstica estaba compuesta por una pareja y uno o dos hijos, hoy el escenario se ha diversificado. Los datos son elocuentes: mientras la tasa de natalidad viene en picada desde hace al menos diez años, crece sin freno la cantidad de perros y gatos que habitan departamentos, casas y hasta monoambientes. Para muchos, las mascotas ya no son solo compañía: son, literalmente, parte de la familia, e incluso un reemplazo emocional y estructural de los hijos humanos.

“Estamos asistiendo a un cambio de paradigma en las aspiraciones personales y en la forma de construir vínculos”, explican. La vida adulta ya no parece estar atada de forma automática a la maternidad o paternidad biológica. Hoy pesa más el deseo de libertad, la búsqueda de estabilidad emocional y el rechazo a las exigencias que impone la crianza en contextos cada vez más precarizados.

En paralelo, se consolidó una verdadera revolución animal: más del 80% de los hogares argentinos tiene al menos una mascota. Perros y gatos son los reyes indiscutidos del afecto, con una notable tendencia urbana a preferir felinos en departamentos y canes en casas con patio… aunque cada vez más perros también habitan el cemento vertical de las ciudades. Los veterinarios advierten que el crecimiento del número de animales domésticos ha sido exponencial y señalan que muchas personas se vinculan con ellos como si fueran hijos. De hecho, en una encuesta reciente, el 75% de los tutores argentinos aseguró considerar a su perro o gato como parte central de su núcleo afectivo, incluso al nivel de un hijo.

Crece la adopción de mascotas en la Ciudad / Freepik

Los psicólogos subrayan que esta transformación responde a necesidades emocionales profundas. En un mundo donde los vínculos humanos se viven con mayor ambivalencia, las mascotas ofrecen una forma de amor incondicional que no exige tanto y devuelve mucho. “Hay algo del control, de la previsibilidad y de la estabilidad emocional que se encuentra en la relación con un animal y que a veces se vuelve demasiado costoso encontrar en los vínculos humanos”, indican. También observan que las generaciones más jóvenes, menos dispuestas a construir proyectos tradicionales o a tolerar frustraciones, eligen vínculos que puedan dosificarse y gestionarse con mayor autonomía.

Desde el coaching ontológico explican que muchas personas descubren en la adopción de un animal una forma de propósito, de conexión y de sentido. “Es un espejo emocional que les permite desarrollar aspectos como el cuidado, la empatía y la presencia, sin entrar en los dilemas existenciales que puede presentar la crianza de un niño”. En ese sentido, las mascotas no solo son una compañía, sino también una forma de realización personal que ocupa el espacio simbólico de la paternidad o maternidad no elegida.

La densidad poblacional animal también se ha modificado. En barrios céntricos de alta verticalidad, la presencia de gatos es dominante. Su autonomía, su escasa necesidad de espacio y su capacidad para estar solos largas horas los vuelve ideales para el ritmo urbano. Pero los perros también se adaptaron: ya no hace falta tener un patio para tener un can. Muchos departamentos tienen ahora alfombras llenas de pelos y balcones convertidos en miniparques para animales con nombres humanos, ropa de abrigo y perfiles en redes sociales.

 

Muchos departamentos tienen alfombras llenas de pelos y balcones petfriendly

 

Los terapeutas, por su parte, apuntan que esta tendencia no puede analizarse sin considerar la crisis de la parentalidad contemporánea. “Criar hijos implica una inversión emocional, económica y temporal que muchas personas ya no están dispuestas o no pueden asumir. En cambio, las mascotas permiten experimentar un vínculo de cuidado más inmediato, menos demandante y más recompensado”, explican. En muchos casos, se trata también de una elección consciente de evitar transmitir sufrimientos heredados o reproducir modelos familiares que ya no convencen.

Desde la sociología, se plantea que esta nueva configuración familiar también responde a una cuestión de reconocimiento. Ser madre o padre ya no es la única vía socialmente válida para sentirse realizado. Hoy, tener una mascota, criarla con amor, invertir en su bienestar y en su salud, y hasta diseñar vacaciones en función de su presencia, constituye también una narrativa de vida válida, legítima, incluso admirada.

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