Otro diagnóstico, otro porrazo: uno de cada diez alumnos está “en el subsuelo” de la lectura

A fines de noviembre del año pasado, casi cien mil alumnos que cursan el tercer grado de la escuela primaria, en más de cuatro mil escuelas de todo el país, abordaron una de las periódicas ediciones de la prueba Aprender; descrita como “el dispositivo nacional de evaluación de los aprendizajes de los estudiantes”, es una herramienta para saber donde está parada la educación. Mejor dicho, donde está... tambaleando: uno de cada diez pibes de la edad mencionada tiene enormes dificultades para leer dos palabras seguidas, y ni hablar de interpretar el sentido de un texto básico.

Los chicos intentaron resolver ítems con distintos niveles de complejidad, en un gradiente que fue -de acuerdo con la descripción oficial- de la lectura de palabras sueltas, incluso ayudada con imágenes, a la comprensión de textos. Y si bien la tasa de participación fue la más alta alcanzada en Aprender: 97,4% de escuelas y 86,9% de estudiantes (habían sido 70% en 2016), los resultados fueron tan desalentadores como en otras oportunidades.

La prueba clasifica a los estudiantes en seis niveles. En el extremo inferior se ubican los “lectores incipientes” (3,3%), que apenas leen palabras con apoyo visual, y los niveles I (8,3%) y II (18,8%), con dificultades para leer e interpretar textos simples. En el extremo superior, el nivel IV (26,4%) y el nivel V (18,7%) reflejan un dominio avanzado de la lectura.

“En primer lugar, tenemos que admitir que no son datos que sorprendan a nadie, ¿no?” advierte el docente e investigador platense Facundo Stazi: “Esa falta de sorpresa es la que de alguna manera nos tiene que motivar a hacer algo de una vez por todas, y de verdad, sobre todo para mejorar la escuela pública”.

Profesor de Literatura, tesista de la licenciatura en Ciencias de la Educación y magíster en Didáctica de la Lengua para Educación Infantil, Stazi argumenta que “todos los que estamos vinculados con la educación, y con relación cercana con lo que sucede en las escuelas primarias y aquello que concierne a la alfabetización (políticas públicas, evaluaciones, ‘bajada’ de estrategias didácticas, formación de docentes de nivel superior) sabemos que nada de lo que se está haciendo permite pensar que estos diagnósticos vayan a cambiar, salvo en algunas provincias en las que los resultados del año que viene puedan llegar a ser reveladores, por ejemplo Mendoza, que ya tiene indicios de mejoras”.

PAREJA PEDAGÓGICA

“El sistema de evaluación y la herramienta en sí misma del proyecto Aprender se pulieron muchísimo” destaca Stazi: “por ejemplo, se utilizó un instrumento evaluativo que permite diferenciar niveles de comprensión, y se incorporó la figura de la pareja pedagógica como evaluadora”.

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“Cuando se presentaron los datos en el reciente Congreso de Alfabetización, las máximas autoridades en evaluación educativa no dijeron nada; nadie puso el grito en el cielo. Todos se quedaron callados, guardaron el documento y pusieron cara de ‘qué barbaridad’” recuerda Stazi: “entonces partimos de la base de que a nadie le sorprenden estos números, y que todos aceptan la transparencia de la evaluación. Salvo algún fanático que se escandaliza porque considera una estigmatización tener datos de lo que pasa en la escuela. Pero lo primero que nos tiene que pasar, todos los que tenemos algo que ver con esto, es sentir vergüenza”.

Para Víctor Volman, director del observatorio multidisciplinario Argentinos por la Educación, “los resultados, especialmente los que visibilizan la situación del 11,6% de los estudiantes del país que no saben leer, son muy crudos. La alfabetización tiene que ser una prioridad urgente para toda la sociedad. Dicho eso, es un paso adelante que esta prueba se realice y contemos con más insumos para comprender la situación”.

Por su parte, Gustavo Zorzoli, ex rector del Colegio Nacional porteño, destacó que “para mejorar la alfabetización es urgente consolidar una política de evaluación que se sostenga en el tiempo, con pruebas construidas de forma sólida, censales, anuales y aplicadas bajo criterios homogéneos. Sin continuidad, no hay línea de base ni posibilidad de identificar avances ni retrocesos.”

El flamante informe Aprender pone en evidencia también marcadas diferencias entre el sector de gestión estatal y el privado. Por ejemplo, que el 62,4% de los estudiantes de escuelas privadas alcanza los niveles más altos, frente al 39% del sector estatal. En los niveles más bajos, el sector estatal concentra un 14,3% de alumnos, mientras que el privado apenas un 4,1%.

Las provincias con peores resultados son Chaco (16,6%), Santa Fe (15,9%) y Misiones (15,2%). En contraste, Córdoba (6,2%), Santa Cruz (6,8%) y la Ciudad Autónoma de Buenos Aires (7,1%) registran las menores proporciones de estudiantes con dificultades graves. Stazi siente “vergüenza y mucha impotencia” cuando “en las escuelas privadas se aprende más. Y ojo, que también ellas deberían estar muchísimo mejor. Pero me duele la escuela pública”.

UNA PUJA INTERMINABLE

“Hagamos foco en la provincia de Buenos Aires” puntualiza el experto local: “Estamos trabados en discusiones ideológicas. Dejamos de discutir los métodos de enseñanza porque nos pasamos de rosca con los modelos que ponen al alumno como centro con ese discurso de ‘ya va a aprender’, ‘a su propio ritmo’, ‘que pase, todavía le falta madurar...’. Pero ya sabemos que no. Que no aprende si no se sistematiza. Estamos donde estamos porque no nos animamos a pedir disculpas, barajar y dar de nuevo, probar otra cosa… Cuando además la evidencia científica que tenemos sobre procesos de alfabetización hoy nos marca otro camino”.

“Conozco muchas escuelas de nuestra ciudad y nuestra provincia que tienen planes y planificaciones paralelas, que van por fuera del diseño curricular, que hacen articulaciones entre jardines y primaria y trabajan como -supuestamente- no se debería trabajar en un jardín. Pero lo hacen por fuera de las políticas públicas. Y les va bien” asegura Stazi, quien aboga por que “los docentes tengan mucha más formación en alfabetización. Hoy, una maestra que se recibe cursó apenas dos unidades dentro de dos materias: Didáctica de las Prácticas del Lenguaje I y II”.

“La cuestión es pedagógica y también es didáctica” concluye el especialista: ¿Qué pasa si elegimos algunas preguntas y evaluamos a un grupo de maestras?. Hoy, lo que pasa en las aulas depende absolutamente de la ‘seño’ que te toca, de la directora, de la inspectora. No hay coherencia. Con decir que alumnas de tercer año del profesorado, que hacen sus residencias en primer grado, están un mes entre dos practicantes… y cuando se reciben, no se animan a tomar primeros grados. Los evitan. Porque saben que no están listas. Lo sé de primera mano”.

“Es urgente consolidar una política de evaluación que se sostenga”

“Necesitamos que los docentes tengan mucha más formación en alfabetización”