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La reconstrucción del PJ, la búsqueda de un liderazgo, Cristina, Alberto y la teoría del Frankenstein

La reconstrucción del PJ, la búsqueda de un liderazgo, Cristina, Alberto y la teoría del Frankenstein

Cristina KIRCHNER Y ALBERTO FERNÁNDEZ / WEB

Mariano Pérez de Eulate

Mariano Pérez de Eulate
mpeulate@eldia.com

7 de Enero de 2024 | 01:22
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Todavía noqueado por la derrota frente a Javier Milei, el peronismo se ve obligado a una reconstrucción para la que todavía no asoma ningún líder.

Sergio Massa, el candidato presidencial derrotado, viene manteniendo un silencio estudiado. Mantuvo una reunión con la CGT, sus ex socios en la frustrada carrera a la Casa Rosada, en la que hubo cierta catarsis. Pero no mucho más. Se sabe: el PJ es cruel con el derrotado.

Y para el ecosistema peronista, que el verdugo haya sido una figura novata y sin peso político territorial como Milei es un dato aún más desconcertante, hiriente. Para colmo, los dirigentes justicialistas saben que son responsables de buena parte de la entronización final del libertario porque le dieron una mano -sobre todo en las Primarias Abiertas- para restarle chances a la alianza Juntos por el Cambio, a la que veían como la verdadera amenaza.

Es la teoría del Frankenstein, otra de las cuestiones por las que el justicialismo debería hacer autocrítica.

El titular formal del PJ nacional es el ex presidente Alberto Fernández. No hay ninguna chance de que se erija como jefe de la oposición. Suena duro, pero básicamente eso es porque casi ningún peronista lo ve como un líder. Hoy Alberto es una mancha venenosa para el peronismo: intramuros, muchos lo sindican como responsable de la derrota del año pasado aunque, en rigor, la misma fue multicausal y el kirchnerismo duro, una de las tribus internas, tuvo mucho que ver con ella.

EL mutismo de Cristina

Cristina Kirchner también viene guardando notable mutismo, aún cuando las medidas iniciales tomadas por Milei (decretazo constitucionalmente cuestionable, Ley Ómnibus, desregulaciones varias, etc.) deberían ser material preciado para su discurso histórico pro-estatista, distributivo y casi anti mercado. En rigor, la ex Vice había avisado que ella ya no estaba para liderar ninguna nueva era. El problema es que, para usar sus palabras, hasta ahora ningún dirigente del pero-kirchnerismo ha resuelto tomar el “bastón de mariscal”.

Ligado a Cristina, quien se animó a insinuar la necesidad de una suerte de nuevo comienzo fue el gobernador de La Rioja, Ricardo Quintela. El mismo que había prometido que, si Milei ganaba la presidencia, renunciaba a su cargo. Por supuesto nunca la cumplió. Pero habló de dos cosas interesantes de destacar. Una: que Alberto debería renunciar a su título formal de presidente del peronismo. Dos: que se dicte una suerte de gran amnistía para que todos aquellos justicialistas que se fueron a otras expresiones filo peronistas regresen al redil original. Sin rencores.

“Alberto es el presidente del partido pero no está ejerciendo ese rol, no está en el país; no creo que se ofenda si conformamos una mesa que conduzca”, dijo Quintela en un reportaje. Agregó que el ex mandatario está dispuesto a “dejar de lado” el cargo. “Ya que está construyendo un nuevo proyecto de vida, radicado y trabajando en España, sería importante que podamos darnos nuestra organización para que el pueblo pueda sentir que el peronismo se está reorganizando y elaborando propuestas”, explicó.

Fue diplomático. Otros actores directamente piden la renuncia de Fernández por “perder” las elecciones nacionales. La mayoría lo hace intramuros. Quien lo dijo con todas las letras fue uno de los caciques peronistas del Conurbano, el intendente de Esteban Echeverría Fernando Grey. No sólo pidió públicamente la renuncia de Alberto al partido sino también la de Máximo Kirchner al PJ bonaerense.

Esto último no sorprendió porque Grey, reelecto holgadamente en su distrito, es una suerte de enemigo interno de Kirchner desde 2021, cuando impugnó en la Justicia la resolución partidaria que entronizó al hijo de Cristina en la estructura provincial. La causa hoy está en manos de la Corte Suprema de Justicia de la Nación.

Alberto, teóricamente, tiene mandato en el PJ hasta abril de 2025. Asumió con la Argentina recién saliendo de la pandemia y cierta popularidad. Su sistemática pérdida de poder, el rol esmerilador del kirchnerismo duro, la derrota en los comicios legislativos de 2021 y la caída en las últimas elecciones hicieron de su intento de liderazgo sólo un fleco. Agravado por la decisión de bajarse de la reelección a la que podía aspirar constitucionalmente y por la irrupción fulminante de Massa como el verdadero hombre fuerte del Gobierno, allá por agosto de 2022.

El rol del peronismo

Pero más allá de los nombres, el peronismo debería preguntarse qué rol jugará en esta etapa opositora. El PJ es un partido de poder y está claro que intentará la recuperación del mismo cuanto antes.

Los dirigentes con algún grado de autocrítica barruntan que, luego del mensaje en las urnas en el pasado balotaje, ya no pueden ofrecerle lo mismo de siempre a la sociedad. Es por eso que se está gestando una cierta movida, todavía muy embrionaria, para resistir algún eventual nuevo intento de hegemonismo interno del cristi-kirchnerismo, que se ha replegado sobre todo en la Provincia de Buenos Aires.

Eso se traduciría en que pocos jefes territoriales avalarán sin chistar la idea de que Axel Kicillof sea un “primus inter pares”, como propone el “bonaerensismo” justicialista. El peronismo del interior lo resiste, aunque por ahora no se dirá en público porque es prioritario fortalecerse como bloque frente al ajuste de Milei. El PJ cuenta con ocho gobernadores.

Conviene volver a la duda sobre cómo se parará el PJ frente a la novedad Milei. Descartando que en algún momento se va a tener que generar el paso al costado de Alberto del rol que casi nadie le reconoce, el politólogo y analista Gustavo Marangoni subraya una lectura interesante: el tipo de actitud que pondrán en la lógica de la presidencia del PJ.

“Eso les va a llevar un tiempo para calibrarlo. Si avalar una figura, digamos, contemplativa o a un combatido. Creo que van a pesar por un lado cómo transitan Milei y la política estos meses iniciales de gestión y, por el otro, si el peronismo percibe que el gobierno nacional persiste en la intransigencia inicial. En este último caso es probable que sus dirigentes bendigan a alguien más áspero como para emparejar la cosa”, explica Marangoni a este diario.

 

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