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La inteligencia artificial desplaza a los humanos: de pedirle que haga un trabajo a la chance de perder el empleo

Su uso responsable puede aumentar la productividad, pero convertirla en un reemplazo de todas las tareas, en vez de un complemento, puede provocar un empobrecimiento profesional difícil de revertir

La inteligencia artificial desplaza a los humanos: de pedirle que haga un trabajo a la chance de perder el empleo

El trabajo humano en articulación con la IA debe ser equilibrado / Freepik

20 de Julio de 2025 | 03:51
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En un escenario cada vez más marcado por la automatización, donde herramientas como los asistentes virtuales y los modelos de lenguaje generativo ocupan un lugar central en la cotidianeidad laboral, surge una nueva preocupación entre especialistas en tecnología, ética profesional y salud mental: ¿qué pasa cuando una persona decide delegar todo su trabajo en una inteligencia artificial? ¿Cuáles son los límites de esta tendencia que, bajo la apariencia de eficiencia, puede derivar en problemas de fondo más complejos de lo que parecen?

La pregunta ya no es futurista. Hoy, muchos trabajadores, especialmente en áreas creativas, administrativas o de servicios, optan por dejar en manos de un chatbot desde la redacción de mails hasta la toma de decisiones estratégicas. Algunos lo ven como una revolución productiva; otros, como el inicio de una peligrosa dependencia.

Uno de los principales riesgos que señalan los especialistas es la pérdida progresiva del criterio humano. Cuando alguien deja de pensar, analizar o evaluar por sí mismo para simplemente copiar y pegar lo que sugiere una IA, se interrumpe el proceso de razonamiento crítico. “Es como dejar de usar una parte del cerebro. El músculo se atrofia por falta de uso”, advierte la neurocientífica Cecilia Turati, docente de la Universidad Nacional de Córdoba. La consecuencia no es menor: decisiones mal tomadas, contenido carente de contexto o, incluso, la imposibilidad de detectar errores conceptuales graves.

El fenómeno de las “alucinaciones” en los modelos de lenguaje es un ejemplo contundente. La IA puede generar respuestas verosímiles pero completamente falsas. No se trata de malicia ni de desinformación deliberada, sino de una limitación estructural: los sistemas no entienden lo que dicen. Simplemente combinan patrones con base en lo que aprendieron. Si el usuario no revisa ni valida, el margen de error se expande peligrosamente.

A esto se suma la falta de contexto. La IA no está en la oficina, no conoce a los interlocutores, no entiende las sutilezas culturales o emocionales de un entorno determinado. Puede recomendar una estrategia de comunicación para una crisis empresarial o proponer una solución técnica a un conflicto, pero lo hará sin saber quién está del otro lado, cuáles son los intereses en juego ni qué tensiones hay en la dinámica interna. Esa falta de perspectiva puede conducir a errores costosos.

La privacidad y la seguridad de los datos también están en la mira. Aunque las plataformas insisten en que no almacenan ni reutilizan las conversaciones, lo cierto es que mucha gente comparte información sensible o confidencial con herramientas que no controlan. Desde contraseñas hasta documentos legales o decisiones de negocios, todo circula por sistemas de los que el usuario común sabe poco y nada. “Es una forma de tercerizar no solo el trabajo, sino la responsabilidad de proteger datos clave”, afirman especialistas en ciberseguridad.

Pero hay un riesgo aún menos visible, que avanza de manera silenciosa: el de la reducción de la creatividad y la pérdida del valor diferencial. En un mercado laboral cada vez más competitivo, lo que distingue a una persona es su mirada, su forma de encarar un problema, su capacidad de aportar una solución inesperada. Si todos recurren a las mismas herramientas automatizadas, el resultado tiende a uniformarse. Lo original desaparece. Y con ello, también la relevancia de quien delega todo.

El impacto sobre la empleabilidad es directo. Al no ejercitar habilidades propias ni asumir desafíos complejos, la persona se vuelve menos indispensable. En lugar de ganar tiempo, puede estar cediendo terreno. “Nos estamos entrenando para ser prescindibles sin darnos cuenta”, sentencia sin rodeos la consultora en recursos humanos Paula Martí. En entornos corporativos donde las empresas buscan optimizar recursos, no es descabellado pensar que si un empleado puede ser reemplazado por una herramienta que hace lo mismo que él, pero más rápido y sin costo fijo, entonces ese puesto ya no será necesario. Y lo que empezó como una manera de ser más eficiente termina siendo el pasaporte a un despido.

Esto no significa que el uso de IA conduzca automáticamente a una pérdida de empleo, pero sí abre una ventana de vulnerabilidad para aquellos trabajadores que no aportan un diferencial humano o estratégico. Paradójicamente, al delegar todo en una herramienta que puede ser utilizada por cualquiera, se anula el valor único de esa persona dentro de un equipo o proyecto. En muchos casos, ya se observa cómo tareas que antes requerían horas de trabajo profesional ahora se resuelven en segundos, con resultados aceptables. Y cuando lo aceptable alcanza, el humano que hacía ese trabajo empieza a sobrar.

En paralelo, esta delegación total erosiona el juicio ético. ¿Quién se hace cargo cuando una decisión tomada por una IA afecta a un tercero? ¿Quién responde si una herramienta sugiere algo discriminatorio, riesgoso o poco profesional? Aun cuando la orden haya sido dada por una máquina, la responsabilidad sigue siendo humana. Delegar no implica desligarse de las consecuencias.

Por último, hay consecuencias subjetivas. El aislamiento social, la reducción de los intercambios con colegas y el reemplazo del diálogo humano por una interfaz algorítmica pueden tener efectos emocionales serios. Al no contrastar ideas ni compartir el proceso creativo, muchos trabajadores reportan una creciente sensación de desconexión y monotonía. Y si la herramienta falla o no está disponible, aparece la ansiedad: no por el trabajo que hay que hacer, sino por la incapacidad de hacerlo sin ayuda.

 

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El trabajo humano en articulación con la IA debe ser equilibrado / Freepik

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