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Una jueza sin freno de mano

Una jueza sin freno de mano

Alejandro Castañeda
Alejandro Castañeda

5 de Junio de 2025 | 02:49
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Otra vez la jueza se olvidó de poner el freno de mano. El martes, ante un móvil de América, mientras rogaba para que nadie la grabe al llegar a su casa, se olvidó de poner el freno de mano al descender del auto. Y le pasó como en el tribunal: por la propia inercia de su descuidado comportamiento, termina chocando. Es que la maratón de imágenes y palabras que se abalanzaron en estos días sobre ella, le va dejando poco margen para poder estacionar, sin roces, su auto y su vida. Fue el movilero quien subió al rodado y accionó el freno, algo que ella, paralizada, no podía hacer. Ayer, al volver al lugar del hecho, el movilero advirtió que el rodado de un vecino de la jueza tenía un abollón nuevito. ¿Qué había pasado? Una Julieta sin freno le acabó contagiando su desenfreno a un auto que, para no desentonar con la dueña, parecía andar suelto, huyendo de las cámaras y chocando. Gracias a las imágenes que tomó la cámara del América, el vecino damnificado pudo saber qué vehículo había dañado al suyo. Y agregó, resignado, que otra vez había sucedido lo mismo. Reincidente y chocadora, todo invita a pensar que hay que andar por la vida con el freno de mano siempre listo. Como todos los caminos son accidentados, al final los objetos se mimetizan de tal forma con su amo que la mala racha los alcanza de pleno. En días sombríos, las llaves se esconden, el celu se cae, la luz se corta. “Las cosas de vivir” -feliz expresión Horacio Ferrer- se contagian fatalmente de pesares humanos. Makintach otra vez dejó una puerta abierta. Toda una confesión. Ya tiene abollado su título, su trayectoria, sus proyectos y todas sus orillas. El nuevo raspón sólo vale como alegoría incuestionable de una jueza que fue obligada a dejar todo en suspenso, sin atenuantes y sin freno. Esa tarde, Julieta no podía detener nada, ni la cámara ni su vehículo ni su pena. Por eso exclamó “estoy colapsada”, una tensa rogativa cargada de culpa y desahogo. Como dijo Celine, “cuesta deshacerse de uno mismo cuando estás en una guerra”.

 

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