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La paradoja de combatir al aliado y después necesitarlo

La paradoja de combatir al aliado y después necesitarlo
Mariano Pérez de Eulate

Mariano Pérez de Eulate
mpeulate@eldia.com

20 de Diciembre de 2025 | 02:32
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Aún con los números mejorados en el Congreso luego de la última elección, el oficialismo ve que se escurre el año con un gusto agridulce, sobre todo por lo sucedido en el tratamiento del presupuesto 2026 en la Cámara de Diputados y la postergación -se supone que para febrero- de la votación en el Senado de la reforma laboral, que pretendía apurar para meter presión al mundo gremial.

El jueves el Gobierno logró la media sanción del Presupuesto en Diputados, de madrugada, pero se fue de la sesión con la relación muy dañada con sus principales socios electorales y legislativos: el macrista PRO y gobernadores del radicalismo. Si fue victoria, sonó a poco. Es más, eso quedó demostrado en la versión difundida por la Rosada de que, debido a un par de cambios que se introdujeron al proyecto, Milei podría vetar la ley si sale así o dar batalla en el Senado cuando sea el momento para cambiarlo. Esta última es la cámara más desfavorable a los libertarios, aún cuando han mejorado notablemente su representación.

La verdad es que Milei, con una economía casi intervenida por el Fondo Monetario y el gobierno norteamericano, ya no puede darse el lujo de no tener presupuesto. Se lo exigen desde afuera. Acaso deba tragar el sapo de no lograr el polémico capítulo XI en el Senado, que fue bochado en Diputados y que incluía la eliminación de las leyes de Emergencia en Discapacidad y de Financiamiento Universitario. Lo dicho: su rechazo quedó como un símbolo de revés político y enturbió la victoria que suponía la media sanción.

Pero el gobierno insiste en pelearse con sus aliados. A los que necesita porque por sí sólo no tiene los números para aprobar las iniciativas sensibles que pretende sacar en el marco de lo que llama reformas de segunda generación.

Una decisión que hizo ruido

Pasó con la martingala para robarle al PRO un representante en la Auditoría General de la Nación. Cero “timing”, teniendo en cuenta que precisa de esa fuerza para convertir en ley el presupuesto y el otro proyecto de aspiraciones fundacionales: la reforma laboral.

Hecho una furia, el jefe del bloque del PRO, Cristian Ritondo -que controla unos 11 legisladores-, avisó que quiere judicializar la designación de los auditores en representación de la Diputados, trámite que expuso algún tipo de acuerdo entre La Libertad Avanza y el peronismo en sus varias expresiones. Ese sillón en la AGN era amarillo según supuestos acuerdos pre-existentes y terminó siendo violeta por las manitos alzadas a la hora de votar de legisladores del PJ K, del no K y de LLA que gustan jugar a la pirotecnia verbal de desafiarse y diferenciarse en los medios.

Tal vez Ritondo, de amplia experiencia política y legislativa, haya pecado de ingenuo: tendría que haber impulsado primero la votación del tema AGN y después, si obtenía lo que buscaba, avanzar con el presupuesto. Pero, a favor de él, se supone que se trataba de acuerdos entre aliados naturales.

Dicen que ya hubo un encuentro entre Ritondo y Martín Menem, titular de la Cámara Baja, para acercar posiciones y trazar una estrategia conjunta de lo que viene. Se desconfían hace tiempo, desde que Ritondo sonaba como reemplazo del riojano apalancado por Mauricio Macri pero sobre todo por el asesor Santiago Caputo. Esta última, una herejía para el clan Menem (se incluye aquí también a “Lule”) y para la hermanísima Karina Milei, rivales internos de Caputo.

Como sea, bien mirado el dato del encuentro hablaría de la decisión del oficialismo de recomponer con aliados. Un ejercicio que se suponía ya estaba saldado en esta supuesta nueva etapa del Gobierno, con los oficios del colorado Diego Santilli como ministro del Interior. A veces los violetas parecen moverse en “loop” y otra vez, como ya pasó en casi todo este año que se está acabando, el equilibrio con fuerzas afines parece frágil, pendiendo siempre de un hilo, atado a los comportamientos impulsivos de la Rosada.

Por ejemplo, ¿era necesario incluir el capitulo XI, que incluía la derogación de las leyes de discapacidad y financiamiento universitario, que se metió a último momento y temerariamente en el dictamen, temas que ya había vetado sin éxito el presidente Milei porque el Congreso logró la insistencia? Hay actitudes casi caprichosas que atentan contra la capacidad de gestión política de lod libertarios, analizan en despachos no oficialistas ya casi con un dejo de resignación.

Caído ese texto también cayó, para desesperación del aliado macrista, el compromiso de pago del Gobierno a la Ciudad de la coparticipación adeudada, una orden de la Corte Suprema que el gobierno viene incumpliendo y que había sido incluido en el capítulo en cuestión. Ahora está el ministro Toto Caputo -que, en rigor, quería derogar discapacidad y universidades- tratando de arreglar el asunto con los amarillos, prometiéndole al alcalde Jorge Macri que procurará reinsertar ese ítem en el Presupuesto 2026 porque, digámoslo, es de los más interesados en tener presupuesto 2026 y reforma laboral. Acaso sea tardío.

Los otros socios electorales del gobierno, los gobernadores dialoguistas, también quedaron molestos porque acusan a la Rosada de señalarlos inicialmente casi como traidores po rlo que pasó en el Congreso, condición que por supuesto rechazan. Hablamos, por ejemplo, de Alfredo Cornejo (Mendoza) o Leandro Zdero (Chaco), que sienten que los equiparan con los más tardíos aliados peronistas -o pseudos- como Gustavo Sáenz (Salta), Osvaldo Jaldo (Tucumán), Raúl Jalil (Catamarca) y Rolando Figueroa (Neuquén), quienes de una u otra manera influyeron en las recientes votaciones agridulces para el oficialismo. “No somos lo mismo”, dicen.

 

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