

Miguelo en el viejo portón de 57 y 1 cuando volvió al Estadio en 2011. Una leyenda pincha
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Como jugador fue parte del bicampeonato Pincha en 1982/83. No defendió otra camiseta. Fue entrenador en dos ciclos (1994/95 y 2011). Sus restos serán velados hoy en la Bombonera, donde fue ídolo, como en Rosario Central
Miguelo en el viejo portón de 57 y 1 cuando volvió al Estadio en 2011. Una leyenda pincha
El fútbol argentino, especialmente Boca (era el actual entrenador) y Estudiantes, club donde desarrolló toda su carrera como futbolista, lloran el fallecimiento de Miguel Ángel Russo, ocurrido ayer a los 69 años y después de luchar con una penosa enfermedad.
Miguelo había sida internado en los últimos días en su domicilio particular luego de un fuerte cuadro de debilidad con pronóstico reservado. Hasta último momento estuvo acompañado de sus seres queridos.
Miguelo estuvo siempre asociado sentimentalmente con el Pincha, ya que además de haber vestido la camiseta albirroja (el único club en toda su carrera profesional) durante trece temporadas, también tuvo dos etapas como entrenador.
El fallecimiento de un hijo pródigo de Estudiantes deja un enorme legado no solo en el club que lo vio nacer, sino también en el fútbol argentino y sudamericano, ya que a lo largo de su trayectoria como técnico, tuvo grandes pasos por Vélez, Lanús, Boca, Rosario Central y Millonarios de Colombia, entre otros.
Para Estudiantes, el nombre de Miguel Ángel Russo representa algo importante dentro de la historia de la institución. Porque su figura lo resalta como un símbolo, un futbolista fiel, referente de una época gloriosa y entrenador en diferentes ciclos. Su vida futbolística estuvo siempre ligada con la camiseta de Estudiantes, esa que se calzó durante trece años.
Nacido en Lanús el 9 de abril de 1956, Russo debutó en la Primera de Estudiantes en 1975 y, desde entonces, no se movió más del club. Fue un mediocampista central recio, de gran inteligencia táctica, despliegue y orden, características que lo convirtieron en uno de los hombres de confianza de Carlos Salvador Bilardo, técnico del equipo campeón del Metropolitano 1982. Aquel título, recordado por su solidez y disciplina, marcó a fuego su carrera. Un año después, bajo la conducción de Eduardo Luján Manera, levantó también el Nacional 1983, consolidando un ciclo exitoso en la historia moderna del club.
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Con la camiseta pincha disputó 420 partidos oficiales y convirtió 11 goles, hasta su retiro en 1988. Lo suyo no tuvo grises: Russo fue jugador de un solo club, algo cada vez menos frecuente en el fútbol argentino. El paso del tiempo lo llevó del césped al banco de suplentes, donde también dejó su huella. Su primera etapa como entrenador de Estudiantes llegó en 1994, en medio de una situación complicada con la permanencia en juego. Más tarde regresó en 2011 para reemplazar a Eduardo Berizzo, pero el ciclo fue corto. Si bien los resultados no siempre acompañaron, Russo mantuvo su sello: equipos ordenados, solidarios y con fuerte compromiso colectivo, el mismo espíritu que él absorbió como futbolista bajo la conducción de Bilardo.
La figura de Russo trasciende los números. En Estudiantes será respetado por siempre por su coherencia, por su humildad y por ese sentido de pertenencia que lo transformó en un hijo del club. El hincha lo reconocerá como parte de la mística pincha, esa que se construye a base de trabajo, lealtad y disciplina.
A lo largo de los años, Estudiantes siempre lo tuvo presente. Cuando se necesitó jerarquía en la cancha, estuvo Russo. Cuando se buscó un referente en el banco, también. Su historia es la de alguien que entendió a la perfección lo que significa vestir la camiseta de Estudiantes y llevar sus valores como bandera.
Russo disputó 420 partidos con la camiseta albirroja, anotó 11 goles y se consolidó como el gran ordenador del mediocampo. No fue un volante de lujo ni de destellos, sino un futbolista de enorme disciplina táctica, criterio para distribuir y una capacidad inagotable de sacrificio. Su liderazgo silencioso le dio solidez a un equipo que atravesó años de turbulencias.
Sin dudas, los mejores momentos que vivió Miguel fueron en los años ´82 y ´83. En primer lugar, con la obtención del Metropolitano de 1982, que por esas cosas del fútbol argentino no culminó en el citado año sino dos meses después. Más precisamente un 14 de febrero de 1983. Luego de 15 años Estudiantes era nuevamente campeón de un torneo argentino y de la mano de Carlos Salvador Bilardo.
Ese 14 de febrero de 1983 el Pincha venció en el último partido 2-0 a Talleres, en Córdoba, con goles de José Luis Brown, de penal, y Hugo Gottardi. Con el triunfo mantuvo la diferencia sobre Independiente y dio la vuelta olímpica con un Bilardo levantando los brazos hacia el cielo y dedicándole el título a Osvaldo Zubeldía, su gran maestro, que había muerto en diciembre de 1982 en Colombia. Ese título catapultó al Narigón a la Selección Nacional.
Aquel equipo albirrojo era extraordinario, contaba con tres 10 en el campo: Sabella, Ponce y Trobbiani. Ganó 21 partidos, empató 12 y solamente perdió 3. Sumó 54 puntos de los 72 en juego, convirtió 50 goles y le metieron 18.
En ese mismo 1983, Estudiantes también obtuvo el Nacional: en tan solo cuatro meses, dio dos vueltas olímpicas, para ser bicampeón del fútbol argentino. De la mano de Manera, culminó segundo en el Grupo H por diferencia de gol, pero luego ganó con claridad la Zona A de la segunda fase, para meterse en octavos de final. Tras dejar afuera a Ferro, Racing y Temperley, jugó una infartante final ante Independiente: en UNO, ganó 2-0, mientras que en la vuelta perdió 2-1, pero gritó campeón por quedarse con el global.
Russo colgó los botines el 15 de junio de 1988, en la caída 1-2 ante Independiente en 1 y 57, en el partido de vuelta de los octavos del final de la Liguilla Clasificación del Campeonato 1987/88. Dejó atrás trece años de fidelidad absoluta a los colores albirrojos y su carrera como entrenador comenzó poco después y lo llevó a una trayectoria destacada: campeón con Vélez en 2005, ganador de la Copa Libertadores con Boca en 2007 y protagonista de campañas importantes en Rosario Central, San Lorenzo, Racing y Millonarios de Colombia.
Miguel Ángel Russo durante su última etapa como entrenador de Estudiantes, en 2011
Sin embargo, en primer lugar el destino lo hizo regresar en 1994 a Estudiantes, pero como director técnico. El club vivió una etapa difícil, con problemas económicos y deportivos que se trasladaban a la cancha. Russo intentó imprimir la misma seriedad y disciplina que lo habían caracterizado como futbolista. Apostó a los jóvenes, buscó armar un plantel competitivo, pero el contexto lo golpeó fuerte.
Con un gran trabajo, logró la rápida vuelta de Estudiantes a primera división, un año más tarde, donde obtuvo el título de la segunda división del fútbol argentino, con un saldo de 27 victorias, 11 empates y 4 derrotas en 42 encuentros. Ese Estudiantes tuvo nombres importantes como Juan Sebastián Verón, José Luis Calderón, Rubén Capria, Martín Palermo, Edgardo Prátola, Claudio París, Diego Capria, Néstor Soria, Leonardo Squadrone, Gastón Córdoba, Juan Manuel Azconzábal, Ariel Zapata, entre otros.
Uno de los momentos más recordados de esa etapa fue el debut ante Chacarita. Luego de ir perdiendo 1-0, Russo les dijo una frase clave a los jugadores, en el vestuario durante el entretiempo: “Bienvenidos al Nacional B”.
Desde el inicio intentó transmitir las mismas virtudes que lo marcaron como jugador: orden, disciplina y compromiso. “Miguel quería que el equipo fuera sólido, que se hiciera fuerte en lo colectivo”, lo recuerdan en esa época. El propio Russo entendió que el desafío fue mayor de lo que imaginó: formar un equipo competitivo con recursos limitados y en medio de un club que aún no encontraba estabilidad institucional. Así lo logró, para formar un equipo fuerte y efectivo, que logró el ascenso.
Tras la algarabía, el regreso a primera fue muy complicado: las cosas no salieron bien y Russo duró apenas 11 partidos en el cargo, luego de empatar en 5 oportunidades y perder en 6. El equipo mostró buenos pasajes de buen fútbol, pero los resultados no acompañaron y el ciclo tuvo que terminarse.
Sin dudas fue un desafío complejo, ya que el fútbol argentino entró en una etapa de cambios, con la aparición de nuevas potencias económicas y una diferencia cada vez más marcada entre los grandes y los clubes del interior. Estudiantes, que buscó sostenerse en Primera y reacomodar sus cuentas, no tenía margen para grandes contrataciones. Russo debió trabajar con lo que hubo, apoyándose en la cantera y en futbolistas de experiencia.
Luego de buenos pasos por Vélez y Boca, como también buenas campañas por Central, San Lorenzo y Racing, Russo volvió al club de sus amores para tener su segunda etapa como técnico en junio de 2011. A su vez, coincidió en el regreso de grands figuras como Mariano Andújar, Enzo Pérez y Mauro Boselli. Sin embargo, las cosas no salieron bien en el Torneo Apertura y por malos resultados, tuvo que irse cinco meses después. El saldo fueron 2 éxitos en 14 partidos y más allá de sus ganas de dar vuelta la situación, decidió que lo mejor fue dar un paso al costado. Pero el cariño de los hinchas quedó intacto.
Con el paso de los años, Russo se transformó en un personaje respetado del fútbol argentino e internacional. Cada campeonato o logro que consiguió en otros clubes fue seguido con atención por los hinchas en los que dejó su impronta como Estudiantes, Boca, Rosario Central, Millonarios, entre otros.
Además del enorme cariño que le tendrán para siempre los hinchas, también logró el respeto de los clubes en los que no estuvo. Es considerado un ejemplo de superación, ya que siempre tuvo una sonrisa ante cada dificultad que pasó en su salud.
Y más allá de las relaciones que forjó con otras instituciones, su amor más grande fue Estudiantes. Como jugador, nunca quiso irse, mientras que como entrenador, lo devolvió a su lugar de privilegio en primera división. Más allá de que le quedó la cuenta pendiente de ganar en primera un título como DT, siempre transmitió ese sentido de pertenencia por el Pincha. Y todas las vivencias que obtuvo en Estudiantes, la transmitió en sus etapas como entrenador, donde logró una carrera exitosa. Sin dudas, dio un gran aporte a la rica historia del León, que sus hinchas jamás olvidarán.
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