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Temas |SEDENTARISMO Y LOS ULTRAPROCESADOS

La inflamación corporal, un enemigo silencioso

Puede favorecer el desarrollo de múltiples dolencias, muchas de las cuales se previenen con una alimentación saludable, movimiento regular y un enfoque integral del bienestar

La inflamación corporal, un enemigo silencioso

Los dolores articulares pueden deberse a la inflamación corporal / Freepik

27 de Abril de 2025 | 04:28
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La inflamación en el cuerpo humano no es solo una reacción defensiva del sistema inmunológico ante una agresión, una infección o una herida. En los últimos años, especialistas de diversas ramas de la salud han comenzado a advertir que cuando esa inflamación se vuelve crónica, aun sin síntomas visibles, puede convertirse en un factor determinante en el desarrollo de enfermedades no transmisibles que afectan la calidad de vida de millones de personas. Desde los laboratorios bioquímicos, pasando por los consultorios médicos y los gimnasios, el fenómeno está siendo analizado con creciente preocupación y con una premisa clara: el estilo de vida moderno, marcado por el sedentarismo y la alimentación basada en productos ultraprocesados, está detrás del aumento de estos procesos inflamatorios persistentes.

Los médicos clínicos comentan que en los análisis de sangre es posible detectar la presencia de inflamación mediante ciertos marcadores específicos. Uno de los más utilizados es la proteína C reactiva (PCR), cuya concentración se eleva notablemente cuando hay procesos inflamatorios activos en el organismo. También se consideran otros indicadores, como la velocidad de eritrosedimentación (VES), que puede dar señales indirectas del mismo proceso. Sin embargo, aclaran que la inflamación de bajo grado, que es la más preocupante por su carácter silencioso y sostenido, muchas veces no produce elevaciones dramáticas de estos valores, lo que obliga a una interpretación más integral de los estudios junto con los síntomas y antecedentes del paciente.

Los nutricionistas analizan que ciertos alimentos juegan un papel central en la perpetuación de esta inflamación crónica. En particular, advierten sobre el consumo excesivo de cereales refinados, harinas blancas, azúcares añadidos y aceites vegetales industriales, todos presentes en buena parte de los productos ultraprocesados que dominan las góndolas. Estos alimentos no solo carecen de los nutrientes necesarios para una función celular equilibrada, sino que además promueven una alteración en la microbiota intestinal, lo que puede disparar reacciones inflamatorias sistémicas. “Cuando comemos mal durante años, no solo subimos de peso: se inflaman los tejidos, los órganos y hasta el cerebro”, señalan con preocupación.

Desde el ámbito de la actividad física, los profesores de Educación Física advierten que el sedentarismo es otro factor decisivo en el incremento de la inflamación corporal. La falta de movimiento no solo contribuye al aumento del tejido adiposo, especialmente el visceral, que es proinflamatorio por naturaleza, sino que también altera la circulación de la linfa y ralentiza los procesos de reparación celular. Explican que una rutina diaria de ejercicios moderados, incluso caminatas de 30 minutos, puede tener un impacto significativo en la reducción de los marcadores inflamatorios, mejorando el flujo sanguíneo y estimulando la producción de sustancias antiinflamatorias naturales como las mioquinas musculares.

Los gastroenterólogos, por su parte, resaltan que muchos cuadros de inflamación sistémica tienen origen en el intestino. Cuando la pared intestinal se vuelve permeable por la mala alimentación, el estrés o la falta de ejercicio, toxinas y bacterias pueden pasar al torrente sanguíneo y generar una respuesta inmune crónica. Esta situación, que se conoce como “síndrome del intestino permeable”, está siendo cada vez más estudiada como una de las causas subyacentes de enfermedades como la diabetes tipo 2, las patologías cardiovasculares, ciertos tipos de cáncer y hasta trastornos neurológicos.

 

En los análisis de sangre es posible detectar la presencia de inflamación

 

Para revertir este estado de inflamación silenciosa, los dietistas coinciden en recomendar un patrón alimentario basado en alimentos reales y mínimamente procesados. Las frutas, verduras, legumbres, frutos secos, pescados grasos y aceite de oliva extra virgen son algunos de los pilares de una dieta antiinflamatoria. También destacan la importancia de eliminar o reducir drásticamente el consumo de productos industrializados, gaseosas, embutidos y snacks. “Comer limpio es más importante que contar calorías”, sintetizan muchos especialistas.

En cuanto al ejercicio físico, se promueve una combinación de actividad aeróbica suave y ejercicios de fuerza realizados de forma regular. El objetivo no es la exigencia extrema, sino la constancia. “No hace falta correr una maratón para desinflamar el cuerpo. Lo importante es moverlo todos los días. Subir escaleras, caminar a buen ritmo, hacer ejercicios de estiramiento, todo suma”, remarcan los entrenadores físicos. Incluso actividades como el yoga, el tai chi o la meditación guiada están siendo consideradas como herramientas complementarias, ya que también colaboran en la reducción del estrés, otro factor inflamatorio relevante.

En definitiva, lo que se empieza a entender con más claridad es que la inflamación crónica de bajo grado es un terreno fértil para el desarrollo de múltiples dolencias, muchas de las cuales pueden prevenirse con una alimentación saludable, movimiento regular y un enfoque integral del bienestar. La medicina, la nutrición y la educación física convergen así en un diagnóstico compartido: vivir sin inflamación es posible, pero exige tomar decisiones cotidianas que prioricen la salud sobre la comodidad. Porque aunque los síntomas tarden en aparecer, el cuerpo ya está hablando, y vale la pena escucharlo a tiempo.

La guía efectiva para bajar los niveles de hinchazón
Una rutina efectiva para reducir la inflamación: comenzá el día con un vaso de agua tibia con limón y 30 minutos de caminata al aire libre. En el día, optá por alimentos frescos: en el desayuno, avena con frutas y chía; en el almuerzo, vegetales con legumbres y aceite de oliva; y en la cena, pescado con ensalada. Evitá los ultraprocesados, harinas y azúcares. Sumá infusiones como té verde o jengibre con cúrcuma. Dormí al menos siete horas y realizá respiraciones profundas o meditación durante 10 minutos. Además, los especialistas en ejercicio físico recomiendan hacer tres sesiones semanales de entrenamiento de fuerza o yoga suave, lo que ayuda a mejorar la circulación y reducir el estrés oxidativo. Evitar el sedentarismo y mantener una hidratación constante es esencial. También es importante reducir el consumo de alcohol y cafeína para mejorar la salud interna.

 

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