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Ignacio Ortega
Mientras la tensión entre Rusia y Ucrania va en aumento, el enclave moldavo de Transnistria acoge más de 20.000 toneladas de armamento almacenadas por el Ejército soviético desde el fin de la Guerra Fría, un auténtico polvorín a pocos kilómetros de la frontera ucraniana.
“Cuando Moldavia abandonó la URSS en 1991, nosotros nos quedamos. Eso nos dio legitimidad para buscar después la autodeterminación”, aseguró Vitali Ignátiev, ministro de Exteriores de Transnistria, cuya independencia no ha sido reconocida por la ONU.
Transnistria, que está separada de Moldavia por el río Dniéster y por una fuerza de pacificación rusa debido a la guerra que estalló en 1992, comparte más de 400 kilómetros con Ucrania.
El arsenal fue construido para el 14 Ejército soviético, pero se reconvirtió al final de la Guerra Fría en depósito del armamento y las municiones de las tropas soviéticas que abandonaron deprisa y corriendo Alemania Oriental, Checoslovaquia, Hungría y Polonia.
Ahora, un contingente militar se encarga de su protección y especialistas rusos garantizan su seguridad en la pequeña localidad de Kolbasna, donde la prensa no es bienvenida. “Las heredamos de la URSS. Son municiones y armamento de diferentes tipos. Ahora todo es propiedad del Ministerio de Defensa ruso”, explicó Ignátiev.
Unas 20.000 toneladas fueron destruidas o retiradas entre 2000 y 2004, pero entonces las autoridades transnistrias suspendieron el proceso tras el empeoramiento de las relaciones con Chisinau.
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La presidenta moldava, Maia Sandu, volvió a levantar el tema en septiembre al demandar ante la Asamblea General de la ONU la retirada tanto de las tropas como del armamento ruso, que consideró “muy peligroso” para “la seguridad y la ecología de la región”.
Según la Academia de Ciencias de Moldavia, en caso de explosión su potencia sería equivalente a la bomba atómica que explotó en Hiroshima.
La propia portavoz de Exteriores rusa, María Zajárova, admitió que unas 11.000 toneladas corresponden a armamento obsoleto.
“No es peligroso. Yo mismo estuve ahí. Están almacenadas en las mismas condiciones desde tiempos soviéticos. El lugar está seco y hermético. El complejo se encuentra a gran profundidad”, replica Ignátiev.
El ministro de Defensa ruso, Serguéi Shoigu, se mostró dispuesto a reanudar la destrucción del armamento en agosto de 2019 al reunirse con el entonces presidente moldavo, el prorruso Ígor Dodon, pero todo se paró con la llegada al poder de la europeísta Sandu hace un año.
Moldavia considera una amenaza la presencia de dicho arsenal, que, según la prensa local, es también fuente de contrabando de armas para ejércitos y grupos terroristas de todo el mundo, incluidas las milicias prorrusas del Donbás.
En cambio, Ignátiev advierte que “lo peligroso” es intentar sacarlas de ahí sin respetar la opinión de los especialistas rusos.
“¿Cómo se pueden retirar con las manos 20.000 toneladas de municiones? ¿Cómo es eso posible? Hay que elaborar un mecanismo de liquidación. No se pueden sacar así como así, pueden explotar de camino a Moldavia o Ucrania”, advierte.
El presidente de Transnistria, Vadim Krasnoselski, que se presentará a la reelección el 12 de diciembre, apoya la destrucción del armamento, pero se opone a su traslado.
“Es un asunto interno de Transnistria y Rusia. Las municiones deben ser analizadas por especialistas rusos y después ya decidir cómo destruirlas. Se hará en el mismo lugar o será necesario construir una planta”, dijo recientemente.
Para cruzar de Moldavia a Transnistria hay que cruzar una triple frontera. Los guardias fronterizos moldavos únicamente revisan los coches que vienen de Transnistria en busca de contrabando.
El siguiente paso es la zona de seguridad que separa ambos territorios y que está vigilada por fuerzas de pacificación rusas que rotan cada seis meses.
Sólo hay que detenerse en el puesto de control transnistrio, donde militares moldavos comprueban el motivo de la entrada en la militarizada franja de tierra, que tiene la mitad de superficie que la isla de Chipre.
Sandu demanda que las tropas rusas sean sustituidas por un grupo de observadores civiles de la Organización para la Seguridad y Cooperación en Europa (OSCE), algo que Moscú considera una irresponsabilidad.
“Hace mucho tiempo que ya no hay peligro de un enfrentamiento militar”, dijo la presidenta.
La Asamblea General en julio de 2018 llamó a Rusia a retirar sus tropas de Transnistria.
En cambio, las autoridades transnistrias mantienen que, digan lo que digan en Chisinau, las tropas rusas no representan “ninguna amenaza militar”.
“Sí, son soldados rusos. Sí, son parte del Ejército ruso. Pero es algo que hay que entender y aceptar”, dijo Ignátiev, quien considera que dicho contingente es garantía de seguridad, ya que “mientras el conflicto no esté solventado (...) la amenaza de un conflicto militar siempre existirá por defecto”. (EFE)
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